Primeras comuniones, un sacrilegio

Lo de las comuniones es algo que no entiendo… ustedes perdonen. Las primeras comuniones digo. No entiendo que se gaste, que nos gastemos, que yo también lo hice cuando llegó la hora, ya ven que soy contradictorio y caigo en las redes de cuanto critico, un dineral en un traje de marinero, capitán general o reina de los mares, …un dineral que no tenemos. Que nos gastemos un montón de perras que nos hacen falta en un convite generalizado de amigos, hermanos, sobrinos, primos y demás familia, por lo general lejana. (1)

Ya sé que es un movimiento de dinero muy generalizado e importante y que contribuye a crear riqueza. Que al dinero para que valga y sea útil hay que darle aire, sacarlo de la hucha y hacerlo circular para que tarde o temprano vuelva a nuestro bolsillo. Bien, bien hecho, pero hablando desde el punto de vista religioso no encaja mucho. Insisto.

No entiendo que lo que debería ser una fiesta religiosa íntima, personal, recogida, se haya trasformado en una feria de las vanidades, en una impúdica exhibición de corbatas, trajes de fiesta y tacones de quince centímetros. Y dejen fuera de mis críticas a quienes de verdad tienen sentimientos religiosos, a aquellos que por sinceras creencias religiosas educan a sus hijos en la importancia, profunda y muy sentida, de la Primera Comunión. Para todos los demás, para buena parte de los padres, padrinos y amiguetes arrimados esto, discúlpenme, es una farsa. Un conjunto de sepulcros blanqueados que confunden una ceremonia religiosa con una fiesta social, SO-CIAL, como las antiguas fiestas de mayoría de edad, de puesta de largo o de presentación en sociedad.

Porque la Primera Comunión es ante todo una ceremonia religiosa, y si quienes no han pisado una iglesia desde el día de su lejano bautizo, si quienes no van a volver a hacerlo hasta el día de los elogios generales, pretenden que sus hijos hagan la primera comunión no es por sentimiento religioso precisamente sino por… ¿por qué conjunto de complejas razones sociales? Hemos convertido un acto trascendente, retirado y que debería tener un significado profundo en un “Viva la Virgen” o si ustedes lo prefieren en un “Válgame la Macarena”.

En un “Vágame la Macarena” o en un “Sálvese quien pueda”, que luego empiezan a aparecer parientes de todas partes, alguno incluso del que no se tenía noticia desde tiempos de la prehistoria” y al final acabas siempre sin quererlo a su lado, con lo larga que es la comida de una comunión, así que no sabes si preguntarle por cómo va la cosecha o por el convenio colectivo de la fábrica, porque no tienes ni idea de quién es. Y no le preguntes por la mujer, que él, resabiado y muy placeado por esos mundos, te contesta que cuál de todas, si aquella que conociste una lejana vez, la siguiente o la actual.

Porque lo malo de las comuniones, cuando han perdido todo su significado religioso, es el banquete. Puede ser largo e insoportable, casi siempre con un calor insoportable, con un vecino de silla beodo y sudoroso y un niño, también insoportable y sudoroso y encima colmado de regalos.

Porque esta es otra cosa… Al nene o a la nena hay que hacerles un regalo… ya digo, como si en vez de una ceremonia religiosa fuese una puesta de largo o la celebración de la mayoría de edad que todavía se hace en alguna sociedades bien pensantes y bien pudientes… Y todo esto arranca sencillamente de un intercambio de papeles, una confusión de valores, de la aplicación de valores económicos, sociales, a algo que es solo un acto religioso, que debería ser en exclusiva para quienes tienen valores religiosos y quieren vivirlos sentida y profundamente porque esa es su respetabilísima manera de ver la vida. Pero meter en ello un banquete con invitados a los que la Primera Comunión se la refanfinfla, con padres que han pasado, pasan y pasarán de valores y sentimientos religiosos, traer al abuelo Víctor desde su lejana mina o traer desde su no menos lejana ciudad a la tía Eduvigis, a los cuales el nene y la comunión les trae al pairo, es mezclar las cosas y hacer, digamos, una paella con chorizo. Y vuelvo por donde empecé: gastarnos “religiosamente” unas cantidades así puede ser impúdico e inmoral.

Y todo esto se lo dice, aunque tal vez equivocado y contradictorio, un católico. Adiós, señores, hasta la semana que viene que encontraremos otro hilo del que tirar.
(1) Mi colaboración semanal en Onda Cero Palencia

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Pedro de Hoyos

Escribir me permite disfrutar más y mejor de la vida, conocerme mejor y esforzarme en entender el mundo y a sus habitantes... porque ya os digo que de eso me gusta escribir: de la vida y de los que la viven.

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