La mañana del 25 de abril de 2025 arrancó con un sobresalto para el Partido Popular de la Comunitat Valenciana (PPCV). Su sede regional y provincial, ubicada en el corazón de la ciudad de Valencia, apareció cubierta de pintadas con amenazas explícitas, insultos y todo un repertorio de calificativos despectivos. Pero no se trataba solo de un arrebato vandálico; entre los grafitis destacaban símbolos relacionados con la izquierda independentista catalanista y frases como «Mazón criminal», en alusión directa al presidente autonómico, Carlos Mazón.
El partido ha calificado el acto como un «ataque anónimo y cobarde», atribuyéndolo a la crispación social y política que «de manera irresponsable, vienen alimentando determinados partidos políticos» y que desde el PPCV llevan meses denunciando. No es el primer episodio: la formación recuerda que desde el pasado 29 de octubre —fecha fatídica por la devastadora Dana— se han sucedido agresiones similares a sus instalaciones.
Este brote vandálico no es un hecho aislado. Se produce tras meses marcados por los virulentos ataques de la izquierda usando la catástrofe ocasionada por la Dana como un arma arrojadiza al culpar exclusivamente al Consell y al PP. En este clima, las sedes políticas se han convertido en objetivo preferente para los descontentos más exaltados.
En su comunicado oficial, el PPCV ha subrayado que «en una sociedad democrática no tienen cabida la violencia, la amenaza ni la intimidación sistemática a los principios democráticos». El partido también ha presentado denuncia ante las fuerzas del orden público —un clásico ya en estos episodios— y exige al resto de formaciones políticas una condena firme del ataque para cortar «de raíz» estas prácticas.
¿Qué une al pancatalanismo y la izquierda valenciana? EL ODIO.
No nos intimidan. Vamos a seguir trabajando por todos los valencianos. pic.twitter.com/1boGElCgat
— Partido Popular Comunitat Valenciana (@ppcv) April 25, 2025
Sin embargo, insisten en que estos hechos vulneran gravemente la convivencia y los principios democráticos en las calles valencianas. Y lanzan una advertencia: «este tipo de amenazas no nos intimidan», asegurando que seguirán trabajando «por nuestra tierra y por el bien de todos los valencianos».
Un polvorín político entre símbolos radicales
Las pintadas con simbología independentista catalanista añaden gasolina al fuego. En plena oleada de reivindicaciones sociales y políticas tras la Dana —y con el Congreso del Partido Popular Europeo a punto de celebrarse en Valencia—, los grafitis radicalizan aún más el discurso público.
La vinculación explícita entre los ataques vandálicos y movimientos vinculados al nacionalismo o independentismo catalán exacerba un clima ya tenso. El PP valenciano lleva tiempo denunciando lo que considera «politización» por parte de asociaciones próximas al catalanismo durante las manifestaciones contra Mazón. La respuesta institucional —y no solo partidista— se vuelve indispensable para evitar una escalada mayor.
La denuncia pública del PPCV busca marcar línea roja ante cualquier tentación violenta —sea cual sea su signo—. Pero también es un toque de atención al resto del arco parlamentario: ¿quién se atreverá a no condenar el ataque? La polarización sigue creciendo mientras se acerca una nueva jornada de protestas multitudinarias coincidiendo con aniversarios clave y citas políticas internacionales.
