EN EL PEOR MOMENTO

El mosqueo de Aznar con Rajoy alcanza a uno de sus pupilos más fieles

El presidente del Gobierno ha apartado de su lado a casi todos los dirigentes y responsables políticos vinculados al aznarismo hasta conformar su propio equipo y sus propias listas electora.

El mosqueo de Aznar con Rajoy alcanza a uno de sus pupilos más fieles
José María Aznar y Mariano Rajoy Vozpópuli

En el peor momento, Aznar descolgó el teléfono y llamó a Rajoy. Parece mentira pero fue así. El presidente de la Fundación FAES dejó al margen sus prejuicios políticos y sus diferencias personales cuando el dolor de Rajoy era más grande. Fue hace poco más de un mes, al morir Luis Rajoy Brey, el hermano del presidente del Gobierno. Era un momento difícil y Aznar quiso estar ahí, con un gesto de humanidad. Desde entonces no han vuelto a hablar.

Aznar esperaba una llamada de La Moncloa para que le invitaran a participar en la campaña de las elecciones europeas. Pero nunca sonó el teléfono. Al final fue él quien dio el paso, tal y como reconoció el propio Rajoy en la entrevista de la Cadena Ser con la periodista Pepa Bueno. Luego sucedió todo lo demás: el retraso en designar a Miguel Arias Cañete como cabeza de lista, el perfil extremadamente bajo de la precampaña y el mosqueo por el ninguneo a uno de los candidatos.

Pero la historia del último desencuentro entre Aznar y Rajoy tiene antecedentes recientes. Puede decirse que llueve sobre mojado o, más bien, que diluvia sobre el océano. La fuga de Alejo Vidal-Quadras es uno de ellos, no tanto por la ruptura de un dirigente histórico al que Aznar cuidó pese a sus diferencias circunstanciales sobre Cataluña. Lo que realmente le dolió fue que arrastrara a José Antonio Ortega Lara, una víctima del terrorismo por la que el expresidente del Gobierno se preocupó y dio todo durante los 532 días que la banda terrorista ETA lo tuvo secuestrado entre 1995 y 1997.

Aznar cuestiona el distanciamiento de Rajoy con las víctimas, junto a las que se manifestaba en la primera legislatura de Zapatero y a las que considera que dejó de lado tras su segunda derrota electoral en 2008. El triste episodio con María San Gil y su inmediata retirada de la política fue sólo el comienzo de un tacticismo político que Aznar nunca ha entendido y jamás compartirá.

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