Por fin hemos podido ver ‘Pulseras Rojas’ a nivel nacional y nos han sorprendido muchas cosas: primero, la polémica que se ha montado porque A3 haya decidido emitir un producto catalán, segundo, que es una serie emocionante como pocas aunque con un nivel de azúcar que mataría a Belén Esteban y, tercero, que el doblaje en este país hace aguas.
Antes de hablar de ‘Pulseras rojas’, serie, hablemos de ‘Polseres vermelles’, el arma política. Y es que cuando A3 emitió la serie a nivel nacional el pasado 9 de julio de 2012, se armó una buena en Twitter. Para empezar, el estreno fue Trending Topic en España y en Cataluña con dos ‘hashtags’ diferentes: #PulserasRojas y #PolseresAmunt.
La serie, estrenada en TV3 el año pasado, fue recibida, principalmente con cariño y admiración por gran parte de los internautas pero hubo voces disonantes que criticaban. Criticaban muchas cosas. Para empezar la ‘osadía’ de que un canal nacional diese cobertura plena a un producto hablado en catalán aunque se estrenó en dos versiones, la original con subtítulos y la doblada.
¿CONFLICTOS CULTURALES?
Yo no entendía muy bien la polémica. De hecho aplaudí la iniciativa. Es absurdo que, hasta la fecha, no pudiera ver productos tan ‘cercanos’ de los que habla todo el mundo. ¿Por qué? Porque no sé catalán. Claro, aquí entramos en otra dinámica peligrosa: la del debate de si se ‘debe’, o no, hacer ficción española en otras lenguas y la de si tales productos han de ser exportados o han de quedarse en casa para uso y disfrute exclusivo de los catalanoparlantes.
Pero antes de que Pilar Rahola y compañía se dediquen a hacer demagogia victimista, habría que decirles que, finalmente, a España -por mucho que Twitter diga lo contrario- le dio igual el conflicto: ‘Pulseras rojas’ fue seguida por más de 3 millones de espectadores. Y ojo, también para Rahola, esto no significa que Cataluña haya conquistado a nadie, es que la serie es buena. Punto.
De lo que todo el mundo estaba de acuerdo en criticar era el doblaje. Lo reconozco, aunque insisto en ver cualquier tipo de expresión artística en su versión originaria, anoche caí en la tentación de ver ‘Pulsera Rojas’ en castellano. Craso error. A los 20 minutos de metraje me pasé a los subtítulos como si no hubiese un mañana.
No entiendo que en un país donde no hay industria cinematográfica y, sin embargo, sí que la hay de doblaje, se hiciera una chapuza de tales dimensiones. Pero ¿quién dobló ahí? ¿un grupo de radicales anticatalanistas? ¿No se podía haber hecho mejor? ¡Qué cosa más espantosa! Era imposible acostumbrarse. Y encima, a mí me da que que sólo había tres dobladores que valían tanto para una vieja italiana como para un niño de 9 años. ¡Viva el cutrerío patrio!
EL MUNDO DE ALBERT ESPINOSA: FALSO, REPETITIVO PERO INCREÍBLEMENTE EMOCIONAL
He de decir que nunca he comulgado del todo con Albert Espinosa, ni con sus libros (que se leen como churros pero que carecen de contenido real) ni con sus guiones. Ha aprovechado su terrible experiencia infantil como niño hospitalizado durante años, como excusa narrativa única. Toda su obra gira sobre lo mismo y como no es Woody Allen (que lleva la monogamia temática hasta la genialidad) pues tanta repetición cansa.
Pero hay que admitir que Espinosa los tiene bien puestos. Presentarse en época de crisis económica y anímica, ante los directivos de una cadena con una serie sobre un grupo de niños enfermos encerrados en un hospital es, cuanto menos, valiente. Pero claro, el tipo jugaba sobre seguro.
Para empezar, ‘Pulseras rojas’ ya había triunfado en forma de película. Y es que, la serie no es más que la versión estriada de aquella ‘Planta 4ª’ (también adaptación de un libro de Espinosa, y es que el ego de este hombre tiene que ser digno de una copla) que dirigió Antonio Mercero con tanta artesanía como pereza. Y bueno, por mucho que el tema sea igual de atractivo que el entierro de mi gato, la verdad es que su creador le ha sacado partido al camino fácil.
‘Pulseras rojas’ está llena de tópicos. Algunos ofenden (el ‘fantasma’ del niño en coma, el padre ausente mientras operan a su hijo) y otros son entrañables (la madre abnegada que se viste de payaso, el niño que es optimista a pesar de que le falte una pierna…). Pero aquí hay emoción señores, tanta que la serie debería estar patrocinada por Clinex.
Y aunque hay fallos de guión -en el primer episodio, las distintas tramas no llegan a cuajar como debieran- y escenas bochornosas -la conversación espiritual entre uno de los protagonistas y el comatoso-, lo cierto es que no solemos ver series patrias -porque sí, es española- con este nivel de producción la música es, simplemente, maravillosa-, con esta honestidad, con esta falta de necesidad por enredar el asunto con dramones intensos.
‘Pulsera rojas’ es inofensiva, optimista. No esperemos grandes reflexiones vitales, ni profundidad psicológica de los personajes -lo del niño ‘malote’ que, en realidad, está carente de cariño paterno es de coña- pero, en cambio, hay que entregarse al placer de ver algo bonito. A la sensación de irse contento a la cama. A veces, una intoxicación de azúcar se deja querer. Si no, que se lo digan a Spielberg, que ya le ha echado el guante a la que debería ser una serie de la que sentirnos orgullosos. Todos.
