Cruzamos calles, sorteamos ciclistas, esquivamos coches y atendemos a conversaciones en ambientes ruidosos casi sin darnos cuenta. Todo ello gracias a un prodigio cerebral: la integración multisensorial, ese proceso por el que combinamos lo que vemos y lo que oímos para decidir a toda velocidad. Hasta hace poco, los científicos sospechaban que recibir información por dos sentidos a la vez aceleraba nuestra reacción, pero no sabían si la integración ocurría desde el principio o si cada sentido iba “por su lado” hasta el final.
A día de hoy, 25 de agosto de 2025, un estudio internacional publicado en la prestigiosa revista Nature Human Behaviour ha despejado la incógnita. Utilizando electroencefalografía (EEG) y modelos computacionales, investigadores de University College Dublin, University of Rochester y Trinity College Dublin han demostrado que los estímulos visuales y auditivos arrancan su procesamiento de forma independiente, pero convergen en la fase final, justo cuando hay que pasar a la acción. Es decir, el cerebro primero deja que cada sentido “haga su trabajo” y, en el último momento, los une en el sistema motor para decidir y actuar con precisión milimétrica.
Decidir con dos sentidos: mucho más que una curiosidad científica
Este hallazgo va más allá de la simple fascinación por la maquinaria cerebral. Entender cómo nuestro cerebro combina información visual y auditiva tiene aplicaciones directas en la vida real y en la medicina. No solo explica por qué somos capaces de reaccionar tan rápido en situaciones críticas —como esquivar un balón o responder a una alarma—, sino que también abre la puerta a terapias innovadoras para personas con trastornos sensoriales o cognitivos.
El modelo de “cableado cerebral” que emerge de esta investigación podría ayudar a diseñar mejores sistemas de asistencia para quienes perciben el mundo de manera distinta. De hecho, la tecnología de realidad aumentada y los dispositivos de asistencia auditiva o visual podrían beneficiarse de este conocimiento para hacer la vida más fácil y segura.
Cuando el cerebro filtra y acelera… y a veces engaña
La capacidad del cerebro para procesar y filtrar información sensorial es asombrosa. Aunque nuestros sentidos reciben hasta mil millones de bits por segundo, nuestra mente consciente solo maneja unos diez bits por segundo. El resto se queda en las “trastiendas” del cerebro, donde se filtra y selecciona lo relevante. Así, cuando estamos resolviendo un crucigrama en una cafetería bulliciosa, solo un pequeño porcentaje de los estímulos llega realmente a nuestra conciencia, el resto es gestionado por procesos automáticos y subconscientes.
Pero esta eficiencia tiene un precio: a veces el cerebro nos engaña. Pruebas como el famoso “punto ciego” del ojo o la ilusión de las bolas que parecen chocar cuando se añade un sonido, demuestran cómo la mente rellena huecos y modifica la percepción en función de lo que espera. Los magos y los publicistas lo saben bien: un pequeño truco auditivo o visual puede cambiar completamente nuestra interpretación de la realidad.
Comer con los ojos, oídos… ¡y hasta con la imaginación!
La integración multisensorial no se limita a situaciones de riesgo o supervivencia. En el mundo de la gastronomía, la gastrofísica ha demostrado que el color del plato, la textura del alimento e incluso la música de fondo pueden transformar el sabor de lo que comemos. Un postre servido en plato blanco parece más dulce, la música suave realza la percepción de los sabores y el crujido de una patata frita nos habla de frescura y calidad. Los grandes chefs y restauradores ya aplican estos principios para crear experiencias culinarias que seducen todos los sentidos.
Curiosidades y anécdotas cerebrales: cuando la ciencia sorprende
- La sinestesia es un fenómeno por el que algunas personas ven colores al escuchar música o asocian sabores a palabras. Aunque poco común, nos recuerda que los sentidos pueden mezclarse de formas insospechadas.
- El parénquima cerebral, tejido clave en la gestión sensorial, no solo interpreta lo que vemos y oímos, sino que decide si lo recordamos, si nos emociona o si lo convertimos en un movimiento reflejo.
- La música, percibida desde el cuarto mes de gestación, activa áreas cerebrales implicadas en la gestión emocional y motora, mostrando la profunda interconexión de los sentidos desde antes de nacer.
- El cerebro rellena automáticamente los “puntos ciegos” de la visión para que no percibamos fallos en nuestro campo visual, una estrategia que también aplica al oído y a otras percepciones.
Entre tanto prodigio, cabe preguntarse si, al cruzar la calle mientras escuchamos nuestro podcast favorito, somos conscientes de todo lo que ocurre bajo nuestro cráneo. La próxima vez que esquives un patinete o saborees un postre mientras suena tu canción predilecta, recuerda que tu cerebro está realizando una coreografía sensorial tan rápida como invisible. ¡Así sí que da gusto decidir!
