Algo extraño pasa en tu cabeza a lo largo de esta película inclasificable. Empieza con la búsqueda de un ser querido en una lejana rave en Marruecos, para fusionar lentamente dos maneras contrapuestas de ver y sentir la vida.

El magnetismo de las imágenes, una trama obsoletamente impactante y las continuas e inesperadas sorpresas, mezcladas con el ritmo machacón de unos graves que te van carcomiendo el seso sin notarlo, hacen de Sirat un film único y, posiblemente, irrepetible.

El director Oliver Laxe, un verdadero creador, se ríe y goza en su pupitre soleado de una audiencia cautiva que primero no entiende nada y luego se arrepiente de entenderlo.
Pero lo que más me extrañó de verdad fue que al final vi unos cansinos títulos de crédito, cuando pensé durante el visionado que lo había filmado Laxe con un par de operadores más, cámara en mano. En fin, deformación profesional.
4½ ★★★★½

