Roger Federer ha encontrado su límite. En un curso inmaculado hasta la fecha, el mejor de su historia porque enlazaba 17 victorias consecutivas por ninguna derrota, chocó sus esperanzas de alargar el cuento de hadas contra Juan Martín del Potro.
El argentino protagoniza en este 2018 su propio historia para enmarcar con dos títulos, el de México, y este en Indian Wells, su primer Masters 1.000.
Con la derecha contundente que ha caracterizado siempre su juego, Del Potro supo encontrar las grietas de un Federer al que ya le costó alcanzar la última ronda del torneo.
Se sigue mirando la edad como uno de sus puntos negativos, pero en esta ocasión fueron los errores no forzados los que acabaron con las esperanzas suizas de un sexto título en el desierto californiano.
Si Borna Coric lo obligó a batallar un poco más en la semifinal, una remontada de la que enorgullecerse porque supo levantarse, y que agotó buena reserva de energías, Del Potro lo dejó obnubilado, enredado en un sin fin de fallos incomprensibles y fallos de bulto. Desperdició hasta tres bolas de partido.
Enfrente, un Del Potro que reverdece después del infierno de las lesiones. Irregular desde que se operara tres veces la muñeca se afianza en la zona noble desde el octavo puesto del ranking.
En un partido entre dos jugadores que tanto se han visto las caras en el pasado, no sorprendió un guion apretado con igualdad y dureza en el intercambio de golpes. Pero la sorpresa llegó en el quinto juego.
No tanto porque Del Potro rompiera el saque de Federer, sino porque este lo cedió en blanco. Una debilidad a la que no está acostumbrado el suizo y que sumó a un número de errores no forzados que le nublaron el gesto. El argentino amarró la primera manga apoyándose en su drive y en ese impulso ganado al resto.
El sol y el viento también tuvieron su protagonismo en la final del torneo estadounidense. Incómodo el de Tandil porque la luz lo cegaba en sus servicios, dio rienda suelta a su mejor golpe para evitar la resurrección de Federer, que volvió a estar errático cuando encontraba opciones de rotura. Monólogos ininteligibles y ceño fruncido que continuaron en un segundo set igual de equilibrado que el primero, pero con algo más de mordiente para el suizo.
Pero no era el día del suizo, que dispuso de dos bolas de set en el décimo juego y que desperdició porque el de Tandil solventó la papeleta con martillazos imposibles desde el fondo de la pista.
Tan conocidos uno y otro que la resolución solo podía pasar por el tie break, y allí los enfados con el juez de silla fueron cambiando de bando, como el viento y el sol. Fue primero Del Potro el que no dejó de reivindicar durante los primeros puntos.
Logró Federer otras tres opciones de set, y celebró la cuarta con 7-6 y su servicio. El argentino pidió el ojo de halcón y la alegría suiza se convirtió en enojo porque el partido continuaba un poco más.
Más de 30 errores brillaban en la cuenta del suizo que siguió sin regularidad. También el juego del argentino bajó en intensidad, por lo que el tercer parcial fue liderado más por los deméritos que por los éxitos.
Tanto es así, que Federer logró por fin romper el saque de su rival en el décimo juego y con todo a favor para rubricar su sexto título en el desierto californiano, se obnubiló de nuevo con su servicio y desperdició tres bolas de partido. Del Potro, envalentonado con esta nueva oportunidad, permitió aumentar sus esperanzas de cortar la racha del rival y alargar la suya propia con un segundo tie break.
Y allí, Del Potro se creció. Un poco más incluso que sus casi dos metros, para encoger a un Federer desconocido. Un fallo tras otro del número 1 y un acierto tras otro del argentino, desequilibraron la balanza hasta que el grito de Del Potro atronó por la pista cental de Indian Wells.
Un error, uno más, de Federer con su derecha fue la alegría del 8 del mundo, exultante con su primer Masters 1.000 en el bolsillo y por una racha que le toca a él mantener. Federer, al otro lado, solo pudo aplaudir.