Activismo internacional parte desde Barcelona hacia Gaza

Postureo progre: Ada Colau se va de Barcelona a Gaza en la flotilla de Greta Thunberg y Susan Sarandon

La exalcaldesa Ada Colau se suma a la mayor flotilla civil que parte de Barcelona hacia Gaza en una acción que reaviva el debate sobre el papel del activismo y la polarización política

Ada Colau con pañuelo palestino
Ada Colau con pañuelo palestino. PD

Ada Colau, junto a Greta Thunberg y Susan Sarandon, se embarca en la Flotilla de la Libertad desde Barcelona hacia Gaza, un acto que apesta a postureo progre.

Una más de la hipocresía de figuras públicas buscan notoriedad mediática sin abordar la complejidad del conflicto.

Esta doble moral izquierdista se evidencia en su silencio ante los crímenes contra Israel, su ‘comprensión‘ de la atrocidades de los terroristas de Hamás, la idealizan causas desquiciadas y el alineamiento alinean con grupos que, en sus territorios, reprimirían con violencia sus propios valores progresistas.

Es la contradicción flagrante del activismo selectivo.

Los barcos, que zarparán el 31 de agosto desde el Moll de la Fusta en Barcelona y, días después, desde Túnez, transportan suministros médicos, alimentos y equipos solidarios con la esperanza de converger en el Mediterráneo y llegar a las costas palestinas.

Un movimiento que gana eco y polariza

La noticia ha encendido el debate en el espacio público y mediático.

Las imágenes de la exalcaldesa, acompañada por activistas, médicos y juristas de distintos países, han reactivado la discusión sobre el papel del activismo internacional y el llamado “postureo progresista” en causas de alto voltaje político.

Mientras quienes apoyan la flotilla la ven como una acción desesperada ante lo que denominan “el peor genocidio de nuestra generación”, sus detractores la acusan de oportunismo, simplificación del conflicto y, en algunos casos, de alinearse con las posiciones de Hamas, grupo señalado como terrorista por la Unión Europea y Estados Unidos.

La propia Colau ha defendido en sus redes la necesidad de actuar ante lo que considera una “inacción cobarde” de los gobiernos, incluido el español. En una frase que ya circula con fuerza, afirma: “Acabar con el genocidio es el deber de todos y todas”.

Sus palabras han sido interpretadas por críticos como un ejemplo de lo que llaman el “postureo de los progres” y el fenómeno de “Caraduras sin Fronteras”, una etiqueta que circula en redes sociales para señalar a figuras públicas que, según sus detractores, instrumentalizan causas humanitarias para reforzar su perfil político.

La situación en Gaza: bloqueo y emergencia humanitaria

La crisis humanitaria en Gaza continúa agravándose. Más de cien organizaciones internacionales, entre ellas Cáritas, Médicos Sin Fronteras y Oxfam, denuncian que el gobierno israelí ha restringido drásticamente la entrada de ayuda humanitaria, permitiendo solo la gestión de una fundación ligada a exmilitares estadounidenses y rechazando solicitudes de ONG independientes. Según datos de estas organizaciones, en julio no se permitió la entrada de un solo camión con suministros esenciales, lo que ha dejado millones de dólares en alimentos y medicinas varados en almacenes.

La reducción de 400 puntos de distribución de ayuda a solo cuatro, controlados por militares, ha provocado que la población se vea forzada a acudir a zonas de altísimo riesgo, donde los tiroteos y la falta de suministros básicos han causado centenares de muertes solo por intentar acceder a alimentos. Las ONG advierten de que este sistema perpetúa “un círculo vicioso de desesperación, peligro y muerte”.

Redes sociales y entidades civiles: eco global y polémica local

La convocatoria de la Global Sumud Flotilla ha encontrado un fuerte eco en redes sociales y ha sido respaldada por entidades civiles de diversos ámbitos. La narrativa de la misión, que insiste en la necesidad de “romper el cerco ilegal de Israel” y abrir un corredor humanitario, conecta con una sensibilidad global que percibe el conflicto de Gaza como una de las grandes tragedias contemporáneas.

Entre los apoyos más destacados figuran nombres de la cultura y el activismo, como Nkosi Zwelivelile Mandela, nieto de Nelson Mandela, y varios actores, periodistas y figuras públicas. La expedición ha sido presentada por sus organizadores como “la mayor misión humanitaria organizada” en la región, con la previsión de recorrer el Mediterráneo durante siete u ocho días hasta alcanzar Gaza.

Sin embargo, la movilización también ha suscitado acusaciones de antisemitismo y blanqueamiento del terrorismo, especialmente desde sectores conservadores y parte de la comunidad judía, que ven en estas iniciativas una simplificación peligrosa del conflicto y una estigmatización sistemática de Israel. El debate sobre el antisemitismo de la izquierda y la utilización política de la causa palestina se ha intensificado, reflejando la profunda polarización que atraviesa tanto la política española como la internacional.

Barcelona, epicentro del activismo internacional

No es la primera vez que Barcelona se convierte en epicentro de acciones de solidaridad internacional. La ciudad, gobernada hasta 2023 por Ada Colau y su equipo de los Comunes, ya había suspendido relaciones institucionales con Israel y su hermanamiento con Tel Aviv en respuesta a la ofensiva militar en Gaza. Ahora, la salida de la flotilla refuerza la imagen de la capital catalana como referente simbólico del activismo civil en el Mediterráneo.

La acción de la flotilla, más allá de sus efectos prácticos, pone de relieve las tensiones entre la diplomacia oficial, la acción civil y la política de gestos. Para muchos, la imagen de Colau y otros activistas navegando hacia Gaza encarna la frustración ante una comunidad internacional paralizada. Para otros, es un ejemplo más de la teatralización de la política y la dificultad de articular respuestas eficaces en conflictos de alta complejidad.

La travesía de la Global Sumud Flotilla arranca con la promesa de abrir un corredor humanitario, pero sobre todo, con la certeza de haber reavivado, una vez más, el debate sobre los límites y el sentido del activismo político en el siglo XXI.

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