¡Menuda tipa!
La tranquilidad de la localidad de Leongatha, en el estado australiano de Victoria, se vio sacudida en julio de 2023 por un hecho que pronto acaparó titulares internacionales: Erin Patterson, una mujer de 50 años, fue declarada culpable de asesinar a tres familiares y de intentar matar a un cuarto, sirviéndoles un almuerzo preparado con setas venenosas.
El plato principal, un solomillo Wellington, contenía amanita phalloides, conocido como “hongo de la muerte”, el más letal identificado por la ciencia. Tras consumirlo, Don y Gail Patterson —los padres de su exmarido— y Heather Wilkinson, tía política, fallecieron por intoxicación aguda. El único superviviente, Ian Wilkinson, sufrió daños hepáticos graves y requirió un trasplante para sobrevivir.
La investigación sobre Erin Patterson fue tan exhaustiva como mediática.
La Fiscalía sostuvo la tesis del asesinato premeditado, mientras la defensa intentó sin éxito convencer al jurado con explicaciones inconsistentes sobre el origen de los hongos. El juez del Tribunal Supremo de Victoria, Christopher William Beale, calificó la coartada presentada por Patterson —una supuesta compra accidental en una tienda asiática— como “una mentira” y subrayó la “premeditación sustancial” en sus actos. El magistrado descartó la posibilidad de rehabilitación como prioridad judicial ante la “extrema gravedad” del crimen cometido.
A día de hoy, 8 de septiembre de 2025, la sentencia establece que Patterson deberá cumplir un mínimo de 33 años en prisión antes de poder solicitar libertad condicional. La notoriedad del caso, amplificada por la cobertura mediática y los proyectos editoriales y audiovisuales ya en marcha, hace prever que su vida en prisión estará marcada por el aislamiento y el riesgo frente a otras reclusas.
El impacto emocional en las familias
Durante la audiencia final, Ian Wilkinson, único superviviente del almuerzo mortal, relató entre lágrimas cómo apenas se siente vivo tras la pérdida de su esposa y sus dos amigos más cercanos. Siete familiares leyeron declaraciones sobre el impacto psicológico y social sufrido. Las víctimas eran personas queridas en su comunidad, lo que ha dejado una huella profunda y duradera en Leongatha y más allá.
La fiscalía pidió cadena perpetua sin posibilidad de libertad condicional para cada uno de los tres asesinatos y 25 años por intento de asesinato. La defensa argumentó posibles trastornos mentales como Asperger o TDAH, pero el juez desestimó dichas pruebas por falta de credibilidad clínica. El caso fue comparado con otros crímenes considerados especialmente crueles en la jurisdicción australiana.
Repercusión legal y social
El uso deliberado de amanita phalloides para causar muertes en un entorno familiar es extremadamente raro. Australia ha visto muy pocos casos similares; la jurisprudencia local considera estos crímenes entre los más atroces. La sentencia busca enviar un mensaje claro sobre las consecuencias penales del asesinato premeditado utilizando métodos insidiosos.
El proceso judicial ha puesto sobre la mesa debates éticos sobre salud mental, responsabilidad criminal y cobertura mediática excesiva. Muchos australianos siguen cuestionando los motivos reales detrás del crimen, pues Patterson nunca ofreció una explicación convincente.
Este caso ha generado debate sobre seguridad alimentaria doméstica y conocimiento popular acerca de hongos silvestres. Expertos han recordado que apenas unos gramos de amanita phalloides pueden resultar fatales.
La comunidad local ha organizado vigilias por las víctimas; varios grupos sociales piden mayor control sobre venta y consumo de hongos no identificados.
