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Hemos de amar y no matar al otro

Ángel Sáez García 31 Jul 2025 - 20:00 CET
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HEMOS DE AMAR Y NO MATAR AL OTRO

Si no siempre, casi siempre que alguien se queja con razón de haber sido molestado por otro, suelo rememorar una locución latina de Ulpiano, en concreto, la que dice así: “Iuris praecepta sunt haec: honeste vivere, alterum non laedere, suum cuique tribuere”, o sea, estos son los principios del derecho: vivir honestamente, no molestar al otro y dar a cada uno lo suyo.

Hoy, a esta hora, las cinco de la tarde, de la última jornada de las fiestas patronales de Tudela (Navarra), en honor de Santiago, santa Ana y san Joaquín, miércoles 30 de julio de 2025, me apetecería un montón decir y/o escribir, básicamente, lo contrario, pero, si pretendo (y reconozco que esa ha sido mi primera y precipua intención aquí) ser honesto, he de proferir y/o anotar la verdad, aunque sea dura de escuchar y/o de leer, que ya la largaron y/o dejaron escrita, si no todos, el grueso de los autores clásicos que abordaron y se ocuparon del asunto en cuestión antes que tú, atento y desocupado lector, pues me consta que también escribes, y quien firma abajo estos renglones torcidos, servidor: que el ser humano es un bípedo implume que sufre y hace sufrir (incluso a sí mismo, como de eso vino a trenzar, verbigracia, Publio Terencio Africano en su “Heautontimorumenos” o “El hombre que se castiga a sí mismo”), unas veces, sin obtener placer, y, otras, gozando a tope, disfrutando de lo lindo.

Acaso no debamos amar a Dios sobre todas las cosas y los casos (por las sencillas razones de peso de que no existe y de que no lo necesitamos para que nuestra existencia, mero producto del azar, aunque carezca de sentido, tenga para nuestros amigos y deudos, la gente que nos conozca y nosotros alguna validez, aunque sea escasa, pues tal vez nos sirva para seguir peregrinando por este valle de lágrimas, sin decidir cortar por lo sano, esto es, suicidarnos), pero sí hacerlo, un día sí y otro también, sin excepción, al congénere o semejante con el que congeniamos (o chocamos), que puede estar a nuestro lado o lejos, muy lejos, como, por ejemplo, el colectivo gazatí, el pueblo palestino, que, si no está siendo exterminado paulatinamente, está dejado de la mano del Dios de cuantos creen en Yahveh, que así se llama el de los judíos israelíes.

Como comprendí otrora, ahora también entiendo el motivo por el que el Dios cristiano (eso nos contaron hasta la saciedad quienes intentaban persuadirnos de la verdad que acarreaba todo ello) murió: para redimirnos a quienes creímos y aún creen en él de todos nuestros pecados, sobre todo, el de matar, que lo protagonizamos a diario, al permitir (por omisión) que las armas del ejército israelí (por orden del Gobierno presidido por Benjamín Netanyahu) sigan asesinando niños, gente inocente, en la franja de Gaza, y una legión continuemos sin levantar la voz y mirando hacia otro lado, sin tomar cartas en el asunto, a favor de la vida, única que disponemos.

Así que ahí va, en forma de soneto, mi granito de arena.

 

¿QUIÉN NO VE EL GENOCIDIO HODIERNO EN GAZA?

 

Seas creyente, ateo o lo que sea,

Si no eres invidente ni estás sordo,

Me vas a comenzar a caer gordo,

Si no optas por frenar al que hoy “gasea”.

 

Al semejante que a otro no desea

Que no vea tan negro, como un tordo,

Su presente y futuro, yo lo abordo:

¿Quien goza yendo sucio no se asea?

 

Quien no ve el genocidio hodierno en Gaza

Y no suma su voz a quien proclama

Que la sangre infantil allí derrama

 

Y es la muerte por hambre una amenaza

Con su silencio ayuda a quien perpetra

El susodicho infierno, sí, a la letra.

 

   Ángel Sáez García

   angelsaez.otramotro@gmail.com

Ángel Sáez García

Ángel Sáez García (Tudela, 30 de marzo de 1962), comenzó a estudiar Medicina, pero terminó licenciándose en Filosofía y Letras (Filología Hispánica), por la Universidad de Zaragoza. Casado (con la literatura —en traducción libre, literaria, “si la literatura no lo es todo, no vale la pena perder una hora con ella”, Jean-Paul Sartre dixit—, solo con […]

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