¿Quién los bautizo y a quién pertenece?

El Golfo de México: ¿Puede Trump cambiarle el nombre?

Expertos cuestionan la viabilidad legal y las implicaciones geopolíticas de la iniciativa del presidente estadounidense

El Golfo de México
El Golfo de México. PD

Menuda la que se ha armado con el Golfo de México.

Y lo acongojante es que todo indica que Donald Trump va en serio.

En un giro inesperado que ha sacudido el tablero geopolítico, el recién investido presidente de los Estados Unidos ha lanzado una propuesta que ha dejado boquiabiertos a propios y extraños: cambiar el nombre del Golfo de México por «Golfo de América«.

Esta iniciativa, anunciada durante su discurso inaugural el pasado 20 de enero de 2025, ha desatado un torbellino de reacciones en la comunidad internacional y ha puesto sobre la mesa una serie de interrogantes sobre la soberanía marítima y las relaciones diplomáticas en la región.

Pero, ¿puede realmente Trump cambiar el nombre de un cuerpo de agua que ha sido conocido como Golfo de México durante siglos?

La respuesta corta es: no es tan sencillo como firmar una orden ejecutiva.

El Golfo de México, esa vasta extensión de agua que baña las costas de MéxicoEstados Unidos y Cuba, tiene una historia que se remonta mucho más allá de la fundación de estas naciones modernas.

El nombre «Golfo de México» se ha utilizado desde al menos 1540, cuando los exploradores españoles comenzaron a cartografiar la región.

En aquella época, también se le conocía como «Seno Mexicano» o «Golfo de la Nueva España«, reflejando el dominio colonial español sobre la zona.

La pretensión de Trump de rebautizar estas aguas como «Golfo de América» no solo ignora siglos de historia, sino que también pasa por alto complejas cuestiones de derecho internacional marítimo.

El cambio de nombre de un cuerpo de agua internacional requeriría el consenso de todos los países ribereños y la aprobación de organismos internacionales como la Organización Hidrográfica Internacional (OHI).

La presidenta de México, la antiespañola Claudia Sheinbaum, no tardó en responder a la propuesta de Trump con una mezcla de ironía y firmeza.

En una de sus ya famosas conferencias mañaneras, Sheinbaum proyectó un mapa de 1607 que muestra los territorios del norte de México y parte de Estados Unidos fusionados, sugiriendo con sorna:

«¿Por qué no le llamamos ‘América mexicana’? Se oye bonito, ¿no? Desde 1607, la Constitución de Apatzingán era de América mexicana. Entonces, vamos a llamarle así».

La respuesta de Sheinbaum no solo pone de manifiesto la complejidad histórica de la región, sino que también subraya la improbabilidad de que una decisión unilateral de Estados Unidos pueda cambiar la denominación de un accidente geográfico compartido por varias naciones.

Pero más allá del nombre, ¿a quién pertenece realmente el Golfo de México?

La respuesta no es sencilla y está regida por el derecho internacional marítimo.

Actualmente, México cuenta con una zona económica exclusiva de 829.000 kilómetros cuadrados en el Golfo, mientras que Estados Unidos posee 662.000 kilómetros cuadrados.

Ambos países comparten acuerdos sobre los límites del territorio marítimo, tanto para la navegación como para las actividades económicas.

La importancia económica del Golfo de México para ambas naciones es innegable. Alrededor de la mitad de la capacidad de refinado de petróleo y procesamiento de gas natural de Estados Unidos se encuentra a lo largo de sus costas.

Además, las aguas del Golfo abastecen aproximadamente el 40% del marisco consumido en el país norteamericano.

La propuesta de Trump se enmarca en una serie de declaraciones y amenazas dirigidas hacia México desde el inicio de su segundo mandato.

El presidente estadounidense ha acusado a su vecino del sur de estar «esencialmente» controlado por los cárteles de la droga, a los que pretende designar como organizaciones terroristas.

Además, ha reiterado su amenaza de imponer aranceles si el gobierno de Sheinbaum no consigue detener de manera radical el tráfico de fentanilo hacia Estados Unidos.

El cambio de nombre del Golfo de México no es la única propuesta controvertida de Trump en materia de geografía política.

En su discurso inaugural, también mencionó su intención de «retomar» el control del Canal de Panamá, argumentando que «China está operando el canal de Panamá. Pero no se lo dimos a China. Se lo dimos a Panamá, y lo vamos a retomar».

Estas declaraciones han generado preocupación entre los expertos en relaciones internacionales.

El Dr. Juan Pérez, catedrático de Derecho Internacional en la Universidad Complutense de Madrid, comenta: «Las propuestas de Trump no solo carecen de base legal, sino que también representan una amenaza para la estabilidad diplomática en la región. Cambiar unilateralmente el nombre de un cuerpo de agua internacional o ‘retomar’ el control de una infraestructura soberana de otro país son acciones que van en contra de los principios básicos del derecho internacional».

Por su parte, la Dra. María González, analista geopolítica del Real Instituto Elcano, añade: «Estas declaraciones de Trump parecen más un intento de proyectar una imagen de fuerza hacia su base electoral que propuestas reales de política exterior. Sin embargo, no debemos subestimar el impacto que pueden tener en las relaciones diplomáticas y en la percepción internacional de Estados Unidos».

A pesar de la aparente determinación de Trump, el proceso para cambiar oficialmente el nombre del Golfo de México sería largo y complicado.

La orden ejecutiva firmada por el presidente estadounidense instruye al Secretario del Interior a tomar medidas para realizar la modificación en el Sistema de Información de Nombres Geográficos (GNIS) en los próximos 30 días. Sin embargo, este cambio solo afectaría a los mapas y documentos oficiales de Estados Unidos, y no tendría validez internacional.

Para que el cambio de nombre fuera reconocido a nivel global, Estados Unidos tendría que presentar una propuesta formal ante la OHI, que luego tendría que ser aprobada por consenso por todos los países miembros.

Dado que México y otros países de la región se oponen firmemente a esta iniciativa, las posibilidades de que el cambio se materialice son prácticamente nulas.

Mientras tanto, la propuesta de Trump ha generado reacciones diversas entre la población estadounidense.

Algunos de sus seguidores ven la iniciativa como un acto de patriotismo y una afirmación de la soberanía nacional. Otros, sin embargo, la consideran una distracción innecesaria de problemas más urgentes que enfrenta el país.

En las redes sociales, el hashtag #GolfoDeAmérica se ha convertido en tendencia, con usuarios de ambos lados de la frontera compartiendo memes y comentarios irónicos sobre la propuesta.

Un tuit particularmente viral muestra un mapa con el Golfo de México renombrado como «Mar de Tacos«, con la leyenda:

 «Si vamos a cambiar nombres, al menos hagámoslo divertido».

A modo de curiosidad, cabe mencionar que esta no es la primera vez que se propone cambiar el nombre del Golfo de México.

En 2012, un legislador estatal de Mississippi presentó un proyecto de ley para renombrar las aguas frente a la costa de su estado como «Golfo de América». La propuesta, que fue ampliamente ridiculizada en su momento, nunca llegó a materializarse.

Otro dato interesante es que el Golfo de México no siempre ha tenido este nombre.

En la antigüedad, los mayas lo llamaban «Huach«, que significa «su agua» o «el agua«. Los aztecas, por su parte, lo denominaban «Tenochtitlan Anáhuac«, que se traduce como «el mundo del agua«.

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