Suenan cada día más fuerte los tambores de guerra.
En los corredores del poder en Washington, el debate sobre cómo abordar el régimen de Nicolás Maduro cobra fuerza.
El recuerdo de la invasión a Panamá en 1989, que resultó en la caída del dictador Manuel Noriega, se presenta como un posible modelo a seguir, aunque las similitudes son, en muchos aspectos, engañosas.
En Venezuela, la fuerza militar chavista y la posibilidad de un conflicto prolongado complican cualquier opción de intervención directa. Las recientes maniobras militares estadounidenses en el Caribe y el endurecimiento del discurso oficial en Caracas intensifican la tensión y generan incertidumbre sobre los próximos pasos.
La estrategia estadounidense sigue marcada por un halo ambiguo.
La Casa Blanca despliega músculo bélico en el Caribe mientras lanza advertencias claras pero también deja abierta la puerta a posibles negociaciones. La experiencia panameña indica que acciones rápidas son viables contra regímenes débiles e isolados; sin embargo, Venezuela no se asemeja a Panamá en absoluto. Las repercusiones humanas, políticas e incluso geoestratégicas derivadas de cualquier intervención serían considerablemente mayores.
El régimen encabezado por Maduro confía en crear un clima disuasorio basado en el caos: no promete vencer en una guerra convencional sino transformar cualquier conflicto en un verdadero quebradero para quien intente ocupar su territorio; prevé fragmentación social, violencia desatada e incluso riesgo anárquico.
Aunque su capacidad bélica es modesta comparada con potencias mayores, la amenaza latente de un conflicto duradero junto al impacto regional continúan siendo factores relevantes que influirán sobre las decisiones desde Washington.
La historia nos enseña que los paralelismos rara vez son exactos o sencillos. El futuro inmediato para Venezuela parece depender ahora mismo del desarrollo estratégico entre actores donde cada movimiento implica riesgos colosales.
El precedente de Panamá y sus limitaciones
La caída de Noriega fue un proceso acelerado. En cuestión de días, las tropas estadounidenses lograron derrocar al régimen e instaurar un gobierno aliado. Sin embargo, los analistas advierten que el contexto actual es radicalmente distinto. Venezuela cuenta con una población mucho más grande, una geografía más compleja y una red de lealtades políticas y militares forjadas a lo largo de dos décadas de chavismo.
- En 1989, la operación militar en Panamá movilizó cerca de 27.000 soldados estadounidenses.
- El régimen panameño poseía fuerzas armadas pequeñas y desorganizadas.
- La resistencia fue escasa y no se produjo una insurgencia significativa posteriormente.
En cambio, en Venezuela la incertidumbre es mayor. Aunque el régimen de Maduro muestra un aparente poderío militar, la realidad operativa no coincide con la propaganda oficial. A pesar de ello, la fragmentación social y la existencia de milicias leales al chavismo podrían convertir cualquier intento de ocupación en un escenario conflictivo y duradero.
Capacidad militar del chavismo venezolano
Los datos sobre el poder militar venezolano ofrecen una imagen confusa: cifras infladas en los informes oficiales contrastan con serias dudas sobre la efectividad real de las fuerzas armadas. Los últimos reportes sitúan a Venezuela en el puesto 50 del ranking mundial de poder militar, siendo la novena potencia del continente americano; sin embargo, está muy lejos de alcanzar a Estados Unidos.
Estructura y efectivos
- Se reportan 123.000 soldados activos, según el Instituto Internacional de Estudios Estratégicos (IISS).
- A esto se suman 220.000 milicianos y 8.000 reservistas que complementan las fuerzas armadas.
- El gobierno ha proclamado contar con hasta 4,5 millones de milicianos, llegando a hablar en ocasiones de “ocho millones dispuestos a defender la patria”, cifras que muchos expertos consideran exageradas o poco realistas.
- El mando militar está altamente politizado; hay más de 2.000 generales para una tropa que apenas supera los 120.000 efectivos, lo cual refleja cómo se utilizan los ascensos como herramienta para asegurar lealtades políticas.
Armamento y tecnología
- La Fuerza Aérea venezolana cuenta con unos 30 cazas, principalmente Sukhoi Su-30MK2 rusos y F-16 estadounidenses antiguos, además de 10 helicópteros de combate.
- Su arsenal terrestre incluye 5.281 vehículos blindados, más de 700 tanques T-72B1 y vehículos VN-4 procedentes de China.
- La defensa antiaérea se apoya en sistemas rusos como el S-300VM Antey-2500 (con un alcance superior a 200 km), así como Buk-M2E, S-125 Pechora-2M y más de 5.000 misiles portátiles Igla-S, aunque solo alrededor de 700 lanzadores están operativos.
- En cuanto a su marina, hay una fragata operativa junto a dos no operativas, patrulleras costeras y un viejo submarino alemán.
- Venezuela es el único país sudamericano que posee drones armados para ataque, presentados al público en 2022.
Estado real y limitaciones
- Gran parte del material militar adquirido entre 2006 y 2011 presenta condiciones cuestionables debido a problemas con su mantenimiento y falta de repuestos.
- La operatividad efectiva tanto de los sistemas antiaéreos como de los cazas es baja según analistas independientes; muchos equipos existen solo “en teoría”.
- Las milicias y reservistas muchas veces carecen del armamento adecuado así como del entrenamiento necesario.
- La capacidad logística necesaria para mantener una guerra es bastante limitada; además, la estructura militar parece estar más enfocada al control interno que a una defensa exterior efectiva.
Escenario ante un posible enfrentamiento: ¿cómo respondería Venezuela?
La posibilidad de una intervención militar estadounidense plantea varios escenarios posibles. Uno sería llevar a cabo una campaña aérea y naval precisa con ataques dirigidos a infraestructuras clave sin necesidad de desplegar grandes cantidades de tropas terrestres. En este marco, las posibilidades venezolanas para resistir son bastante reducidas:
- Los sistemas antiaéreos podrían causar algunas bajas iniciales pero serían rápidamente neutralizados por la superioridad tecnológica estadounidense.
- Los cazas Su-30 junto con los misiles Kh-31A representan una amenaza puntual para buques o aeronaves enemigas; sin embargo, su número escaso junto con su limitada operatividad no les permite sostener un enfrentamiento prolongado.
- La respuesta naval por parte venezolana sería casi simbólica: apenas cuentan con una fragata activa y algunas patrulleras frente a la mayor flota naval del planeta.
Si se diera lugar a una invasión terrestre, lo más factible para el régimen sería adoptar tácticas guerrilleras o proseguir con una guerra prolongada. Maduro ha amenazado con “guerra prolongada” e instruido a su población sobre tácticas defensivas para dificultar cualquier ocupación extranjera incrementando así los costos políticos para Washington.
Factores externos y alianzas
Un aspecto crucial es la relación entre Venezuela con Rusia e Irán, países que han proporcionado armamento y apoyo técnico durante años. No obstante, no hay indicios claros que sugieran que estos aliados estén dispuestos a intervenir militarmente si se produce un conflicto directo con Estados Unidos.
Su asistencia se limita principalmente al suministro de sistemas armamentísticos y asesoría técnica sin enviar tropas al país latinoamericano.
En cuanto al ámbito regional, las posturas adoptadas por países vecinos como Colombia, Brasil o aquellos caribeños serán determinantes; sin embargo, por ahora predomina un ambiente cauteloso marcado por el temor ante una escalada incontrolable.
