El populismo es muy rentable. Al menos, para los ‘socialistas de caviar’ que presumen de sus orígenes humildes y que, a pesar de que han tenido cargos de poca responsabilidad, ven cómo aumentan sus cuotas de poder de la mano de la política y de los ataques contra una “casta” en la que ellos mismos terminan convirtiéndose. Una situación que se está viendo en España y que ya tenía sus ejemplos en América Latina.
En España es muy conocido que Nicolás Maduro era un chófer de autobús y sindicalista antes de sumarse al movimiento chavista que, en cuestión de años, le llevó a ocupar tanto el Ministerio de Asuntos Exteriores (durante el régimen de Hugo Chávez), así como el actual dictador del país latinoamericano (pese a que las últimas elecciones generales han sido declaradas fraudulentas por la comunidad internacional). Sin embargo, el líder de la ‘revolución bolivariana’ no ha sido el único.
El sobrino de Cristina Fernández de Kirchner, Ángel Mercado, se desempeñaba como un encargado de un almacén y supuestamente como chef, pero el acceso al poder de los peronismos facilitó que en un plazo de tres años se consolidase como el director del Banco Nación de Argentina. Ahora bien, no se trata tan solo de una situación que se vive en los países latinos o de poca experiencia democrática.
En el nuevo gobierno de España, liderado por el PSOE y Podemos, se ha podido ver cómo Irene Montero ha encontrado en la política populista el billete de entrada a la ‘casta’ de la sociedad. No sólo porque ha pasado a vivir en un costoso chalet, sino porque dio un impresionante salto de ser cajera en una tienda a convertirse en la Ministra de Igualdad del “gobierno progresista”.
La única diferencia entre Nicolás Maduro y Ángel Mercado con Irene Montero radica en los estudios superiores, ya que la esposa de Pablo Iglesias no sólo es licenciada en Psicología por la Universidad Autónoma de Madrid, sino que también cuenta con un máster en Psicología de la Educación y un doctorado.
