El Palacio de La Mareta, ese enclave privilegiado de Lanzarote donado por la Corona al Estado, se ha convertido en el epicentro del verano político español. No solo por ser el refugio vacacional favorito de Pedro Sánchez, sino por el despliegue casi cinematográfico de seguridad y los episodios que rozan lo surrealista: desde guardias civiles borrando insultos en la arena hasta denuncias por convivir con cucarachas. El presidente, tras un curso político marcado por la detención de Santos Cerdán y los escándalos que salpican al entorno socialista, busca descanso. Pero el calor no solo lo pone el clima canario: la tensión entre Moncloa y los cuerpos policiales es ya un clásico estival.
Borrar huellas: la playa como nuevo frente policial
La anécdota parece de película, pero la escena es real. Seis guardias civiles recibieron orden expresa de eliminar una pintada nada amigable dirigida a Sánchez («Pedro Sánchez, hijo de puta») en la arena de una playa cercana al palacio. El objetivo es doble: evitar tanto atentados como abucheos y retratar un entorno lo más idílico posible para el presidente. La vigilancia es férrea —el Grupo Especial de Actividades Subacuáticas (GEAS) patrulla la costa— y cada detalle se cuida con celo presidencial. Pero resulta inevitable preguntarse si no hay tareas más propias del Instituto Armado que hacer desaparecer críticas playeras a golpe de rastrillo.
Las viñetas vacacionales incluyen:
- Patrullas constantes de los GEAS y los Grupos Rurales de Seguridad (GRS).
- Control visual extremo para impedir fotos incómodas.
- Borrado exprés de cualquier mensaje negativo hacia Sánchez en las inmediaciones.
Mientras tanto, Hazte Oír ha decidido sacar partido del veto a su lona contra el presidente frente al Congreso elevándola —literalmente— con un globo aerostático que recorre España durante las vacaciones. En política, el ingenio nunca descansa.
Condiciones indignas y bichos como compañeros
Sin embargo, tras el blindaje mediático, la situación interna dista mucho del confort presidencial. Los guardias civiles desplegados han vuelto a denunciar condiciones indignas: desde tener que adelantar dinero para dietas hasta alojarse en habitaciones plagadas de cucarachas y salamanquesas. «Que se aguanten hasta que les cambien de habitáculo», señalan desde la Asociación Española de Guardias Civiles (AEGC), lamentando que la Dirección General y Marlaska «se ponen de perfil» ante unas condiciones impropias para quienes velan por la seguridad del Estado.
Algunos datos ilustrativos:
- Los 30 agentes GRS desplazados desde Tenerife, León y Madrid han tenido que adelantar 400 euros cada uno para pagar su hotel, ya que solo han recibido el 80% de las dietas correspondientes.
- Las habitaciones compartidas presentan problemas higiénicos reiterados, con insectos campando a sus anchas.
- Los cambios en las condiciones respecto a años anteriores han supuesto un empeoramiento del alojamiento para los agentes.
Como recuerda el portavoz canario de AEGC: «El asunto de las dietas es una cresta más en la cordillera de problemas… como si llevar uniforme verde nos convirtiera en seres serviles». Las protestas ciudadanas ante imágenes de baños infestados son notorias, pero parece que ni los sprays mata-bichos forman parte del equipamiento estándar.
El silencio institucional y las rencillas internas
La situación evidencia una brecha cada vez mayor entre los mandos políticos del Ministerio del Interior —con Fernando Grande-Marlaska a la cabeza— y el personal operativo. Desde las asociaciones profesionales se acusa tanto al ministro como a la directora general Mercedes González de «ponerse de perfil» ante reclamaciones laborales básicas. Las reclamaciones se repiten cada verano: dietas insuficientes, falta de medios adecuados y escasa empatía institucional.
A ello se suma la creciente presión sobre unidades clave como la UCO (Unidad Central Operativa), cuya labor investigadora sobre casos que afectan al PSOE ha generado malestar interno por supuestas injerencias políticas. La percepción es clara: mientras los agentes cumplen con rigor su deber —proteger al presidente incluso en vacaciones— sus demandas quedan relegadas a un segundo plano.
Un verano bajo vigilancia… política y mediática
El contexto político no ayuda a rebajar tensiones. La polarización social hacia Sánchez ha derivado en una campaña veraniega donde cualquier gesto —desde una pintada hasta un globo aerostático— adquiere resonancia nacional. No es casualidad que La Mareta sirva también estos días para celebrar minicumbres políticas; entre las visitas destaca la del presidente catalán Salvador Illa, figura clave ahora para Moncloa tras los últimos batacazos electorales socialistas.
El clima es tal que cualquier crítica visible se neutraliza antes incluso de llegar a ojos ajenos o cámaras indiscretas. El blindaje va mucho más allá del perímetro físico.
Curiosidades y anécdotas del caso
- El uso del globo aerostático por parte de Hazte Oír para sortear prohibiciones judiciales ha generado comentarios sobre si veremos pronto mensajes políticos surcando otros cielos vacacionales.
- Las reclamaciones sobre bichos e insalubridad han llevado a algunos agentes a bromear con pedir «plus de peligrosidad entomológica».
- El himno interno recuerda cada día el lema: «Vigor, firmeza y constancia». No está claro si esto incluye aprender técnicas exprés para borrar grafitis playeros.
- Pese a todo, los agentes insisten en cumplir su deber «en defensa de la Constitución y las libertades», mientras esperan que algún año llegue un verano sin sobresaltos… ni sorpresas bajo la cama.
