El día de ayer en el Congreso se vivió una auténtica vergüenza cuando Bildu criticó «las cacerías», «los señalamientos» y «los matones» en la política española. Para completar el esperpento, el PSOE lo justificó y les dio la razón.
Durante un intenso debate, la portavoz de EH Bildu, Mertxe Aizpurúa —también conocida por su seudónimo periodístico, Maite Soroa— se posicionó como defensora de la democracia. Lo que más llamó la atención no fue solo lo dicho, sino la inmediata aprobación del PSOE, que decidió no distanciarse del discurso abertzale, sino justificarlo.
Mientras otras formaciones políticas exigen a Bildu una condena clara e incondicional del terrorismo, el partido de Pedro Sánchez han optado por minimizar las críticas, justificando así las palabras de Aizpurúa y alineándose con su narrativa sobre el «odio» generado por algunos medios.
Este episodio, que podría parecer una escena sacada de una comedia oscura si no fuera tan serio, ha generado una fuerte indignación entre las víctimas del terrorismo y amplios sectores de la opinión pública.
Resulta desconcertante ver a Bildu, un partido heredero de la organización terrorista ETA, denunciando prácticas que solían ser parte de su propia estrategia política.
Es como si un pirómano comenzara a dar lecciones sobre cómo prevenir incendios.
No es un detalle menor recordar que Aizpurúa fue condenada en 1984 por apología del terrorismo y que durante años estuvo al frente de los diarios Egin y Gara. En esos medios, bajo el pseudónimo Maite Soroa, marcaba objetivos para ETA, especialmente periodistas y opositores políticos. Portadas infames como «Ortega vuelve a la cárcel» o titulares fríos sobre el asesinato de Miguel Ángel Blanco son parte del oscuro legado que persiste en la memoria colectiva de muchos españoles.
Y parece que las viejas costumbres no han desaparecido: la de Bildu ha vuelto a cargar contra ciertos periodistas a quienes acusa de «generar odio» y tildarles de «agitadores ultraderechistas», llegando incluso a pedir su expulsión del hemiciclo. Este cambio argumental resulta irónico, considerando su propio pasado.
Resulta irónico que quien defendía la violencia durante las décadas pasadas ahora critique lo que considera «odio» proveniente de periodistas críticos con su partido.
Por esta razón, el reportero Bertrand Ndongo le ha preguntado a las afueras del Congreso sobre la evidente contradicción entre su discurso y sus acciones.
«Sus palabras sobre ‘matones’, ‘ultras’ y ‘encapuchados’ ha llamado mucho la atención. ¿Cómo puede usted hablar de matones cuando ha sido condenada por terrorismo? Recordamos su imagen rodeada de encapuchados de ETA. ¿En nombre de quién habla usted de matones y violentos si toda su vida ha estado junto a ellos o habla por conocimiento de causa?».
Las reacciones por parte de las asociaciones de víctimas del terrorismo no se han hecho esperar. Estas organizaciones han denunciado que el Gobierno de Pedro Sánchez está favoreciendo la «normalización» de una formación que no ha condenado los 3.800 atentados perpetrados por ETA. Con amargura, varios representantes han manifestado: «Sánchez permite que Bildu se presente como pacifista desde La Moncloa mientras a nosotros nos ignora».
Para estas víctimas, escuchar a Aizpurúa hablar sobre seguridad y criticar los «señalamientos» es una verdadera ofensa. Muchos recuerdan cómo ella misma les señalaba desde su tribuna periodística, convirtiéndolos en blanco para los terroristas. La ironía se torna dolorosa cuando quien formó parte activa de esa maquinaria ahora se presenta como defensora del diálogo y la convivencia.