Cayetano González – Las cuidadoras.


MADRID, 18 (OTR/PRESS)

Trini, Juani, Transi, Lina. Cuatro nombres que a la inmensa mayoría de los lectores de esta columna no les dirán nada. Sin embargo, para quien esto suscribe, tienen un significado muy especial. Son cuatro mujeres excepcionales que han cuidado, con inmenso cariño y mucha entrega, a mi madre, durante los casi cinco años en que una enfermedad, lenta pero implacable, le fue minando su salud, hasta su fallecimiento acaecido hace unos días en su querida, en mi querida, ciudad natal de León.

En estas cuatro cuidadoras quiero hoy rendir un sincero homenaje de agradecimiento y de reconocimiento a todas esas personas que por profesión y/o devoción se dedican al cuidado de personas mayores o no, pero que están enfermas e impedidas para llevar a cabo una vida normal. Un homenaje a todas esas personas -cuidadoras, enfermeras, médicos, celadores, auxiliares, monjas- que en hospitales, en residencias de la tercera edad o en casas particulares, realizan una labor abnegada, sacrificada, aplicando sus conocimientos profesionales pero sobre todo, su cariño y entrega, para hacer la vida mas agradable a quienes ya no se pueden valerse por si mismas.

He de confesar que la experiencia vivida con las cuidadoras de mi madre me ha reconciliado con una sociedad en donde muchas veces lo que más sobresale es un egoísmo, un materialismo, un relativismo personal o colectivo que nos hace a todos un poco peores. He de reconocer que estaba equivocado. En la sociedad actual, también hay muchísimas personas buenas en el más profundo sentido de la expresión. Personas que mas allá de una contraprestación económica son capaces de desvivirse por los demás, de darse al otro y de poner en su labor ese punto de amor, de delicadeza y de cariño que hace que las cosas adquieran una dimensión mucho mas elevada que lo puramente humano y material.

Por eso mi homenaje en el día de hoy y desde esta columna a todas las personas que en muchos lugares realizan esta labor de acompañar, de cuidar, a personas que lo necesitan. Se que hay muchas Trinis, Juanis, Transis o Linas por esos mundos de Dios. Pero como son personas anónimas, desconocidas para el gran público, que no ocupan ningún espacio en los medios de comunicación, que nunca tendrán el reconocimiento público que se merecen, por eso me parecía de justicia dejar constancia pública de su comportamiento. Y además, porque de esa manera cumplo con algo que siempre me enseñó mi madre y que no es otra cosa que ser muy agradecido. Gracias Trini, Juani, Transi, Lina, de todo corazón.

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