Julia Navarro

La tragedia de Alepo

La tragedia de Alepo
Julia Navarro. PD

Mientras en Alepo se continúa con la evacuación de civiles, Europa se ha visto sacudida por la violencia terrorista con el atentado de Berlín, casi al tiempo en que un fanático turco asesinaba al embajador de Rusia en Turquía precisamente al grito de Alepo.

Cuesta encontrar palabras nuevas para analizar estos hechos más allá de los lamentos y las declaraciones oficiales de rigor.

Lo cierto es que en Alepo miles de personas aguardan impacientes por abandonar una ciudad, la suya, donde han sido rehenes de los insurgentes, la mayoría de ellos militantes del ISIS y sus filiares , armados hasta los dientes por Arabia Saudita socio de Estados Unidos y de Europa (¡ay el petróleo!) y también por los propios países europeos amen de por los propios Estados Unidos.

Estados Unidos y la UE han jugado una vez más a aprendices de brujo apostando por las llamadas «primaveras árabes» que han resultado un fiasco y cuyo resultado es una mayor desestabilización de la región. Y en esa apuesta fallida por las «primaveras árabes» se enmarca el apoyo a los insurgentes que vienen luchando contra el régimen de Bashar al-Assad .

Que Bashar al-Assad es un dictador es evidente. Que viene gobernando Siria con mano de hierro, lo mismo que hizo su padre, es otra evidencia indiscutible. Pero también es una evidencia la hipocresía de Occidente que con una mano apoya a unos dictadores y con la otra combate a otros dictadores.

Occidente, léase Estados Unidos y la U.E, mantienen fortísimas relaciones económicas y por tanto de amistad con Arabia Saudita el país que sustenta a buena parte de los grupos islamistas radicales. Y Arabia Saudita es una dictadura férrea en manos de una familia que no es mejor que la de los Assad. Como no lo son las dictaduras del Golfo Pérsico a cuyos jeques se les trata con una deferencia nauseabunda.

Así que Occidente tiene su cuota parte de responsabilidad en todo lo que sucede en Siria, en los miles de muertos y desplazados que ahora no quiere acoger y a los que les cierra sus fronteras. Pero de eso no se habla sino que se hace hincapié en la responsabilidad de Rusia e Irán por su apoyo al dictador Bashar al-Assad. Lo que es cierto, claro que sí, pero tan cierto como que Occidente tampoco tiene las manos limpias por sus negocios con Arabia Saudita ni por haber apoyado a grupos insurgentes que son primos-hermanos del ISIS.

Y mientras miles de personas sufren y mueren por estos juegos geoestratégicos de los poderosos.

No puedo dejar de estremecerme cuando contemplo a través de la pantalla de la televisión los rostros rendidos de tantas mujeres y niños que quieren escapar de Alepo, por esos padres desesperados que intentan que al menos sobrevivan sus hijos, por esos ancianos que han perdido todo y que a las ruinas de Alepo suman sus vidas arruinadas.

Todo esto me lleva a preguntar si además de los ciudadanos sirios que están sufriendo esta guerra, si además de los supervivientes de Alepo, las grandes potencias quieren de verdad la paz. Porque si de verdad quieren la paz deberían de sentarse ante la mesa de negociación y no levantarse hasta llegar a un acuerdo en el que prime no sus intereses sino que realmente los vencedores sean los ciudadanos sirios. Me temo que pedir esto es tanto como siendo adulto escribir una carta a los Reyes Magos.

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