Europa frente al espejo: lo que la UE debería aprender de Israel (y de Estados Unidos)

Europa frente al espejo: lo que la UE debería aprender de Israel (y de Estados Unidos)

En las últimas décadas, se ha producido una creciente disparidad en el nivel de vida, en la estructura social, en la cohesión cultural y en la resiliencia estratégica entre Estados Unidos e Israel, por un lado, y la Unión Europea, por otro. Mientras Europa parece avanzar hacia una lenta y melancólica descomposición, marcada por el estancamiento económico, el colapso demográfico y la pérdida de identidad civilizacional, tanto Estados Unidos (en su versión no woke) como el Estado de Israel exhiben rasgos de vitalidad, cohesión nacional, dinamismo tecnológico y sentido estratégico de supervivencia que Europa debería estudiar con humildad. Este trabajo propone un análisis comparativo entre ambos modelos, enfatizando lo que Europa puede —y debe— aprender, si desea no solo perdurar, sino también preservar aquello que aún le queda de su antigua grandeza.

I. Demografía y cohesión nacional: la fuerza de la identidad compartida

La UE es hoy una amalgama de naciones envejecidas, fracturadas internamente y cada vez más dependientes de una inmigración masiva que lejos de integrarse, impone con frecuencia patrones culturales ajenos e incluso hostiles a la tradición europea. Israel, en cambio, ha logrado construir una sociedad moderna, plural pero cohesionada, articulada en torno a una identidad nacional fuerte y claramente definida. Su tasa de natalidad, especialmente entre la población judía, se sitúa entre las más altas del mundo desarrollado (3,1 hijos por mujer), frente al 1,5 —y en caída libre— de la mayoría de los países de la UE.

A diferencia del modelo europeo de multiculturalismo desintegrador, Israel ha optado por un modelo integrador, basado en el hebreo como lengua vehicular, el servicio militar obligatorio como escuela de ciudadanía, y una narrativa nacional profundamente enraizada en la historia, la religión y la supervivencia. La nación israelí se concibe como una comunidad de destino, no como una simple agregación de consumidores o votantes.

II. Innovación, defensa y frontera: el dilema Esparta vs. Atenas

Europa ha elegido ser Atenas sin Esparta: refinada, ilustrada, tolerante, pero sin escudo ni lanza. En su declinación posmoderna, ha renunciado al derecho-deber de proteger sus fronteras, de distinguir entre amigo y enemigo, de priorizar a sus ciudadanos frente a los forasteros y de castigar a quienes violan la ley y el pacto civil.

Israel, por el contrario, ha comprendido —como Estados Unidos en sus mejores momentos— que la civilización requiere murallas, tanto físicas como culturales. Que no hay libertad sin orden, ni paz sin fuerza. Que los criminales no respetan el buenismo jurídico ni los pactos entre particulares si no hay un poder que los haga valer. Que el Estado tiene como primera misión proteger a los suyos, incluso a costa de desagradar a las ONG o a los tribunales internacionales.

Israel invierte cerca del 5% de su PIB en defensa. Cuenta con un sistema de innovación tecnológica envidiable, directamente vinculado a la seguridad nacional, con startups de ciberseguridad, inteligencia artificial y biotecnología que colaboran con el Estado. Su estrategia nacional no se basa en sueños utópicos de gobernanza global, sino en la realidad concreta de enemigos externos e internos que desean su destrucción.

En este marco, Israel no duda en identificar y neutralizar a su “quinta columna” interior —término que Cicerón utilizó para referirse a los enemigos internos, los más peligrosos de todos, porque se disfrazan de conciudadanos mientras conspiran para la ruina del Estado desde dentro. Europa, en cambio, da poder institucional y recursos públicos a quienes desean su aniquilación: islamistas, indigenistas, wokeistas, enemigos declarados del orden natural, del derecho romano, de la familia y de la herencia judeocristiana y grecorromana que la hizo grande.

III. La economía del sacrificio frente a la economía del subsidio

Mientras la UE multiplica las ayudas, los fondos, los estímulos y los subsidios para tapar los agujeros de un sistema que no funciona, Israel ha apostado por una economía de resiliencia, donde el esfuerzo, la inversión en talento, y la responsabilidad individual y colectiva aún importan. Ha sido capaz de integrarse al comercio global sin perder soberanía. Ha sabido fomentar una burguesía tecnológica patriótica, no una oligarquía extractiva y apátrida como en buena parte de Europa.

El contraste es claro: Europa subsidia la decadencia; Israel premia el mérito y la contribución al bien común.

IV. El discurso del vicepresidente estadounidense en Múnich: un espejo cruel para Europa

En la Conferencia de Seguridad de Múnich, el vicepresidente de Estados Unidos pronunció un discurso que ha provocado un seísmo institucional en la UE. No dijo nada que no fuera cierto: denunció la deriva autoritaria de los gobiernos europeos, el uso de leyes contra el “discurso de odio” para censurar a los disidentes, la criminalización de la oración en espacios públicos, la corrupción judicial al servicio de la ideología progresista, y la incapacidad de Europa para defender sus fronteras y su cultura.

Se refirió al caso de Rumanía, donde se anuló el resultado electoral tras la victoria de un candidato euroescéptico. Recordó los casos en Reino Unido y Escocia donde orar en silencio puede ser delito. Denunció la manipulación del concepto de “desinformación” como herramienta de represión ideológica. Y advirtió contra el “Gobierno de Davos”, una oligarquía tecnocrática que desprecia a los pueblos y quiere gobernarlos sin contar con ellos.

El vicepresidente reclamó un retorno a la verdad como fundamento de la libertad, y citó a Juan Pablo II: “La verdad os hará libres”. Europa, al parecer, prefiere la mentira cómoda, el consenso artificial y la mediocridad subsidiada.

V. Conclusión: ¿elegirá Europa la vida o la decadencia?

Europa debe decidir si quiere seguir siendo una Atenas sin Esparta, condenada a repetir la historia de su caída, o si se atreverá a reaprender las virtudes de la defensa, del coraje cívico, de la protección de sus ciudadanos frente a los criminales y de sus fronteras frente a los bárbaros. Debe reconocer que no hay civilización sin ley, sin fuerza legítima, sin religión, sin familia, sin identidad y sin voluntad de permanencia.

Israel y Estados Unidos, pese a sus errores, han comprendido que el futuro pertenece a quienes creen en algo más grande que sí mismos. A quienes están dispuestos a luchar por lo suyo. Europa todavía está a tiempo de salvarse. Pero no le queda mucho tiempo.

Apéndice: Indicadores comparativos (2024)

IndicadorUE (media)IsraelEE.UU.
Natalidad (hijos/mujer)1,53,11,78
Gasto en Defensa (% PIB)1,5%4,9%3,5%
Gasto en I+D (% PIB)2,2%5,4%3,4%
PIB per cápita (USD)39.00054.00078.000
Carga fiscal (% PIB)41%32%27%
Participación laboral (%)69%76%75%

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