Las leoninas condiciones del acuerdo entre los jefes de Estado y de Gobierno de la Eurozona para desbloquear un tercer rescate a Grecia han demostrado que el referéndum de Alexis Tsipras era una maniobra para convertir al pueblo griego no ya en partícipe; ni siquiera en cómplice; sino directamente en responsable.
Mientras el ala más a la izquierda de Syriza, capitaneada por el ministro Panagiotis Lafazani, brama contra un pacto que vaticina que llevará a la «destrucción» de Grecia, el primer ministro intenta sofocar el motín interno.
Y, en medio del ruido de sables, Yanis Varoufakis, el hombre al que Tsipras entregó en sacrificio a la UE como gesto de buena voluntad, ha decidido salir de su confinamiento -poco le ha durado- y empezar a dar entrevistas. Como si su exjefe no tuviera bastantes frentes abiertos.
En la primera después de su destitución como ministro de Finanzas, a la revista británica New Statesman, Varoufakis apunta sus cañones directamente contra España. Como también contra Portugal, Italia e Irlanda.
El hombre que acusó a la troika de hacer terrorismo contra Grecia en una portada de El Mundo se queja en la entrevista de que esperaba que los países más endeudados, esos cuatros, fueran los mejores aliados para el Gobierno heleno, los que empatizaran con sus problemas. Por contra, según él, se convirtieron en «los más enérgicos enemigos».
Según Varoufakis, la «mayor pesadilla» de esos cuatro gobiernos era que el éxito del Ejecutivo heleno. «Si conseguíamos negociar un acuerdo mejor les habríamos comprometido políticamente. Habrían tenido que responder a su gente por qué no negociaron como nosotros».
Ya hacía mucho que Syriza no cargaba contra el Gobierno de Mariano Rajoy, pero no es la primera vez. En febrero Tsipras acusó a España y Portugal de formar un «eje contra Atenas» y de tratar de «derribar» su Ejecutivo.
