Siglo y medio después de la publicación de una de las mejores novelas de toda la literatura española, esta versión teatral nos la acerca fielmente, una inmersión en aquella españa de los primeros años de la Restauración tras el fracaso de la revolución liberal del 68, en el ambiente de una burguesía conservadora que se reafirmaba en las tradiciones tras fracasar en su salto adelante. Sobresaliente adaptación y una notable dirección, puesta en escena e interpretación para un viaje verídico a un pasado tan lejano y tan reciente.
Se trata de una obra naturalista que retrata con dureza el ambiente de una ciudad de provincias dominada por una clase alta ociosa y un clero que impone una moral hipócrita y asfixiante. Se trata de un drama sobre la opresión social de la moral y la ideología imperantes vigente en todas las épocas y geografías. La joven Ana Ozores se ha casado deslumbrada y por conveniencias con un hombre importante, Víctor Quintanar, que la duplica en edad y que la mima y cuida pero que puede satisfacer unos lógicos deseos sexuales que ella sublima en visiones religiosas, histerias y jaquecas. Víctima de los enredos de su confesor -el influyente sacerdote Fermín de Pas- y de los de un señorón aprovechado -el amigo del marido Álvaro Mesía- no podrá, no sabrá o no querrá cambiar su vida cuando le surja la oportunidad
Dice Eduardo Galán, adaptador del texto: ‘Soy consciente de que es imposible reflejar en su totalidad el ambiente opresor, represor y falso de la sociedad vetutense de La Regenta, que con tanta precisión nos muestra Clarín en sus más de mil páginas de la novela’. Bueno, no carguemos las tintas a la moda, porque ambiente opresor, represor y falso se vivía en todas partes y no solo en aquella época. Lo que tiene de especial es que no siempre hay un ‘Clarín’ para captarlo.
‘He intentado -continúa- mostrar la doble moral de algunos de sus representantes, la ambición y la codicia de doña Paula, el deseo carnal de don Fermín de Pas encubierto en un aparente deseo de paternidad espiritual con Ana Ozores, la profunda desolación determinista de Ana Ozores, una mujer abatida por la falta de madre y de hijos, a la vez de estar casada con un hombre mayor que ha perdido el deseo por ella y se comporta como un padre compasivo. He creído oportuno enfocar la historia desde el punto de vista de Ana Ozores. Para ello me he servido de dos recursos teatrales muy de nuestro tiempo: el flashback [en español serio, analepsis, interrupción de la acción en curso para presentar los hechos que, ocurridos en un tiempo anterior, guardan relación con ella] y los fragmentos narrativos en los que Ana nos descubre su yo más íntimo y oculto. El lenguaje de los diálogos conserva el sabor a época y el estilo de ‘Clarín’ a la vez que evita arcaísmos y sintaxis antigua para acercar el texto a nuestro tiempo’.
Dice la director, Helena Pimenta: ‘Es La Regenta una novela inmensa en todos los sentidos. Llevarla al teatro se antoja una tarea casi imposible, pero una vez tomada la decisión, se hace necesario responder a la pregunta de si vamos a ser fieles al texto. La respuesta es sí. En la adaptación para la escena que abordamos, necesariamente condensada, nos importa la historia que cuenta pero, nos interesa especialmente cómo lo cuenta el autor, su lenguaje. El lenguaje obedece a un sistema de pensamiento y es precisamente ese sistema particular de Clarín lo que queremos conocer y en el que queremos sumergirnos. Abrimos la puerta a otra época para poner un espejo. Se trata de reconocer las partes de nosotros en las que se agitan los comportamientos de personajes de otro siglo. Destaca el uso de la voz del narrador, que nos ofrece un juego extraordinario; de encarnación de personaje en forma de diálogos, de la mirada que ellos hacen sobre sí mismos en el monólogo interior y del viaje a sus cabezas, a sus verdaderos deseos, mediante el uso del estilo indirecto referido, cargado casi siempre de ironía’.
La narración dramatizada es el recurso clave de la puesta en escena para poder resumir la trama en una duración llevadera. Y es el gran acierto de adaptador y directora, no exento de dificultades para ellos y para el espectador, pues es ejercido por anónimos sosias de algunos personajes que irrumpen interrumpiendo la acción y creando dificultades en el ya de por sí exigente movimiento actoral de ocho personajes en muy diferentes entornos.
Pero todo es salvado con éxito. La producción es contenida en gasto y eso ha obligado a una escenografía muy simple en la que la imnaginación supla a una ambientación de época. José Tomé y Marcos Carazo resuelven la papeleta con un esbozo de casita por cuya puerta llegan los personajes y a cuyas ventanas se asoman; no tiene mayor problema, pero en escena del casino, no funciona. La iluminación de Nicolás Fischtell ayuda mucho en simular vida interior en este simple decorado y el vestuario de Yaiza Pinillos es adecuado, salvo en el caso de que la criada Petra aparece vestida como si fuera la misma condesita Visi.
El reparto consigue absoluta verosimilitud. Destacaríamos la sobresaliente Pepa Pedroche en esa doña Paula, madre dominante del Magistral de la Catedral y provisor en la Diócesis de Vetusta, así como a Francesc Galcerán en su doble papel del amigo Frigilis y del deán Cayetano, ambos representantes de la buena gente ovetense, que también la había. El triángulo habitual aquí es un complicado cuadrado, en el que convencen los protagonistas, Ana Ruiz como Ana Ozores y Alex Gadea como Don Fermín, resulta Joaquín Notario como el marido, don Victor Quintanar, y rechina un tanto Jacobo Dicenta como Álvaro Mesía, con una caracterización de anciano más que de maduro.
Estamos ante personajes exigentes, personajes de novela decimonónica y no marionetas de teleserie, personajes de complejidad psicológica especialmente la joven Ana y el sacerdote Fermín, en profundo desgarramiento interior entre obligaciones externas y deseos reprimidos, entre supuestas altas y supuestas bajas pasiones, lo que en el caso del clérigo se complica aún más con codicia y venganza.
Esta dramatización de la gran novela es una propuesta valiosa por el desafío enfrentado y el resultado obtenido. Más centrada conceptualmente -con tintas menos cargadas, para entendernos- que la ópera en tres actos estrenada en octubre pasado en el Teatro Real una con música de María Luisa Manchado Torres y libreto de Amelia Valcárcel y Bernaldo de Quirós. A ambos notables acercamientos a La Regenta, sumaríamos la interesante versión teatral que en 2012 estrenaron Marina Bollaín y Vanessa Montfort en los teatros del Canal para construir una acertada crítica de la maledicencia social ambientada en nuestros días donde la telebasura y la jauria correcta de las redes sociales son mucho más destructivos que las murmuraciones boca a boca de entonces. En las reseñas de ambas que entonces escribimos hay comentarios sobre Leopoldo Alas y La Regenta que merecen recordarse, pero no repetirse.
A la edición de La Regenta le escribió el prólogo Benito Pérez Galdós: ‘Consolémonos de nuestro aislamiento en el rincón occidental, reconociendo en familia que nuestro arte de la naturalidad con su feliz concierto entre lo serio y lo cómico responde mejor que el francés a la verdad humana; que las crudezas descriptivas pierden toda repugnancia bajo la máscara burlesca empleada por Quevedo, y que los profundos estudios psicológicos pueden llegar a la mayor perfección con los granos de sal española que escritores como D. Juan Valera saben poner hasta en las más hondas disertaciones sobre cosa mística y ascética. Para corroborar lo dicho, ningún ejemplo mejor que La Regenta, muestra feliz del Naturalismo restaurado, reintegrado en la calidad y ser de su origen, empresa para Clarín muy fácil y que hubo de realizar sin sentirlo, dejándose llevar de los impulsos primordiales de su grande ingenio… Su obra es grande y rica, y el que esto escribe no acertaría a encerrarla en una clara síntesis, por mucho empeño que en ello pusiera. Otros lo harán con el método y serenidad convenientes cuando llegue la ocasión de ofrecer al ilustre hijo de Asturias la consagración solemne, oficial en cierto modo, de su extraordinario ingenio, consagración que cuanto más tardía será más justa y necesaria’.
VALORACIÓN DEL ESPECTÁCULO (del 1 al 10)
Interés: 9
Versión: 8
Dirección: 8
Interpretación: 8
Escenografía: 7
Producción: 7Teatro Fernán Gómez, Centro Cultural de la Villa
LA REGENTA
Adaptación de la novela de Leopoldo Alas Clarín
Del 4 de febrero al 3 de marzo de 2024Adaptación: Eduardo Galán
Dirección: Helena PimentaReparto:
Ana Ruiz – Ana Ozores
Alex Gadea – Don Fermín
Joaquín Notario – Victor Quintanar
Jacobo Dicenta – Álvaro Mesía
Pepa Pedroche – Doña Paula
Francesc Galcerán – Frigilis / Cayetano
Lucía Serrano – Petra / Visi
Alejandro Arestegui – VegallanaAdjunto de dirección José Tomé
Ayudante de dirección Almudena Ramos
Diseño de escenografía José Tomé y Marcos Carazo
Diseño de iluminación Nicolás Fischtell
Diseño de vestuario Yaiza Pinillos
Vestuario Sastrería Cornejo
Música original y espacio sonoro Iñigo LacasaProducción ejecutiva Secuencia 3
En coproducción con Teatro Fernán Gómez, Centro Cultural de la Villa
Con la colaboración de: Serveis de l’Espectacle Focus, Pentación, Saga Producciones, Hawork Studios y Olympia Metropolitana.De martes a sábado a las 20:00 horas
Domingos y festivos a las 19:00 horas (festivos entre semana a las 20:00h)
Duración 115 minutos aprox.Entrada general – 22€
Martes y miércoles – 17€ (día del espectador)
Tarifa reducida: 18€ (Todos los días): Carné joven, mayores de 65, familia numerosa, desempleados y carné de bibliotecas municipales de Madrid.

