Había algo de ultimátum en el aire de Vitoria. Si la continuidad de Xabi Alonso dependía de ganar, cumplió el técnico vasco. Si dependía de convencer, el crédito se le acorta. El Real Madrid venció al Alavés (1-2) en una noche fría y espesa, con Vinicius y Rodrygo como salvavidas de un equipo que camina sin alegría ni identidad.
Un Madrid sin sonrisa
Cuesta más entusiasmarse con el juego blanco que con los gestos de su entrenador en la banda. El Madrid se mueve entre la apatía y la rutina, incapaz de sostener una idea de presión o de ataque durante más de media hora. Empieza bien, se diluye rápido, y vive atormentado por su propia fragilidad. Xabi gesticula, sufre y grita. En el gol de la victoria, corrió la banda como si se quitara un peso de encima.
Dominio sin filo
El técnico quiso intervenir desde el primer minuto, con Tchouaméni incrustado entre centrales y laterales muy abiertos —Valverde por la derecha, el joven Valdepeñas por la izquierda—. Bellingham y Güler querían darle orden a un ataque que tenía nombres pero poca claridad. El dominio era total, pero inofensivo. El gol, cómo no, llegó en una transición: robo, pase filtrado, y Mbappé definiendo como quien lo ha hecho toda la vida.
Desconexión y milagro de Courtois
El tanto, lejos de asentarse al Madrid, lo desordenó. Retrocedió líneas y cedió balón y moral. Antonio Blanco, exmadridista, tomó el timón del Alavés y Mandizorroza se calentó. Solo Courtois mantuvo la ventaja con una parada de las que valen puntos. Pero el descanso no trajo mejoresías: la segunda parte fue una sucesión de temores y faltas de precisión. Xabi veía tambalearse su proyecto mientras Coudet, desde la otra banda, acertaba con los cambios.
El susto y el respiro
Entró Carlos Vicente ya los pocos segundos se convirtieron en oro un pase majestuoso de Antonio Blanco. El VAR confirmó lo que todos temían: Rüdiger rompía el fuera de juego. El empate aumentó las alarmas. Pero el Madrid, tan intermitente como imprevisible, volvió a sacar algo de orgullo. Vinicius, errático todo el partido, ganó una carrera que valía un rescate. Su centro encontró a Rodrygo, que marcó el 1-2 y abrazó al técnico. Oxígeno puro.
Sobrevivir sin fútbol
El final fue un ejercicio de resistencia. Brahim y Mastantuono pusieron piernas en defensa y Courtois mantuvo la calma. Hubo un penalti claro sobre Vinicius que el VAR ignoró, otra polémica más en una noche confusa. El pitido final no llevó alivio, sino respiro. Xabi vive un día más al frente del Madrid, pero el brillo, ese que distingue a los grandes equipos, sigue sin aparecer.

