El gobierno se confiesa

“El paro se come el ‘efecto Plan E’”, titulaba El País en su edición digital del pasado viernes. La información completa producía escalofríos. Desciende imparable la afiliación a la Seguridad Social, lo que, de seguir así, pondría en peligro todo nuestro sistema de protección social. Exactamente eso en lo que el Gobierno dice que se está gastando el dinero. El nuestro. El mismo con el que los socialistas catalanes pagan informes para controlar a los periodistas, y saber quién es afecto y quién no, en lugar de leer los periódicos.

El mismo dinero por el que Montilla cobra exactamente el doble que Zapatero. Las mismas perras, cuartos o pelas que la subida del IVA, regionalizado para favorecer esencialmente a una Cataluña que nos vende hasta las piolas, va a poner en manos del tripartito. A la Andalucía chavista, de la que son uno de cada cuatro parados, se le mantiene el PER, arma fundamental contra el paro. Contra la posibilidad de que acabe, quiero decir. El caso de la fresa en Huelva, para la que se tendrán que traer ochocientos moros, porque no hay un solo parado dispuesto a trabajar, causa escándalo o bochorno. O risa.

Entretanto, De la Vega comenta los datos anteriores y sostiene que “el gobierno va en la buena dirección (…), remontando poco a poco”. Es un consuelo saber que nos hundimos hacia arriba. De eso habla el informe del Fondo Monetario Internacional, escoria capitalista, que afirma que no vamos a levantar cabeza hasta 2014 y que la deuda nos dejará otra vez en la cuneta de la Historia. Mientras los demás se recuperan, nosotros remontamos hacia abajo. El premio Nobel de Economía de 2004, Edward Prescott, dice que “Zapatero hace todo lo contrario de lo que debería”. Al coro se han sumado ya desde el valle de los caídos Jordi Sevilla y Pedro Solbes, que conocen bien el paño, la piel del amo. ¿No son suficientes pruebas de una conspiración contra Z?

Pero el PZOE, ese partido refundado para gloria de Z, no se rinde. Sus huestes, las Chicas de la Cruz Roja, viajan ya las Españas transmitiendo el mensaje de la nueva economía, el reparto de molinillos para que soplemos y colaboremos en la extensión de las energías alternativas. Y las bobillas. ¡Oh!, perdón, un acto fallido, que decía Freud: quise escribir “bombillas”.

Así lo contaba el martes de la pasada semana La Opinión de Murcia, pág. 50, siguiendo a EFE. Según EFE, la ministra Bibiana Aído, metáfora del buen uso de los fondos públicos, en una reunión con jóvenes investigadores en Málaga “destacó el reto de la nueva Ley de Economía Sostenible ‘porque hay que sentar unas bases diferentes para que España tenga un nuevo patrón de crecimiento’(…) y añadió que impulsarán (…) incentivos para la investigación, el desarrollo –tecnológico- y la innovación (I+D+i) y medidas para renovar el sistema productivo para ‘una sociedad más competitiva y más justa’ ”. Detengámonos un momento en esta última afirmación, cepo irresuelto de la socialdemocracia, que Aído, pobretica mía, no aclara: ¿qué entiende el socialismo por justo?

Si es dar a cada uno lo que se merece (la competitividad, irremediablemente, desiguala, selecciona), entonces puede que alguna vez creen sociedades más competitivas y justas. Pero si es, como hasta ahora, como en ese sistema educativo que quieren maquillar sin reconocer por qué quieren maquillarlo, si la justicia para ellos siguen siendo el PER y la ESO, todos iguales, trabajen o no, todos en el mar de vodka igualitario y sindical con que el ‘socialismo real’ envileció los países en los que se impuso, entonces no hay futuro. Todos punkis, otra vez: no way out, no futur.

Lo fascinante, sin embargo, es el final de la información, en el que se atribuyen a Aído palabras proféticas: “Sin el estímulo de la investigación ‘jamás’ –contundencia ministerial- se podrá salir de la crisis”. Siamo in accordo, signora. Sin estímulo jamás se saldrá de la crisis: sin el reconocimiento del trabajo y el mérito que ustedes han extirpado de nuestra juventud, sin la pasión por el saber. Sin la emulación de los mejores, y gobernados por los mejores, y no por los/las/les/lis/lus que no le hacen sombra al autócrata.

Confieso que me reí leyendo a Aído, como casi siempre. Pero la sonrisa se me heló, también como casi siempre, cuando cayó encima de mí la realidad: un somero resumen de los presupuestos para 2010. ¿A qué no saben qué capítulo es el que más baja? Acertaron. I+D+i. Hasta causar la dimisión de uno de nuestros principales investigadores, Mariano Barbacid.

La verdad es que ya no creo ni que sean mentirosos. El mentiroso tiene cierto decoro al mentir, te considera digno de un mínimo de puesta en escena. Pero estos no tienen recato. O nos toman por tontos o los tontos son ellos. Debe de ser eso, que estamos ante un gobierno de tontos del haba (y tontas, no seamos sexistas) que no se ponen de acuerdo ni para los embustes.

Lleva razón Aído: con ellos no saldremos jamás. Para pillarlos no hay ni que investigar.

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