¿Qué está pasando aquí?

“En la más luminosa oscuridad”

Ahí está la madre del cordero

Prensa, Periodismo, Medios, Radio y Propaganda
Prensa, Periodismo, Medios, Radio y Propaganda. PD

Me pregunto, a veces, si la tonta no seré yo. Porque, lo que observo diariamente a mi alrededor, tal parece que nadie fuera capaz de verlo también. Y no me tengo por una persona especial.

La gente con la que hablo, y no es poca, precisamente, nada de nada; los Medios de Comunicación que leo, escucho y veo, tampoco dan la impresión de haberse enterado.

¿Qué está pasando aquí?

Porque los hechos son contundentes; no sólo eso: también resultan fáciles de comprobar, están todos al alcance de cualquiera; pero, amigos, a la hora de sacar conclusiones de ellos, es como si la inmensa mayoría, casi la totalidad de la población, se mostrara incapaz de sumar dos y dos; peor aún, de entender que aquí está fallando algo; algo que, día a día, parece desafiar la más elemental lógica, dejar en ridículo al sentido común.

Vayamos con esos hechos:

Primero: somos el pueblo soberano; eso significa que de nuestra santa voluntad dependen Leyes, cargos y comportamientos todos.

Segundo: Cada cierto tiempo, cuatro años como mucho, se nos pregunta quién queremos que nos gobierne.

Tercero: Salga el que salga, y siempre salen los mismos, no se hacen el menor caso a sí mismos; actúan y legislan, no sólo contra lo prometido; también se dedican a controlar, prohibir, arruinar y, sobre todo, a oprimir; estamos cada vez más cerca de una feroz dictadura, que, si no somos capaces de derrotarla, ¡y pronto, que la cosa corre prisa! terminará siendo un calco, no sé si de la venezolana actual o de la nazi de los años treinta.

A eso, exactamente  a eso, es a lo que nos están dando a elegir: Maduro o Hitler. Y no otra cosa. Como suena.

Cuarto: la inmensa mayoría de la población, parece no enterarse; de hecho, elección tras elección, apoya masivamente, en algunos casos con evidente entusiasmo, a toda esta panda de golfos e incompetentes.

Y Quinto: ni un solo Medio de Comunicación, que yo sepa, ha reparado en la incongruencia, en el sinsentido que nos está llevando a la destrucción. ¡Ni uno!

Hasta aquí, los  hechos.

Que algo muy raro está sucediendo aquí, no cabe la menor duda.

Es llegado el momento de las interpretaciones, de intentar dar con la causa primera de este despropósito y, en consecuencia, buscar una salida, algún antídoto al veneno que nos están haciendo tragar a diario.

Voy a intentarlo.

Al revés de como mandan las buenas costumbres, empezaré por la solución; espero que, a partir de ella, aparezcan nítidas las causas de todo este desastre.

Allá va:

¿Por qué, en vez de preguntarnos quién queremos que nos gobierne los próximos cuatro años, no se nos pide que digamos claramente lo que queremos que se haga a lo largo de ese período?

Exactamente se procede así cuando, en cualquier Empresa, un subordinado se dirige a su Jefe: “¿qué ordena usted que haga?”

Esa es la costumbre; y es una buena costumbre, por eso se aplica siempre; salvo en el política, claro; allí se nos pide que elijamos quién ha de cumplir nuestras órdenes; pero de cuáles sean esas órdenes, ni media palabra.

Los mismos, exactamente los mismos, supuestamente encargados de llevar a efecto el programa correspondiente… ¡son los que deciden cuál ha de ser el programa en cuestión! Y, peor todavía, dado que el personal no tiene ni arte ni parte a la hora de decidir lo que ha de hacerse, sucede, en lógica consecuencia, que tampoco dispone de  medios eficaces para imponer el exacto cumplimiento de ese programa.

Eso no tiene sentido. Ninguno. Y bien caro lo estamos pagando.

Ahí está la madre del cordero.

Me parece que ahora es cuando empieza a entenderse casi todo. ¿He dicho “casi”? Muy rácana me he levantado hoy.

Dicho de otro modo, esa es la solución: exactamente, volver a las buenas costumbres; las de toda la vida.

¿Qué sucedería si, como debería ser, se nos preguntara cuáles son nuestras órdenes??

Evidentemente, muchos y variados serían los deseos de la, ahora sí, población soberana, dueña total de sus destinos.

No hay que ir a Salamanca para saber cuáles serían las peticiones más votadas; más votadas, muy cerca de la unanimidad; y en democracia, lo que debe contar es la opinión de las mayorías. ¿O no? Y más mayoría que ésta…

El orden de preferencias, ya sería harina de otro costal; pero, no ya los deseos, ahora las órdenes, no serían muy distintas a las que siguen; porque la gente, la mayoría de la gente, ahora sí estaría de acuerdo, tiene perfectamente claro los que quiere: en román paladino, que las cosas les vayan bien.

Vamos con esas órdenes: poner fin a la invasión, recuperar la agricultura, la ganadería, la pesca y la minería; aumentar nuestros recursos energéticos; acabar con el gasto inútil, lo que significaría menos impuestos, menos paro, menos deuda, menos enchufados y menos corrupción; mayor prosperidad, en suma; derogar todas las Leyes totalitarias que nos están haciendo la vida imposible; y, hablando de Leyes, imponer su Imperio y la igualdad de todos los ciudadanos ante ella.

En menos palabras, y ponga cada cuál su particular orden en la lista: prosperidad, seguridad, libertad, paz e igualdad, esta última, entendida ante la Ley y, también, en lo tocante a oportunidades.

¿Cabe la menor duda de que la inmensa mayoría de la población, preguntada de este modo, se mostraría prácticamente unánime?

A partir de todo  lo anterior, es cuando empiezan a  entenderse las causas de nuestra cada vez más penosa situación: la corrupta mafia que hoy controla hasta el último resorte de nuestra convivencia, ha dado con el truco, vaya que sí.

Primero, ha procedido astutamente a dividirnos; necesitan forofos, seguidores incondicionales de los diversos Partidos, hoy, los amos del cotarro; para ello, han propiciado toda clase de enfrentamientos; cuánto más cruda sea la guerra, mayor se hará la fidelidad de sus seguidores; y, en consecuencia, menor atención prestará la gente a lo verdaderamente fundamental: “qué” quieren que suceda, no “quién” desean que se haga con los mandos.

Han conseguido la barbaridad de que se vote, mayoritariamente, a la contra; han llevado a una mayoría a cometer la estupidez de considerar lo único prioritario que no gobierne “el otro”. Lo demás, para ellos, carece de importancia. Vamos, oscuridad total.

La casusa, pues, radica en la ambición, sin escrúpulo alguno, de los más golfos del lugar.

Mientras lo único que podamos decidir es si aquí mandan los unos… o los unos, también, de ésta no salimos.

Detectado el mal y, en consecuencia, la solución, sólo queda dar con el modo más rápido y eficaz de poner fin a la canallesca ruta hacia el abismo por la que está siendo conducida nuestra  España.

A los pueblos, jamás los han movido las masas; sólo los grandes líderes son capaces de provocar profundos movimientos sociales; de aquí sólo nos sacará un reducido grupo de personas decentes, capaces, decididas y con capacidad de arrastre.

Así pues, necesitamos dar con esos guías que, primero, nos hagan ver, con claridad, dónde estamos realmente y, segundo, nos conduzcan por el mejor camino para escapar del abismo.

Para ello es preciso que algún Medio de Comunicación promueva el deseable y salvador terremoto; ponga la primera piedra del saludable edificio que hemos de construir entre todos;  forzosamente, habrá de ser alguna pequeña plataforma de Internet, porque los grandes, ya se sabe quién los controla. Y para qué, claro.

Esa debe ser la pequeña mecha que encienda la luminosa, la masiva ilusión que tanto necesitamos.

¿Serán capaces de sumarse a esta liberadora causa cada vez más empresas de Comunicación,  por modestas que sean, y, también movimientos sociales no contaminados?

Difícil será, por supuesto que sí. Hay demasiado egoísmo inconsciente suelto por ahí.

Nadie piense que el corrupto Poder que nos oprime vaya a quedarse cruzado de brazos ante la menor reacción ciudadana; pero no es menos cierto que, si no lo intentamos, será, no ya difícil, sino, lisa y llanamente, de todo punto imposible.

Pues eso.

 

Elena Sánchez

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