Y era el tiempo pasado y no vivido, el oculto secreto que tus labios silenciaban, en el lento pasar de los años perdidos que, voraces, el brillo tus ojos habían devorado, ahogándote en un débil lamento que a nadie importaba; el lastimero quejido de un corazón herido que al Cielo clamaba, entre el conformismo y la rabia.
Y perdidos en la soledad del gentío vociferante, tus ojos tristes y dolidos, afanosos aún buscaban el nacimiento de una ilusión que tu vida llenara, aunque tan solo fuera durante unos segundos; lo que dura un fugaz cruce de miradas…
Lo que dura en pasar tu vida ante ti, cuando la tierra tus huesos reclama.
Y era tu mirar ausente, y era tu mirar lejano, el secreto desafío que nadie quiso recoger.
Era un mudo grito desgarrador al cielo de los corazones solitarios, por todas las ilusiones que nunca pasaron de ser más que sueño; llamas encendidas en el ingrato altar de la esperanza, que ni el voraz correr de los años pudo apagar, y que, ahora, como agonizantes rescoldos aún brillaban, alumbrando la senda hasta tu alma solitaria, para que aquel desconocido que siempre esperaste, tal vez algún día pudiese encontrar el camino hasta tu casa.

