Hay un momento antes de que el velero aparezca en la botella. Un momento de anticipación, de tener entre las manos esa icónica botella azul de Mar de Frades, fría, pero no tanto. Esperas. Y entonces, como por arte de magia, el trazo blanco de un velero navega sobre el cristal azul. Es la señal. El vino ha alcanzado su temperatura perfecta. Esta vez, sin embargo, no es para un Albariño tranquilo. Es la invitación a una experiencia nueva: descubrir el Mar de Frades Brut Nature, el primer espumoso de método tradicional elaborado con uva 100% Albariño dentro de la Denominación de Origen Rías Baixas.

Hablamos de una revolución silenciosa, gestada durante más de doce años en el corazón del Valle del Salnés. No es una moda pasajera, sino la consecuencia lógica de una obsesión: explorar todos los matices que la uva Albariño puede ofrecer. Mar de Frades, una bodega que ya era sinónimo de innovación dentro de la tradición, ha vuelto a desafiar las expectativas.

“Supimos interpretar el viñedo para conseguir que la uva albariño fuera óptima para poder aplicar el método de elaboración de espumosos tradicionales, lo que en su momento fue una absoluta revolución”.

Quien habla es Paula Fandiño, la enóloga y directora técnica de Mar de Frades. Su nombre es indisociable de este proyecto. Con una formación cimentada en la Universidad de Santiago de Compostela y las riendas de la bodega desde 2007, Fandiño es hoy reconocida como una de las mayores expertas en la variedad Albariño. Tanto es así que en 2016 la prestigiosa revista británica Drinks Business la incluyó entre las 10 mujeres enólogas más influyentes de España. Su trabajo no es solo hacer vino; es entender el territorio y traducirlo a la botella.

Pero, ¿qué significa exactamente reinterpretar el Albariño?

Significa no conformarse. Buscar nuevas expresiones sin traicionar nunca el origen. Este Brut Nature es el ejemplo máximo. No es un Albariño al que se le ha inyectado gas. Es un espumoso de guarda, un vino serio y complejo que nace con vocación de perdurar.

Todo comienza en el viñedo. Mar de Frades cultiva con esmero sus propias viñas, no solo en la clásica zona del Salnés, sino también, desde 2016, en la Ribeira do Ulla. Esta subzona, la más al norte e interior de la D.O., aporta un perfil de acidez y una tensión frutal única. La vendimia es un acto manual y cuidadoso, con cajas de apenas 15 kilos para que la uva llegue intacta a la bodega. Allí, se prensa con una delicadeza extrema. Solo se busca el corazón del mosto, la parte más pura y elegante.

Luego viene la paciencia. Ese mosto fermenta lentamente, a baja temperatura, con levaduras autóctonas del propio viñedo. Es el primer paso para capturar la identidad del lugar. Después, el vino base reposa durante un año sobre sus lías finas. Este contacto le confiere redondez y complejidad. El siguiente paso es el alma del método tradicional, el méthode champenoise: una segunda fermentación dentro de la misma botella en la que el vino llegará al consumidor.

Aquí es donde la magia se vuelve ciencia y arte. El vino duerme durante largos meses en la penumbra de la bodega, criando lentamente sobre sus lías. Este proceso, la crianza sobre lías, es fundamental. Es lo que aporta esos matices de pan tostado, brioche y almendra que tan bien dialogan con la acidez natural del Albariño. El degüelle, el momento en que se expulsa el sedimento, también es manual. Un detalle más que refleja la búsqueda de la excelencia.

El resultado en la copa es un espumoso de un amarillo dorado con reflejos limón. Al acercarla a la nariz, el primer impacto es una bocanada de Atlántico. Es inconfundible. Aromas a agua de mar, aire salino, un golpe de frescor que inmediatamente te transporta a las rías. Luego emergen notas de eucalipto, manzana verde, pera y un fondo de pan tostado y almendra cruda. Es un nariz complejo y vibrante.

En boca, la promesa se cumple. Es un vino amplio, sabroso y envolvente. La burbuja es finísima, una textura cremosa que no agrede. La acidez, marcada pero perfectamente integrada, estructura el vino y le da una verticalidad impresionante. Es esa acidez atlántica, la firma de los mejores Albariños, la que asegura su gran potencial de evolución en botella. El final es fresco, largo y persistente, con un regusto salino que invita a seguir bebiendo.

Y aquí llega una de sus grandes virtudes: la versatilidad. Este no es un vino solo para brindis excepcionales. Es un vino para vivir. Para abrirlo con unos mejillones al vapor, con unas navajas a la plancha o con una tortilla de erizos. Es el compañero perfecto para el marisco más fresco, donde su salinidad innate crea una armonía absoluta. Pero también se atreve con platos más contundentes, como un guiso de marisco o incluso con unos ibéricos de bellota, donde su acidez corta la grasa a la perfección. Incluso para la alta cocina, su complejidad lo convierte en un aliado excepcional.

Con 60 hectáreas propias y una colaboración estrecha con 200 viticultores locales, Mar de Frades ha construido un proyecto que es, ante todo, un reflejo del territorio. Su compromiso con el viñedo, cuidando el suelo y el entorno, es la base sobre la que se asienta la pureza de sus vinos. Este Brut Nature es quizá su expresión más audaz.

Mar de Frades Brut Nature no es solo un espumoso. Es una declaración de intenciones. Una prueba de que la tradición y la innovación, cuando caminan de la mano, pueden crear algo genuinamente revolucionario. A un precio de 29 euros, es una oportunidad para brindar con un pedazo de la historia reciente del vino gallego.

Una historia que, sin duda, acaba de empezar.