Pero no todo es malo. Hay famosos con los que da gusto estar.
No hay mejor momento para demostrar la verdadera naturaleza de un famoso que las ruedas de prensa. Y aunque forma parte de su trabajo de promoción, muchas veces, las celebrities se portan como verdaderos ‘bichos’ con los periodistas ¿Quién es el peor de todos?
Las ruedas de prensa suelen ser caóticas. Decenas de periodistas se pelean para conseguir cinco minutos a solas con el personaje famoso de turno pero casi nunca se consigue, y si se consigue es peor. Casi todos terminamos preguntando lo mismo, el entrevistado se siente como un pedazo de carne y se enfurruña. Los fotógrafos gritan, dan órdenes y suelen superar el límite de tiempo para tomar fotos por lo que ralentiza el proceso. Los organizadores se ponen nerviosos ya que quieren quedar bien con todo el mundo y les da por despachar al personal mientras que los reporteros se quejan y terminan hablando más de las incidencias que de lo que se estaba promocionando, ya sea una película, una serie, un programa o un evento deportivo.
Es aquí, en mitad de esta vorágine, cuando un famoso demuestra lo que es. Fundamentalmente existen dos tipos de celebridades: los falsos y los que no lo son. De hay aquí se sacan variantes. Por ejemplo: un ‘falso divo’ es aquel que te trata con condescendencia, que responde a tus preguntas pero que siempre tiene que dejar claro que es superior a tí. Enfrente tenemos al divo de verdad, aquel que ni se molesta en tratarte con educación, que ve al periodista como un enemigo y no te da tregua. De aquí pasamos a los buenrollistas del todo a cien, los que van de colegas con el reportero pero son tan exagerados en sus formas que nadie les cree. Luego está el tímido, ese famoso que te teme más a tí que tú a él y que se suele confundir injustamente con el ‘divo’ cuando en realidad es un animalillo indefenso.
Luego está el famoso profesional. Es aquel que sabe perfectamente lo que está haciendo, el que esconde bien sus cartas para que el periodista no cruce el límite de lo personal pero que juega contigo para hacerte creer que te ha dado una exclusiva cuando en realidad no te ha dado nada. Es el que puede ser un déspota de puertas para adentro pero al que jamás pillas en un renuncio.
Porque hay que tener en cuenta una cosa. Casi nunca, por no decir jamás, importa lo que se está presentando. El periodista no quiere hablar de la obra, quiere un titular, y un titular sólo se consigue con morbo.
Sin duda, mi especie favorita de famoso es que el que está tan seguro de sí mismo y de su posición laboral, que no le importa decir lo que piensa. Desgraciadamente, de esta clase hay pocos. La más representativa de este grupo es, obviamente, Mercedes Milá, todo un animal mediático que si bien puede dejarte k.o. suele ser muy generosa en cuanto a titulares se refiere.
Los periodistas podemos ser un ‘coñazo’, es verdad. Podemos ser repetitivos, insensibles , indiscretos y torpes. Es fácil que la gente huya de nosotros como de la peste pero los famosos deberían saber que nosotros sin ellos no estaríamos aquí y que ellos, sin nosotros, tampoco.
Por esto es raro que muchas celebrities se porten tan vergonzosamente mal ante los medios. Para empezar, porque tratarnos bien es parte de su trabajo, les guste o no, y porque si desprecias a un periodista y éste quiere hacerte daño, te puede amargar pero bien.
Una de las peores experiencias profesionales que recuerdo, fue hace muchos años, cuando hacía prácticas en una revista local de cultura. Acudí al Hotel Ritz de Madrid a la presentación de la película ‘Carmen’ de Vicente Aranda y como buen becario cumplidor, me encargué de pedir -con un mes de antemano- una encuentro a solas con la estrella del filme: Paz Pega. Cuando llegué, la sala estaba atiborrada de gente. Era inhumano. Como yo era un mindundi, acepté que el departamento de prensa de la productora me dejase en último lugar para la entrevista. Estuve veinte minutos bajo una lluvia torrencial sin poder resguardarme porque, si me iba, corría el riesgo de perder mi turno. Pasado este tiempo, y helándome de frio, se me comunicó que Vega estaba cansadísima y que se había retirado. La bronca de mi jefa fue brutal. Vamos a ver, yo por aquel entonces cobraba 150 euros por 8 horas de trabajo diarias (y eso con suerte) y esta señora se ‘cansó’ por estar 60 minutos haciéndose fotos y diciendo que su personaje era genial. Se dejó entrevistar sólo por los medios importantes y se largó. No es justo (también he de decir que mientras me empapaba bajo el aguacero, su ‘amable marido’, me miró con asco y me dió un pisotón ¿Se disculpó con alguno de ustedes? Conmigo tampoco).
Pero no todo es malo. Hay famosos con los que da gusto estar. Posiblemente, las personas más amables a las que yo he entrevistado han sido: Belén Rueda (empática, elegante y educada), Màxim Huerta (generoso y sincero), el actor Sergio Mur (divertido y humilde), Emilio Gutiérrez Caba, María Botto, Mario Casas (sobre todo al principio de su carrera) y Silvia Abascal (pero qué maja es esta mujer).
En contra, vamos a analizar los cinco personajes televisivos a los que todo periodista teme enfrentarse. Pero, antes, una pregunta: ¿Es verdad que son unos ingratos y unos bordes o se trata sólo de una fama injusta?
JORGE JAVIER VÁZQUEZ: Tímidos anónimos
El dueño del cortijo tiene fama de ser mal relaciones públicas. Es curioso que una persona que ocupa casi el 40% de la parrilla de T5, se porte de forma tan incómoda cuando es el centro de atención. Él, que conduce un programa que se nutre de reírse y de juzgar a personajes famosos, no suelte tomarse con humor que le interroguen. Recuerdo un par de veces que le entrevistaron en ‘La Noria’ (que es de la misma productora que ‘Sálvame’) y que se comportó como un auténtico niño mal criado, soberbio y agresivo. Y ya ni hablamos de cuando ‘SLQH’ le pilló borracho en plena cabalgata del Orgullo Gay (el mosqueo que se pilló fue de órdago).
No conozco personalmente a Jorge Javier Vázquez y nunca le he entrevistado pero sí lo han hecho compañeros míos y no hablan muy bien de él. Suele parecer tenso y siempre responde con una pereza cercana al desprecio.
¿Mala fama? De verdad, creo que lo suyo es pura timidez (él lo ha dicho muchas veces) por un lado y por el otro, es comprensible que como representante de un tipo de televisión que todo el mundo critica, Váquez no se fie ni de su sombra y que saque las uñas en cuanto ve aparecer a un periodista.
PEPE SANCHO: Saber tocar las teclas adecuadas
Decirle a un reportero que al día siguiente tiene que entrevistar a Pepe Sancho es dejarle una noche sin dormir. El actor tiene fama de gritón, borde y maleducado. Suyos son sus ataques de ira en pleno aeropuerto de Barajas y sus salidas de tono ante los paparazzi. Pertenece a ese grupo de artistas (capitaneados por el fallecido Fernando Fernán Gómez o por Pepe Sacristán) que desprecian, de manera visceral, a la prensa del corazón.
Pero con Pepe Sancho, el periodista también tiene la responsabilidad de saber con quién se está enfrentando. Y es que en este asunto, el reportero tampoco es una víctima. Si uno sabe tocar las teclas adecuadas y no entrar a degüello por su vida amorosa, el actor puede llegar a ser muy generoso y soltarte alguna que otra intimidad.
También hay que explicar que muchas veces el problema reside en los prejuicios que el personaje tiene para con el medio que le va a entrevistar. Si desde un periódico concreto le han puesto a parir es normal que se muestre a la defensiva. Por otro lado, debería ser suficientemente profesional como para romper esa barrera. Puede que si se porta con educación y generosidad, la historia cambie.
¿Fama injusta? Lo dicho, hay que saber tratarle y rezar para que tenga un buen día.
HUGO SILVA: El censor
La primera vez que vi a Hugo Silva fue en la presentación de la miniserie de Antena3, ‘La princesa de Éboli’. Mientras que compañeros suyos como Belén Rueda atendían a los periodistas sin prisas y con una simpatía correcta, él nos miraba por encima del hombro y les dejó bien claro a los del departamento de prensa de la cadena que sólo se dejaría entrevistar por los medios que él considerara oportunos.
Por aquel entonces corría el rumor de que el actor, incluso, se permitía el lujo de decidir qué es lo que tenían que preguntarle y lo que no. De hecho, dicen, se ponía histérico si le sacaban a relucir a Lucas, su rol en ‘Los hombres de Paco’, puesto que no quiere que le encasillasen.
También hay que explicar que muchas veces el problema reside en los prejuicios que el personaje tiene para con el medio que le va a entrevistar. Si desde un periódico concreto le han puesto a parir es normal que se muestre a la defensiva. Por otro lado, debería ser suficientemente profesional como para romper esa barrera. Puede que si se porta con educación y generosidad, la historia cambie.
¿Fama injusta? No. Tiene la que se merece.
PILAR RUBIO: La diva estrellada
Particularmente no puedo con esta mujer. Es cierto que se le critica mucho y que se le hace responsable (injustamente) del fracaso de cada uno de los programas que presenta pero es que tampoco lo pone fácil.
Y es que, mucho antes de que comenzara el linchamiento tras el batacazo de ‘OT2011’, ella ya iba de estupenda por la vida. En la rueda de prensa de la serie ‘Piratas’, por ejemplo, no se molestó en mirar a nadie a los ojos. Si contestaba era con monosílabos y con cara de «¿quién narices eres tú para atreverte a dirigirme la palabra?»
¿Fama injusta?: Puede que el estrellato le haya venido grande a esta chica. El problema es que no ha tenido la humildad de reconocerlo.
KIKO RIVERA: El horror
El hijo de la Pantoja pertenece a la peor clase de famoso: el inseguro agresivo. Sólo es majo y campechano con quien le paga. Y ni eso. Ante las cámaras (no le conozco personalmente) es de una arrogancia que pone los pelos de punta. Parece obsesionado con el dinero.
El problema es que como no tiene tablas, ni oficio concreto, ni tema de conversación interesante, se pone nervioso cuando le hacen preguntas de índole personal. Pero vamos a ver ¿de qué otra cosa va hablar este chico? ¿De la independencia catalana? ¿Del caso Petraeus? ¿Del colapso de la bolsa? ¿De qué?
¿Fama injusta? Cuando dejen de pagarle millonadas por decir banalidades, puede que se le bajen los humos.








