Por Carlos de Bustamante

(Pinar de Antequera. Acuarela de José María Arévalo)
Me llegó ayer la noticia del fallecimiento de Carlos de Bustamante, nuestro compañero foramontano, que Dios tenga en su gloria, de lo que no me cabe duda pues era muy buen cristiano, y fiel del Opus Dei. Sin perjuicio de dedicarle lo antes posible un artículo en estas páginas, continuamos publicando los artículos que de él tenemos, concretamente hasta el martes 20 de enero próximo.
Pues no tenía ni idea y no me lo podía creer: uno de los más típicos productos vallisoletanos y castellano-leoneses en general, los piñones, está a punto de desparecer, atacado por la chinche americana. Lo contaba hace unas semanas M.Belver en El Día de Valladolid. Vamos a verlo.
“El sector -explicaba el artículo- encara la temporada de recogida de la piña, que va del 11 de noviembre al 10 de abril, con cero expectativas, sin subastas por primera vez en la historia y con empresarios cambiando de productos.
Portillo pasa de recaudar un millón a cero en sus subastas
«La situación es crítica». «La recolección es cero. Nada». «La temporada este año es malísima. Peor que el año pasado». «El producto es espectacular y está en riesgo de desaparecer». Cada una de esas frases resume lo que vive el sector piñonero en Valladolid en el inicio de la temporada de recogida, que arrancó el pasado martes, 11 de noviembre, y que tendrá su fin el 10 de abril de 2026.
Valladolid cuenta con más de un 15 por ciento de las hectáreas de pino piñonero del territorio nacional. Por centrar más el tiro, según los datos del Cuarto Inventario Forestal Nacional del Ministerio para la Transición Ecológica, el 45% de la extensión forestal de nuestra provincia está formada por bosques de pino piñonero (pinus pinea), con una superficie de 60.83 hectáreas en 256 parcelas.
Pero no hay piñas, mejor dicho piñones. Y no es el primer año en crisis. La Asociación Forestal de Valladolid (Asfova) da las claves del porqué: «La chinche americana llegó a España hace más de 15 años y ha mermado la producción de piñón, cada año en mayor porcentaje. Es una de las grandes amenazas junto con el cambio climático».
Así, los 36.000 propietarios privados de montes que se calcula que hay en la provincia han ido ‘dejando a su suerte’ el terreno; no ha habido tasación desde el Servicio Territorial de Medio Ambiente; los Ayuntamientos ya no hacen subastas públicas (solamente el de Portillo llegó a recaudar un millón de euros en 2010), como tampoco se realizan desde Asfova; y muchas de las empresas piñeras han visto salida en la compra de maquinaria forestal para dar un giro a su empresa y emprender en actividades selvícolas (maderistas, leñeros…).
Piñonsol es una cooperativa con más de veinte años en el sector. Ahora son la cuarta parte de socios respecto a hace unos años. Siguen teniendo piñones de temporadas anteriores, pero apenas hay reposición y están trabajando con socios que traen las piñas de Portugal. «La cooperativa, junto a Asfova, ya dio aviso a la Junta en 2013 de la plaga de la chinche. Por ahora, no hay resultados», recuerda la gerente de Piñonsol, Amelia Pastor, que no tiene dudas de que esta temporada será «malísima, peor que el año pasado», y que el futuro del sector ahora mismo es incierto y «difícil». «Cuando empezamos a insistir a la administración que había una plaga, nos comentaron que el monte tenía sus tiempos, que era una plaga foránea y que el propio monte se reorganizaría…». De hecho, puntualiza, que hace ya años, cada 4 anualidades, la Junta trataba de forma sistemática el monte y los pinares: «Ahora no se hace. Si no se hace nada…». La cooperativa de Pedrajas de San Esteban ha diversificado con el pistacho, con el que cumplen la sexta campaña, algo de nuez y de almendra.
La chinche americana es el principal enemigo de los piñones, considerados los reyes de los frutos secos. Llegó a Italia en 1999 y en España lleva más de 15 años cuando entró por Cataluña. Se trata de un insecto chupador, que succiona el interior de la piña y provoca deformaciones en el fruto y reducción de la viabilidad de los piñones. No deja marca visible. Los tipos de daños provocados dependen del momento del ataque (de los estadios de la piña), secando por completo la piña los primeros dos años, abortando el piñón o con daños parciales el tercero, el de su recolección.
«Pasamos, hace tres años, en nuestra empresa, de recoger entre 2 y 3 millones de kilos, al año pasado, solo 700 toneladas; y este año no creo que lleguemos a las 50 toneladas», señala con dureza Javier Román, cuarta generación de Piñones Román Lorenzo, ubicada en Matapozuelos, que habla de situación «crítica» y de pasar de unos 70 trabajadores a dos o tres.
Ante la pregunta de las causas, responde también con franqueza: «Plagas, sequía… No sabemos el porqué. Tampoco lo sabe Medio Ambiente. No saben qué hacer. No hay piña y el futuro es muy oscuro». La crisis, según explica Román, arrancó en 2011-2012, aunque hubo un repunte hace tres años: «No se hace nada para controlar las plagas».
Y, al igual que otros muchos empresarios, en Piñones Román Lorenzo están cambiando de producto: «Nosotros afortunadamente tenemos alguna plantación de almendra. Hemos reconvertido la fábrica elaborando la almendra de Valladolid. Y vendemos ese producto en vez del piñón».
Desde la Consejería de Medio Ambiente no se es ajena al problema. «El sector esté en una situación muy delicada. El año pasado sí se hicieron subastas. Este año no. Creo que es la primera vez que ocurre», señala Luis Ignacio Rojo, jefe del Servicio de Gestión Forestal de la Dirección General de Patrimonio Natural y Política Forestal. Él apunta a tres claves de esta crisis: «El cambio climático; nuevas plagas; y la conversión de tierras de secano en regadío». Aunque va un poco más lejos, poniendo el acento en que el «piñón sigue siendo un producto silvestre, se recolecta. Será de las pocas excepciones. El resto, avellanas, nueces… se cultivan». Por eso, cree que una de las soluciones puede pasar por eso, «por la agricultura, que se cultive. Y el año que haya una buena cosecha que se aprovechen las masas forestales». Además responde con claridad a los tratamientos masivos: «Existieron, pero más allá de hace 30 años. A la larga generan más problemas que ventajas, porque matan todo, no solo a los bichos de las plagas. No se van a volver a hacer; pero se están estudiando otros, como la síntesis artificial de feromonas de agregación».