ESPERPENTO EN LA CIUDAD CONDAL

La decadencia de la Barcelona independentista: dos histéricas chillando como locas para el pregón de Sants

Esther López Martín y Júlia Truyol Caimari, integrantes de la compañía teatral La Calòrica

Esther López Martín y Júlia Truyol Caimari, integrantes de la compañía teatral La Calòrica
Esther López Martín y Júlia Truyol Caimari, integrantes de la compañía teatral La Calòrica. PD

Un esperpento.

Y dos histéricas cobrando del sufrido contrinuyente.

A día de hoy, 25 de agosto de 2025, Barcelona vuelve a ser el epicentro del debate cultural y político tras el arranque de la Fiesta Mayor de Sants.

El pregón, tradicionalmente un acto festivo y comunitario, ha generado una ola de reacciones y memes en redes sociales. Las protagonistas: las actrices mallorquinas Esther López Martín y Júlia Truyol Caimari, integrantes de la compañía teatral La Calòrica, que no han dejado indiferente a nadie con su intervención.

Lo que debía ser un arranque alegre se transformó en una escena digna de un episodio surrealista. «Parecen sacadas de un capítulo de Dragon Ball«, comentaban varios vecinos y asistentes tras ver a López y Truyol gritar como energúmenas desde el balcón municipal. Su intervención mezcló consignas sociales, política internacional y reivindicación feminista en un tono que muchos calificaron de histriónico y panfletario.

Las actrices lanzaron proclamas contra la derecha, criticaron la gestión del alcalde Jaume Collboni (PSOE) e incluso tildaron a Israel de «estado genocida», exigiendo al Ayuntamiento romper relaciones institucionales con el país por su actuación en Gaza. La regidora del distrito, Raquel Gil Eiróa, respaldó esta línea durante el acto, remarcando el apoyo del consistorio a Palestina y defendiendo la ruptura con Israel como gesto institucional relevante.

Reacciones vecinales: entre la perplejidad y la indignación

El espectáculo desató una cascada de comentarios en redes sociales. “Si Berlanga levantara la cabeza tendría para 200 películas”, ironizaba un usuario en X (Twitter). Otros hablaban directamente de “esperpento”, “deriva decadente” o incluso sugerían tratamiento psiquiátrico para las pregoneras. El barrio se dividió entre quienes veían la actuación como una legítima denuncia social y quienes lamentaban la politización excesiva del evento festivo.

En palabras textuales recogidas por medios digitales: “Estamos hartaaaaaas”, gritaron las actrices al cierre del discurso, frase que se convirtió rápidamente en meme. Para muchos vecinos, faltó concreción sobre los problemas reales del barrio y sobró mitin político.

Las reivindicaciones: vivienda, desahucios y denuncia internacional

Más allá del tono estridente, el pregón abordó cuestiones que afectan directamente a los residentes de Sants:

  • Precios abusivos del alquiler: “Ocho de cada diez menores de 25 años no pueden marcharse de casa”, denunciaron.
  • Desahucios recientes como el de Pepi, símbolo local del drama habitacional.
  • Crítica al proyecto urbanístico Illa Citroën y al crecimiento desmesurado de la estación de Sants.
  • Protesta contra la masificación turística que sufre Barcelona.
  • Exigencia al Ayuntamiento para tomar postura activa ante conflictos internacionales como Gaza.

La regidora Gil insistió durante su intervención en que “no se trata solo de chillar”, sino también de actuar políticamente contra lo que considera los verdaderos enemigos: la extrema derecha y el negacionismo climático.

El fenómeno viral: memes, silencio político y fractura social

El episodio no tardó en propagarse por las redes. Los vídeos del pregón circulan acompañados por comentarios sarcásticos y algunos insultos. La frase final “Estamos hartaaaaaas” fue reinterpretada por usuarios para señalar tanto la saturación política como el hastío ante la deriva festiva del barrio.

Sorprende el silencio institucional por parte de Junts per Catalunya. La concejal Neus Munté, adscrita a Sants-Montjuïc, optó por celebrar el inicio festivo sin mencionar el polémico discurso. Los reproches se repartieron tanto hacia las autoridades políticas responsables como hacia las propias actrices, acusadas por algunos vecinos de no aportar soluciones reales ni propuestas concretas para los problemas cotidianos.

Contexto político: Collboni ante una ciudad fragmentada

La gestión cultural y política del alcalde Jaume Collboni está bajo escrutinio. Tras la etapa convulsa con Ada Colau, muchos esperaban mayor moderación en los actos públicos. Sin embargo, los últimos acontecimientos demuestran que Barcelona sigue siendo escenario de tensiones ideológicas profundas.

La decisión municipal de romper relaciones con Israel, vetar su presencia en congresos locales e incluso impedir la entrada al país al propio alcalde han sido gestos muy simbólicos pero controvertidos. Collboni viajará ahora a Jordania para visitar instalaciones humanitarias palestinas en busca de soluciones diplomáticas que eviten volver con las manos vacías tras el incidente diplomático con Israel.

Fiesta mayor convertida en campo ideológico

El caso del pregón evidencia cómo las celebraciones populares se han convertido en espacios para disputar narrativas políticas y sociales:

  • Las fiestas mayores acogen discursos cada vez más reivindicativos.
  • Personalidades públicas aprovechan estos altavoces para lanzar mensajes sobre vivienda, feminismo o política internacional.
  • La polarización se hace patente tanto entre vecinos como entre partidos políticos.

El cartel irreverente recientemente criticado por el Arzobispado para La Mercè 2025 anticipa nuevas polémicas culturales en Barcelona este año.

¿Qué queda para los barceloneses?

Barcelona afronta sus fiestas mayores inmersa en debates sobre identidad social, gestión municipal y representación ciudadana. El pregón viralizado es solo una muestra más del pulso ideológico que atraviesa la Ciudad Condal.

Mientras unos celebran que se escuche la denuncia social —aunque sea entre chillidos— otros lamentan que espacios tradicionalmente festivos se transformen en escenarios políticos cargados de tensión.

Lo cierto es que este episodio confirma que Barcelona sigue reinventándose desde el conflicto cultural… aunque sea a base de gritos.

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