La infidelidad sigue siendo uno de los grandes temas universales: inquieta, fascina y se repite en la vida cotidiana y en la ficción.
¿Qué tipo de personas son más propensas a ser infieles?
¿Por qué los celos y los “cuernos” siguen alimentando tramas en el cine, la literatura y el arte?
A día de hoy, 26 de agosto de 2025, la ciencia y la cultura se cruzan para arrojar algo de luz sobre un fenómeno tan antiguo como la propia historia de las relaciones humanas.
La infidelidad, los celos y los “cuernos” son temas incómodos, pero también profundamente humanos.
La psicología y la cultura coinciden en que no hay un solo tipo de persona infiel, sino patrones que se repiten: inseguridad, necesidad de validación, miedo al compromiso y traumas no resueltos.
Al mismo tiempo, el arte, la literatura y el cine siguen explorando estas grietas de la condición humana, demostrando que, más allá del escándalo o el dolor, existe un interés permanente en comprender por qué amamos, por qué traicionamos y por qué, a veces, la sospecha puede ser más devastadora que la propia realidad.
Rasgos psicológicos y traumas detrás de la infidelidad
Diversos estudios recientes apuntan a que la infidelidad suele estar más relacionada con factores psicológicos y patrones de apego que con simples impulsos momentáneos. Los psicólogos distinguen, sobre todo, tres perfiles de personas propensas a ser infieles:
- Apego ansioso: Quienes han desarrollado este tipo de apego durante la infancia suelen mostrar una necesidad constante de aprobación, miedo al rechazo y dificultades para gestionar la inseguridad. Suelen buscar en otras personas la validación que sienten que les falta en la relación principal. Tienden a ser impulsivos y, curiosamente, suelen ser también los más celosos, como si la infidelidad y los celos fueran dos caras de la misma moneda.
- Apego evitativo: Son personas que, por experiencias previas o traumas, han aprendido a mantener la distancia emocional. Les cuesta comprometerse y pueden vivir la infidelidad con menos carga emocional. En sus relaciones predomina la frialdad, la hostilidad o la agresividad, y tienden a esquivar la intimidad, recurriendo a vínculos paralelos más superficiales.
- Apego desorganizado: Aquí el comportamiento es imprevisible, con relaciones poco estables y dificultad para empatizar. Sus patrones de relación suelen ser caóticos, y la infidelidad aparece como una expresión más de esa falta de estructura emocional.
Más allá del apego, la ciencia señala otros elementos relevantes:
- Baja autoestima: Muchas personas infieles buscan fuera de la pareja la validación que no encuentran en sí mismas. La atención de una nueva persona puede ofrecerles esa sensación de ser deseados y valorados, aunque sea de manera efímera.
- Traumas de abandono: El abandono emocional durante la infancia o en relaciones previas puede llevar a una necesidad compulsiva de afecto, que se traduce en infidelidades recurrentes. La búsqueda de nuevas conexiones se convierte en un intento de llenar un vacío emocional.
- Miedo a la intimidad: El temor a comprometerse plenamente, a mostrarse vulnerables o a ser heridos lleva a algunas personas a mantener relaciones superficiales y paralelas. La infidelidad, en estos casos, es una estrategia inconsciente para evitar la conexión profunda.
- Factores de personalidad: Rasgos como el narcisismo, el neuroticismo o la tríada oscura (narcisismo, maquiavelismo y psicopatía) también están asociados a una mayor propensión a la infidelidad. Estas personas tienden a buscar placer inmediato, tener más parejas sexuales y mostrar menos escrúpulos ante el engaño.
En definitiva, la infidelidad rara vez responde a una única causa. A menudo es el resultado de la interacción entre la historia personal, la personalidad y el contexto de la relación. En parejas donde ambos miembros son emocionalmente compatibles y comparten rasgos de amabilidad y escrupulosidad, las tasas de infidelidad suelen ser más bajas.
Celos y “cuernos” en el espejo de la cultura: arte, cine y literatura
La infidelidad y los celos no solo son asuntos de la vida privada: han sido y siguen siendo motores de grandes historias, desde la tragedia griega hasta las series actuales. Un ejemplo paradigmático es Otelo de William Shakespeare, donde los celos son tan devastadores que han dado nombre a una categoría clínica: los “celos otelescos”.
- Otelo muestra cómo la sospecha puede convertirse en certeza sin pruebas, y cómo el amor puede transformarse en destrucción. El personaje de Otelo encarna al celoso arquetípico, manipulado hasta el punto de perderlo todo. En palabras de la obra: “¡Ponerme los cuernos!”, grita Otelo, antes de precipitarse en la ruina. La historia, además, explora la relación entre amor, poder, racismo y masculinidad, y ha sido adaptada en incontables ocasiones al cine y el teatro, desde Orson Welles a Laurence Fishburne.
- En la literatura contemporánea, la infidelidad suele abordarse desde una perspectiva más íntima y menos moralista. Obras como Cuerdas de Luisa Etxenike exploran cómo lo personal y lo político, lo íntimo y lo social, dialogan en el espacio privado de la pareja, y cómo los celos o la traición se convierten en síntomas de tensiones más profundas en la identidad y la pertenencia.
- El cine, por su parte, ha convertido la infidelidad y los celos en una fuente inagotable de tramas. Desde el drama hasta la comedia, pasando por el thriller, los “cuernos” han servido para explorar la fragilidad de los vínculos y la complejidad del deseo. En O, adaptación moderna de Otelo, la presión social y la violencia adolescente actualizan la tragedia clásica a los códigos del siglo XXI.
- En la literatura juvenil y romántica, la tendencia actual se debate entre la romantización de las conductas tóxicas —celos, manipulación, control— y la reivindicación de relaciones más sanas y realistas. Autoras como Inma Rubiales insisten en la necesidad de mostrar relaciones basadas en el respeto y la sinceridad, aunque reconocen que el atractivo de las historias de celos y traición sigue intacto para muchos lectores.
Un espejo incómodo y fascinante
