Hoy, 26 de julio de 2025, la relación entre Donald Trump y el golf vuelve a ocupar titulares, no solo por el nivel de juego del expresidente, sino por cómo utiliza el deporte como extensión de su actividad política, empresarial y personal.
La reciente atención mediática se centra en los famosos “tee times” de Trump, en los que, entre golpe y golpe, se tejen tanto alianzas estratégicas como polémicas sobre su verdadero nivel en el campo.
Para Trump, el golf nunca ha sido solo una afición.
Desde sus años en Wharton, el deporte ha formado parte de su rutina y de su imagen pública. Propietario de 17 campos —13 en Estados Unidos— y habitual en los principales clubs, Trump ha elevado el golf a una herramienta de networking político y empresarial. Sus partidas, muchas veces rodeadas de figuras del deporte, la política y el espectáculo, han servido tanto para cerrar acuerdos como para mostrar cercanía con sus bases o rivales.
En estos “tee times”, la informalidad del green se mezcla con la tensión del poder.
Aquí, lejos de los focos de la Casa Blanca, se negocian apoyos, se relajan posturas y se mide la competitividad de un hombre que ha hecho del golf una extensión de su carácter. En palabras de un profesional que ha jugado junto a él, “Trump genera gran velocidad en el impacto y juega frecuentemente. Se nota que el golf es una pasión”.
El handicap de Trump: mito, realidad y controversia
Uno de los focos recurrentes en torno a Trump es su handicap, cifrado oficialmente en 2,8. Este número, que indica la diferencia de golpes respecto al par de un campo, le situaría entre los mejores jugadores amateurs de su edad en EE. UU.. Sin embargo, este dato es motivo de debate constante:
- Trump sostiene que su handicap es real y que juega a ese nivel en campos accesibles, aunque reconoce que en campos de tour profesional, con banderas más exigentes, no bajaría de 80 golpes.
- Críticos y rivales políticos, como Barack Obama o Joe Biden, han cuestionado la veracidad de sus registros. Obama, con un 13 de handicap, bromeaba sobre la “honestidad” de los resultados de Trump, mientras Biden presumía de haber llegado a un 6 cuando era vicepresidente.
- Periodistas deportivos y expertos coinciden en que, aunque Trump es un jugador notable —capaz de birdies y eagles en rondas grabadas junto a figuras como Bryson DeChambeau—, su handicap real podría situarse más cerca de 8-10, especialmente teniendo en cuenta la edad y la consistencia en el juego.
La controversia se alimenta de historias sobre supuestas trampas, “mulligans” o movimientos de bola fuera del reglamento. Pero incluso sus críticos admiten que, para un hombre de 78 años, un nivel entre 8 y 10 sigue siendo muy meritorio.
Golf y poder: la agenda oculta del green
El golf ha sido históricamente el deporte de presidentes y líderes. Para Trump, es también un espacio para gestionar su agenda lejos de protocolos. Durante su primer mandato, llegó a jugar 285 rondas, muchas de ellas con líderes extranjeros como Shinzo Abe, deportistas o celebridades. Estos encuentros, aparentemente informales, funcionan como terreno neutral para discutir políticas, negocios o alianzas.
En la campaña de 2024, el golf fue incluso argumento de debate entre candidatos. Trump y Biden se lanzaron desafíos públicos sobre quién tenía mejor swing, en un intento de mostrar vitalidad y competitividad más allá de la política. Esta teatralidad conecta con una audiencia que ve en el golf un símbolo de estatus, pero también de cercanía y autenticidad.
El impacto social y mediático
El reciente vídeo viral en el que Trump juega junto a Bryson DeChambeau ha superado los ocho millones de visitas. En él, el expresidente no solo demuestra su habilidad, sino que refuerza la imagen de “hombre común” que disfruta del deporte como cualquier aficionado. La exposición mediática del golf presidencial no es nueva, pero en el caso de Trump, se convierte en una herramienta de comunicación política y personal.
- Las redes sociales amplifican cada golpe, cada acierto y cada error, alimentando tanto la admiración como la crítica.
- El deporte es también un termómetro de popularidad y salud. A sus 78 años, la capacidad de Trump para mantener un swing potente es utilizada por sus seguidores como prueba de energía y determinación.
- Los campos de golf de Trump siguen siendo escenario de eventos benéficos, encuentros empresariales y, ocasionalmente, protestas políticas.
Perspectivas de futuro
La simbiosis entre Trump y el golf parece lejos de agotarse. A medida que avanza el año electoral, y con la vista puesta en posibles nuevas aventuras políticas, el green seguirá siendo su refugio y su escenario. La cuestión del handicap, más allá de lo anecdótico, simboliza el debate sobre la autenticidad y la imagen pública de Trump. ¿Es el golfista tan bueno como dice? ¿O, como tantas otras facetas de su vida, la realidad y la exageración se funden en un personaje único?
En cualquier caso, el golf sigue siendo, para Trump, mucho más que un juego. Es territorio de poder, escaparate mediático y, quizá, su campo de batalla más personal.
