María Cristina Bernabé, murciana, 32 años

Esta es la tonta de las 40 matrículas de honor, que va de influencer y se ha tatuado el nombre de Pedro Sánchez en la rodilla

Para unos, provocación gratuita. Para otros, performance política. Y para muchos, una mezcla de ambas

María Cristina Bernabé
María Cristina Bernabé. PD

El próximo en la frente.

Y aprovechando el gasto, los nombres de Ábalos, Cerdán, Koldo y resto de mangantes, en la espalda.

Todo es posible.

La historia de María Cristina Bernabé podría haber sido la de una joven con un expediente académico impecable, convertida en referente para estudiantes y docentes.

Sin embargo, el giro inesperado llegó cuando esta murciana de Callosa de Segura, con 32 años y 40 matrículas de honor entre su carrera de Educación Social y un máster en Investigación, Evaluación y Calidad en Educación de la Universidad de Murcia, apareció en redes con el nombre de Pedro Sánchez tatuado n la rodilla izquierda.

No era el primer tatuaje en su cuerpo: más de 30 diseños, cada uno con su historia, cubren su piel.

Pero este último, un corazón con el nombre del presidente del Gobierno, ha desatado un torrente de reacciones en redes sociales.

Para unos, provocación gratuita.

Para otros, performance política.

Y para muchos, una mezcla de ambas.

Un tatuaje como declaración política

La propia Cristina lo explica sin tapujos: “Me tatué el nombre del presidente antes de las elecciones del 23-J, cuando el auge del odio de extrema derecha era evidente. Lo hice de manera inocente y no me arrepiento de nada. Me tatuaría también a Gabriel Rufián, a Óscar Matute, a Irene Montero y a Yolanda Díaz”. Su mensaje es claro: el tatuaje no es un gesto caprichoso, sino una respuesta directa al clima de polarización y hostilidad política que percibe en la sociedad española actual.

La joven defiende que no milita en ningún partido, aunque se declara abiertamente de izquierdas y feminista. Para ella, el auge de los extremismos y la normalización de discursos de odio justifican su decisión: “Actualmente, lo que es un verdadero acto de rebeldía es tatuarse a un presidente democrático”, explica, en contraste con otros símbolos políticos mucho más radicales que, según su percepción, han perdido su capacidad de escandalizar.

Entre la admiración y el linchamiento digital

El impacto mediático ha sido inmediato. Cientos de comentarios en redes sociales oscilan entre el apoyo y la burla, pasando por el insulto directo. Frases como “Tampoco vamos a descubrir ahora que hay gente sin cerebro útil” o “Las 40 matrículas de honor no le han servido para nada” reflejan el nivel de polarización y la virulencia con la que se ha recibido su gesto. La propia Cristina reconoce que la mayor parte de las críticas no tienen que ver con el tatuaje en sí, sino con la figura del presidente: “El motivo principal por el que me critican es para proyectar ese odio contra el presidente del Gobierno”.

Cristina también ha hecho referencia al doble rasero social: “Está peor visto tatuarse el nombre de Pedro Sánchez que seguir a Franco”, denuncia, aludiendo a la presencia de símbolos y mensajes de extrema derecha en la cultura popular que pasan mucho más desapercibidos.

Autobiografía en la piel: arte, política y feminismo

El cuerpo de María Cristina Bernabé se ha convertido en un lienzo autobiográfico. En su pecho, la palabra “Bendita” custodiada por dos rosas; en los brazos y la cintura, rostros femeninos y símbolos urbanos; en la cadera, una flor de loto con la inscripción “Amor mío”; y bajo la rodilla, el ya célebre corazón con el nombre de Pedro Sánchez.

La joven reivindica que la tinta no es solo estética, sino también herramienta de comunicación: “Los tatuajes nunca han sido bien vistos por la corrección social, pero en 2025, cuando la piel es manifiesto y escaparate, se han convertido en una autobiografía pública”. Su manera de expresarse, directa y sin filtros, genera admiración y rechazo a partes iguales. Ella misma lo resume: “Soy sexy y lista, feminista y de izquierdas”.

Un fenómeno que trasciende lo personal

Más allá de la anécdota, el caso de Cristina Bernabé invita a reflexionar sobre el papel de los influencers y la cultura de la viralidad en la España actual. En un entorno donde las redes sociales amplifican cualquier gesto y lo convierten en símbolo o blanco, su historia resume la tensión entre la autoafirmación individual y la presión del juicio colectivo.

  • Reacciones sociales: El tatuaje ha generado debates sobre la libertad de expresión, la tolerancia política y el machismo en redes sociales, donde la educadora social ha recibido numerosos comentarios sexistas.
  • Ejemplo de polarización: Cristina destaca que su viralidad no se debe solo al tatuaje, sino al hecho de haberse declarado públicamente “guapa y lista”, lo que ha exacerbado el rechazo en determinados sectores.
  • Normalización de la rebeldía: La joven compara la polémica actual con otros tatuajes políticos, recordando que en 2020 un joven valenciano se tatuó la cara de Fernando Simón, director de alertas sanitarias, durante la pandemia.

El futuro de una influencer atípica

A día de hoy, 21 de agosto de 2025, María Cristina Bernabé se encuentra en el epicentro de un debate social que va mucho más allá de la tinta y la piel. Su historia es la de una generación que utiliza el cuerpo como espacio de reivindicación y performance; una generación que, entre la excelencia académica y la irreverencia estética, desafía los límites de la corrección y el conformismo.

Mientras sigue acumulando seguidores —y detractores—, Cristina afirma que no tiene intención de dejar de ser ella misma: “No tengo límites si me lo propongo, así que voy a por ello”. El pulso entre la provocación y la autenticidad, entre la admiración y la crítica feroz, sigue abierto en las redes y en la calle. Porque, al final, la tinta en la rodilla de Pedro Sánchez es solo el principio de una conversación mucho más profunda sobre la España de hoy.

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Autor

Fernando Veloz

Economista, comunicador, experto en televisión y creador de formatos y contenidos.

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