El presidente Donald Trump ha vuelto a su política de mano dura en materia comercial, anunciando la imposición de un 25% de aranceles a productos de México y Canadá a partir del 1 de febrero. Aunque no ha especificado cuáles serán los bienes afectados, la medida ya ha encendido las alarmas en ambos países, que han iniciado negociaciones para evitar este golpe a sus economías.
Trump justifica su decisión en los déficits comerciales con estos socios clave. Para México, el saldo negativo en el intercambio de bienes supera los $130,000 millones de dólares, mientras que en el caso de Canadá, la cifra varía anualmente, pero en 2024 se redujo a menos de $50,000 millones de dólares. Sin embargo, lo que el mandatario omite es que el comercio internacional no es un simple juego de suma cero, sino una red compleja donde las economías dependen unas de otras.
La presidenta de México, Claudia Sheinbaum, ha mantenido en privado las negociaciones, esperando dar una postura oficial en sus conferencias matutinas.
Mientras tanto, la ministra de Asuntos Exteriores de Canadá, Melanie Joly, se reunió con el secretario de Estado, Marco Rubio, en un intento de frenar los aranceles. «Nuestro objetivo es asegurarnos de evitar [los aranceles] y creemos que podemos hacerlo», declaró Joly en Ottawa.
El caso de China también entra en el radar de Trump, aunque con una estrategia distinta. El expresidente planea aplicar un arancel inicial del 10% y justifica la medida con el argumento de que China sigue enviando fentanilo a EE.UU., provocando miles de muertes por sobredosis. ¿Se trata realmente de una medida comercial o es una forma de presión geopolítica?
El impacto de estos aranceles podría ser catastrófico. Las economías de Norteamérica están intrincadamente conectadas: imponer impuestos a las importaciones de México y Canadá encarecerá productos en EE.UU., perjudicando a consumidores y empresas. Además, la posibilidad de represalias comerciales podría afectar gravemente la estabilidad económica de la región.
Trump podría estar jugando con fuego. Si bien su discurso proteccionista apela a ciertos sectores de su base electoral, la realidad es que las guerras comerciales suelen traer más daños que beneficios. La pregunta clave es: ¿está dispuesto a asumir las consecuencias de su propia estrategia?
