Brasil y México jugarán sus cartas con mayor inteligencia y no desafiarán a Trump

Sheinbaum y Lula, cautos ante el mensaje claro de Trump para la región: «Con EE.UU. no se juega»

El choque entre Gustavo Petro y Donald Trump no es solo un episodio más en la turbulenta relación entre EE.UU. y América Latina. Es, sobre todo, una demostración de lo mal que algunos líderes entienden la dinámica de poder global.

Sheinbaum y Lula, cautos ante el mensaje claro de Trump para la región: "Con EE.UU. no se juega"

Petro, al desafiar a Trump sin medir las consecuencias, terminó en un callejón sin salida, expuesto y debilitado.

No es ningún secreto que Trump gobierna a base de golpes de autoridad, y las amenazas no son su estilo: las ejecuta. La rápida imposición de aranceles y la restricción de visados dejaron a Colombia en una situación comprometida, y al presidente colombiano en una posición poco envidiable. Su indignación por el trato degradante a los deportados es legítima, pero en política internacional las razones morales pesan menos que la estrategia y el cálculo geopolítico.

Este episodio evidencia dos cosas: primero, que las relaciones de Colombia con Washington han cambiado drásticamente bajo la administración de Petro, alejándose de la cooperación que caracterizó a gobiernos anteriores. Y segundo, que la diplomacia requiere algo más que discursos altisonantes y desafíos vacíos. Xi Jinping, con su pragmatismo característico, dejó claro que China no tendría problemas en recibir a sus deportados, en un gesto de realismo que Petro claramente no tuvo.

Mientras Colombia lidia con las consecuencias de este choque, Brasil y México juegan sus cartas con mayor inteligencia. Lula da Silva, que alguna vez fue visto como un líder influyente en la región, ha optado por la cautela. Aunque su gobierno protestó por la deportación de brasileños, jamás habría osado entrar en un enfrentamiento directo con Trump. El pragmatismo se impone cuando el costo de la confrontación es demasiado alto.

En México, Claudia Sheinbaum ha aprendido de su predecesor, López Obrador, quien pese a su retórica izquierdista, mantuvo una relación fluida con Washington. En este nuevo escenario, la prudencia es la única estrategia viable. Trump no es un político tradicional: es un hombre de negocios con una visión transaccional del poder. Para él, los aliados son útiles hasta que dejan de serlo, y los adversarios deben pagar el precio de sus desaciertos.

El panorama en América Latina es claro. Mientras algunos líderes entienden que la supervivencia política depende de la diplomacia estratégica, otros caen en la trampa del simbolismo estéril. Petro ha recibido una lección costosa. Lo preocupante es si la aprenderá o si insistirá en una vía que, hasta ahora, solo ha generado conflictos y aislamiento para Colombia.

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Autor

Paul Monzón

Redactor de viajes de Periodista Digital desde sus orígenes. Actual editor del suplemento Travellers.

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