TRES DISCÍPULOS SOMOS DE EPICURO
ZENÓN, TITO LUCRECIO Y OTRAMOTRO
Lucrecio se entusiasma y tanto admira
A Epicuro, a quien toma por maestro,
Que considera guía y también estro,
Numen, aunque no ve cuando lo mira.
Como Zenón también por él delira,
Ambos llevan a cabo su secuestro
Intelectual, que estudio llaman “nuestro”,
Mientras suenan los sones de una lira.
Un dios para Lucrecio es el de Samos,
Sol cuya luz opaca a los restantes
Astros del firmamento, interesantes,
Pero sin el apego que brindamos
Los dos que mencioné arriba, epatantes,
Que conmigo otro trío conformamos.
No soy adepto a ultranza de Epicuro,
Como lo fue Lucrecio, que infalible
Juzgaba, de errar un ente imposible,
Pues fue contradictorio y hasta oscuro,
Como también, lector, hoy ves plausible
Que lo sea este menda, y sin un duro.
Ángel Sáez García
angelsaez.otramotro@gmail.com
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