AHÍ VA LA BOUTADE DE LA JORNADA:
JOSÉ JAVIER EL ESTRO ES DE MI MUSA
Como al atento, desocupado y habitual lector de las urdiduras o “urdiblandas” de Otramotro le consta, de forma fidedigna, porque servidor lo viene iterando en sus textos con relativa frecuencia, a mi difunto hermano José Javier un día le otorgué, merecidamente, el título de mecenas de este menda; y, desde entonces, lo mantiene en exclusiva propiedad. Hoy tengo la corazonada o el pálpito de que le sumará otro, el de muso, pero no directamente, sino a través de mi musa. Así que Javi, aun finado, amén de haber sido otrora y continuar siendo ahora mi protector, es, de modo indirecto, también mi muso en la actualidad.
Durante siete cursos académicos (los tres últimos de la EGB, de Sexto a Octavo; los tres de BUP y el COU), de los doce a los dieciocho años, recibí formación religiosa por parte de mis excelentes educadores, los religiosos camilos (a los que demostré mi agradecimiento de mil modos, en más de dos mil textos; y creo que aquí no se me puede achacar, echar en cara ni objetar haber utilizado la figura o recurso literario de la hipérbole o exageración), a quienes escuché, usaran la voz activa o la pasiva, o el verbo reflejo, hablar de la fe, esa virtud teologal que le faculta al creyente, practicante y piadoso para poder creer, a pies juntillas, en Dios sin la necesidad de verlo. ¡Cuántas veces me sentí, mientras estuve con ellos, sí, como debió hacerlo santo Tomás, pero no el de Aquino, no, sino el escéptico discípulo de Jesús de Nazaret!
Estoy convencido, a machamartillo, de que tengo una musa. Ignoro si goza de la misma naturaleza que se les adjudica proverbialmente a los ángeles, de los que se airea o predica que no tienen sexo, pero, si me preguntaran al respecto, les intentaría persuadir con el argumento de que acaso mi musa cumpla, asimismo, con dicha condición, la de ser asexuada.
Me sobra, a veces, con leer pocas páginas y hasta escasas líneas de un libro inteligente (son muchos a los que cabe catalogar y llamar así, sin sentir el menor temor a errar; pero, como ha arraigado en mí un discurso inveterado, es decir, como no hay en el convento de Algaso un maestro con más saber teórico-práctico que fray Ejemplo, me veo en la ineludible y obligada tesitura de proponer o poner uno que cumpla, a rajatabla, con la doble índole de ser clarificador y modélico, los “Diarios. A ratos perdidos 5 y 6”, de Rafael Chirbes) para que mi musa, atenta a cuanto pueda inspirarme, ponga el foco sobre ese conjunto de palabras o idea, y eso sea razón bastante para que se encienda una antorcha o bombilla en mi mente, que ejerza de estro o numen poético.
Así que, teniendo en cuenta todos los renglones torcidos que preceden, agavillados por servidor, ahora, en estos momentos, estoy en disposición de afirmar (ahí va la boutade de la jornada), de modo categórico o taxativo, que mi hermano José Javier son mis ojos lectores; o tal vez se entienda mi pensamiento mejor si escojo otras palabras, para que todo quede más claro, cristalino: yo tengo una musa que me inspira. Es obvio que yo desconozco cómo se llama. Ahora bien, no ignoro que hay un muso que abastece, sugiere y/o susurra cuanto sea a mi musa, sí; bueno, pues, ese muso es, pásmese, lector, si así le brota, nace o surge hacerlo, mi difunto hermano José Javier, que es el máximo bienhechor que he tenido en mi vida.
Nota bene
Mutatis mutandis, como lo propio ocurre en matemáticas con la propiedad conmutativa, y en la religión cristiana con la Santísima Trinidad, este menda funge de semidiós, porque José Javier le infunde lo que sea a mi musa, y eso mismo mi musa me lo inspira a mí, que me limito a ser un mero amanuense o copista de todo ello y firmar el texto resultante.
Ángel Sáez García
angelsaez.otramotro@gmail.com
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