SON ÁNGELES LOS SENDOS SOSIAS DE A.
Ayer, lunes 22 de septiembre de 2025, un día después de que diera inicio el otoño en el hemisferio norte, fue mi primer día de vacación en el Puerto de la Cruz (Tenerife). Un año más opté por hospedarme en el hotel de referencia para mí, el Magec; y es que uno no puede dejar de ser quien es, un animal de costumbres. Me considero un bípedo implume, como de esa guisa distinguió o identificó al hombre Aristocles, Platón, y de ideas fijas que, con el lento transcurso del tiempo, ha ido perfilándolas, como otro tanto cabe aseverar y le ocurre a un poliedro que, mediando el mismo factor o ingrediente, el pausado paso de los días, ha ido puliendo, asimismo, sus facetas o caras.
Este menda andaba dando sorbos al zumo de cebada servido o vertido en un vaso de caña en la barra del bar de abajo (arriba, en el piso octavo, además de la piscina, una zona de tumbonas y terraza, hay otro), cuando vi pasar por la puerta que comunica la recepción con el garito a alguien que se parecía mucho, muchísimo (cabía afirmar que era su vivo retrato) a mi amigo A., de Tudela. A los veinte o treinta minutos, cuando me había despedido del camarero que me había atendido y servidor se disponía a dar el primer paseo vespertino, he reparado en que otro semejante, que era el sosia/s de mi amigo A., de cierta población riojana, ha entrado por la puerta principal del hotel y ha subido a su habitación, supongo, en uno de los dos ascensores (porque, cuando he ido tras él, para interrogarle, ya se había esfumado). He juzgado oportuno pellizcarme a fin de cerciorarme de que no estaba dormido, sino despierto, porque los dos amigos en cuestión, de igual nombre de pila, A., habían fallecido, pero sus sendos clones o dobles estaban hospedados en el mismo hotel, vivitos y coleando.
Tres cuartos de hora después, tras regresar de mi paseo previo a la cena, he contemplado a través de uno de los ventanales, desde la calle Cupido (no es patraña, sino una verdad irrefutable, constatable), cómo los dos A. hablaban amistosamente, sentados en uno de los sofás del hotel. Nada más entrar, me he dirigido hacia donde se hallaban ellos y les he preguntado:
—Buenas tardes; ¿pueden ratificar o rectificar cuanto barrunto, que ustedes son o se parecen como dos gotas de agua a mis amigos A.?
—Corroboramos tu intuición, Ángel —tomó la palabra el tudelano—, somos tus amigos A.
—Os agradezco sobremanera la sinceridad, porque reconozco que había empezado a creer que estaba loco, orate perdido.
—Podemos certificar —adujo el riojano—, sin ser psiquiatras ni psicólogos, que estás en tus cabales, cuerdo.
—¡Menos mal!
—Ambos entendemos —replicó el tudelano— que te extrañe lo obvio, que, tras acudir otrora a nuestras respectivas misas de funeral, no atines a ver ni comprender qué estamos haciendo aquí, porque alguna razón de peso habrá para ello.
—Habéis dado de lleno en el blanco o centro de la diana.
—Ahora somos dos aspirantes a ángeles —retrucó el riojano— y estamos aquí para echarte una mano cuando la precises y a otros clientes del hotel, si eso fuera necesario, preciso. Somos lo que tú has sospechado, antes de que nos hubieras atisbado o avistado, unos fautores. Nuestra misión es ayudarte, ser útiles. Si lo logramos, adquiriremos las alas que nos faltan para ser ángeles de primera clase, y eso nos permitirá recibir encargos directamente de Dios Todopoderoso, como tu hermano y mecenas José Javier ha hecho y sigue haciendo desde que ocurrió el milagro.
—¿A qué milagro os referís?
—A que tú aún vivas, porque José Javier cambió su existencia por la tuya. Tú deberías haber finado tus días en el accidente de tráfico del día de Navidad del año 1978, pero “Javi” le pidió ese deseo a Dios y este se lo concedió.
—Sabemos que no crees en Dios —adujo el tudelano—, pero le debes muchas de las ideas sobre las que has escrito, porque él te las ha inspirado; sin embargo, a Dios no le molesta ni tu escepticismo ni tu ateísmo; lo entiende todo y lo perdona todo, porque es Amor. Cuanto te hemos confesado y contado es verdad.
—Siempre sospeché que aquí había gato encerrado, pero no pensé que fuera el del experimento de la mecánica cuántica ideado por el físico austriaco-irlandés Erwin Schrödinger, que está vivo y muerto al mismo tiempo, según la teoría del multiverso o la posibilidad de mundos variopintos.
Y, tras darles las gracias, porque de bien nacido es ser agradecido, me marché a cenar al restaurante, porque tanto el paseo como la conversación que acababa de mantener con los A. (vivos y muertos) me habían dado hambre; habían abierto, intensificado y ensanchado mi gazuza.
Ángel Sáez García
angelsaez.otramotro@gmail.com
Home