Emergencia en la mayor ciudad de Sudamérica
São Paulo, el centro económico de Brasil y una de las ciudades más pobladas del continente con entre 20 y 22 millones de habitantes, está lidiando con una crisis de agua potable que amenaza la vida cotidiana y el desarrollo productivo de millones de personas. La combinación de una prolongada sequía, récords de calor y un consumo que se ha disparado hasta un 60 % recientemente ha dejado los embalses del Sistema Integrado Metropolitano operando alrededor del 26 % de su capacidad total.
Las autoridades han implementado cortes y racionamientos nocturnos de agua desde agosto —una medida posible tras la privatización en 2024 de Sabesp, la que fue la mayor empresa pública de saneamiento de América Latina— y han promovido campañas de ahorro.
Causas: clima, consumo y políticas públicas
Los factores detrás de esta crisis no son solo ambientales. La región ha sufrido tres años consecutivos de lluvia por debajo de los promedios históricos, lo que ha castigado los principales embalses que abastecen a la ciudad y su cinturón urbano.
Sin embargo, expertos y críticos señalan que hay una negligencia de largo plazo en la gestión del agua, falta de inversiones en infraestructura y mecanismos deficientes para el uso racional, agravados por decisiones políticas recientes como la privatización de Sabesp e insuficiente planificación urbana. El resultado: una ciudad con agua disponible de forma intermitente y al borde de restricciones más drásticas si no llegan lluvias importantes.
El espejo venezolano: años de fallo estructural
A diferencia de São Paulo, donde aún se debate sobre la prevención y respuesta, Venezuela vive desde hace años una crisis crónica del agua bajo gobiernos de izquierda que han demostrado incapacidad para garantizar el suministro básico.
Diversos informes y organismos señalan que una gran mayoría de la población venezolana sufre fallas constantes en el acceso al agua potable, con estimaciones que muestran que entre el 80 % y el 90 % de los venezolanos carecen de acceso regular a agua segura y continua, obligando a muchos a recurrir a camiones cisterna o fuentes no confiables.
Además, estudios recientes indican que restricciones en el acceso al agua afectaron alrededor del 62 % de la población en 2025, con brotes de enfermedades infecciosas correlacionados con la escasez y deterioro de servicios de salud e higiene pública.
Consecuencias sociales y económicas
La escasez de agua en São Paulo ya está afectando industrias clave, escuelas y hogares, con riesgos de interrupciones mayores en servicios básicos si los embalses continúan bajando. Sectores vulnerables, especialmente en periferias urbanas de difícil acceso, sufren cortes más frecuentes y baja presión, exacerbando desigualdades.
En Venezuela, la falta de agua potable ha tenido un efecto devastador en la salud pública, educación y calidad de vida. Las familias destinan recursos para adquirir agua por vías alternativas, lo que reduce aún más su capacidad económica y alimenta la migración interna y regional.
Una lección regional
Los casos de São Paulo y Venezuela revelan un patrón preocupante: no basta con disponer de recursos hídricos; sin una gestión pública eficaz y transparente la escasez puede convertirse en crisis humanitaria. En Brasil, decisiones como la privatización de servicios públicos clave y la falta de inversión prolongada han dejado a millones expuestos cuando los fenómeno climáticos extremos golpean. En Venezuela, décadas de deterioro institucional y políticas ineficaces han convertido el agua en un lujo para muchos.
La región, a pesar de poseer vastas reservas de agua dulce, enfrenta una “paradoja de abundancia y escasez” si no se implementan modelos de gestión sostenibles que combinen adaptación climática, políticas públicas responsables y participación ciudadana.
