Pedro Manuel Hernández: «España humillada: la cobardía sanchista regala la actividad del puerto de Algeciras a Marruecos…»

El Peñón de Gibraltar y la bahía de Algeciras.
El Peñón de Gibraltar y la bahía de Algeciras.

La sumisión del Gobierno de Pedro Sánchez a las consignas ideológicas de Sumar no solo ha manchado nuestra imagen internacional, sino que ya tiene consecuencias económicas, estratégicas y diplomáticas gravísimas. Dos buques estadounidenses vetados en el Puerto de Algeciras, unas acusaciones infundadas de Sumar contra Israel y un regalo en bandeja al puerto de Tánger. Este ha sido el precio de esta incompetencia política : millones en sanciones y la pérdida de influencia económica y geoestrategica en el Estrecho.

España –país puente entre continentes, potencia portuaria natural por su natural posición geoestrategica y orgullosa dueña de uno de los puertos más importantes de Europa, Algeciras– acaba de recibir una bofetada geopolítica de las que dejan marca y una histórica huella imborrable. Y no, no la ha propicisdo Marruecos, ni los EE UU, ni Israel. Nos la hemos dado nosotros mismos –por obra y gracia– de la total y absurda incompetencia del Gobierno sanchista y, sobretodo, por la de sus comunistas y extremistas socios de Sumar.

La historia es tan increíble que parece el guion de una tragicomedia política, pero no, no tiene nada de gracioso. Dos buques mercantes con bandera de Estados Unidos –cargados de contenedores y parte de una ruta comercial vital– solicitaron atracar en el puerto gaditano de Algeciras. El Ejecutivo, en un injustificado e incomprensible alarde de «diplomacia» de chiringuito de playa, se negó . ¿El motivo…? La sospecha —sin investigación alguna— de que transportaban armamento con destino a Israel. Una acusación que –por si fuera poco, se formula bajo el firme dogma ideológico de Sumar– que no duda en calificar a Israel de estado “genocida” y de cometer “crímenes de lesa humanidad”, mientras guarda un silencio cómplice y sepulcral ante los regímenes verdaderamente criminales de Corea del Norte, Rusia , Irán y las repúblicas bananeras latinoamericanas , al estilo de la Venezuela de Maduro.

Este veto no constituye solo una grosería diplomática. Es un acto monumental de gran torpeza estratégica y de una estulticia política inconmensurable. Estados Unidos — pais que no necesita «comer sardinas para beber agua», ni muchas excusas para cambiar sus rutas logísticas y comerciales– ha reaccionado retirando al puerto de Algeciras de una de sus rutas más relevantes de contenedores. ¿El resultado inmediato…? : el puerto marroquí de Tánger recibe ese flujo comercial como quien recoge un balón que otro ha dejado rodar. Y no hablamos de un tráfico menor: son millones en ingresos portuarios, puestos de trabajo indirectos y una posición geoestratégica muy reforzada… y todo eso, para Marruecos.

El daño no termina ahí. Por cada buque estadounidense al que se le deniegue la entrada sin causa justificada, España se enfrenta a multas que rondan los dos millones de dólares por barcom Un capricho ideológico de los pijosprogres comunistas de Sumar que nos va a costar «los dos ojos de la cara», lo que en otras circunstancias, esto se calificaría de un grave y criminal despilfarro económico.

En cualquier gobierno serio, una decisión de este calibre se toma con base a informes, pruebas y consultas diplomáticas de alto nivel. Aquí no. Aquí basta con que a una pijoprogre comunista de Sumar le llegue la ocurrencia –bajo la forma de la más pura revelación marxista o con que se repita un eslogan de pancarta– para que todo un país sufra las consecuencias. Es el triunfo del sectarismo dogmatico sobre la diplomacia, de la consigna sobre la inteligencia, del “a mí me parece que…” sobre el “yo te lo demuestro”.

La habitual cobardía de Sánchez –siempre dispuesto a ceder ante sus extremistas socios para mantener su indispensable aritmética parlamentaria– nos ha vuelto a colocar en una posición de doble debilidad. Por un lado, nos enemista con una potencia aliada que es clave en la OTAN y en la seguridad del Estrecho de Gibraltar. Por otro, fortalece a Marruecos, que gana músculatura económica y estratégica cada vez que nosotros, voluntariamente, nos pegamos un tiro en el pie.

Conviene recordar que el puerto de Tánger-Med es uno de los grandes proyectos estratégicos del régimen marroquí, pieza central de su ambición por convertirse en el nodo logístico del norte de África y disputarle a España su histórica primacía en el Estrecho. Y nosotros, en vez de reforzar nuestras posiciones, le regalamos parte del partido. Una jugada digna de manual… de sabotaje a uno mismo.

A todo esto, la prensa afín guarda un silencio sepulcral, y la oposición, en vez de organizar una ofensiva parlamentaria feroz, parece resignada a que la noticia se diluya en medio de agosto. Es el problema de la España anestesiada: nos roban el negocio, nos humillan internacionalmente y nos endeudan con multas millonarias… y aquí no pasa nada.

Los defensores de la maniobra dirán que es un gesto “humanitario” o “ético”. Curioso concepto de ética el que castiga a un aliado y beneficia a un vecino con el que mantenemos tensiones históricas por Ceuta, Melilla y las aguas canarias. Curiosa forma de humanitarismo la que se aplica selectivamente, condenando a Israel por cada bala y callando ante las masacres de Irán, Siria o Yemen.

Lo que hay detrás de este gran disparate no es ética, sino pura ideología ciega y sectaria. Sumar necesita reafirmar su discurso antiisraelí para contentar a su base radical. Sánchez necesita a Sumar para seguir durmiendo en Moncloa. Y España, mientras tanto, paga la factura económica, diplomática y estratégica.

No nos engañemos: esta crisis no es un accidente, sino el fruto lógico de un Gobierno que ha convertido la política exterior en un teatrillo de guiñol al servicio de la propaganda interna. La política portuaria, que debería gestionarse con visión de Estado, se maneja como si fuera una asamblea de facultad. Y el resultado es el que tenemos: Algeciras humillada, Marruecos fortalecido, Estados Unidos irritado y España más sola y más débil política y económicamente.

Si mañana Washington decide estrechar aún más el cerco comercial y militar a nuestras instalaciones, o si Marruecos aprovecha la ocasión para reclamar nuevas cesiones, que nadie se sorprenda.
Las consecuencias de las magnas estupideces en política exterior rara vez se ven al día siguiente. Pero cuando llegan, llegan con grande intereses de demora.

El Gobierno de Sánchez pasará a la historia por muchas cosas, pero esta —la de regalar el negocio y la influencia de Algeciras a Tánger por puro sectarismo— es una de las que más cara nos va a costar. Y no hablo solo de dinero. Hablo de credibilidad, de posición geoestratégica y de respeto internacional…Y esas, cuando se pierden, no se recuperan nunca y , mucho menos, con una nota simple de prensa o en un programa informativo televisivo.

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Autor

Pedro Manuel Hernández López

Médico jubilado, Lcdo. en Periodismo y ex senador autonómico del PP por Murcia.

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