Por José María Arévalo

(Más o menos así luciría el palacio de Távara de existir aún. Ha sido cuestión de retocar, fusionar y colorear unas viejas fotos recopiladas por Jesús Urrea en varios de sus trabajos –explica Juan Carlos Urueña en el pié de foto)(*)
Continuamos el recorrido por el Valladolid perdido siguiendo libro de Juan Carlos Urueña Paredes “Rincones con fantasma. Un paseo por el Valladolid desaparecido”, en la edición que publicó El Ayuntamiento de Valladolid en el año 2006, que estamos reseñando, y completamos con otros textos, la mayoría de la web Vallisoletvm. Todavía dentro del capítulo “San Pablo, una plaza de reyes”, tras la visita a la iglesia de San Pablo que hicimos en el artículo anterior, Urueña recorre lo que fue el Palacio del marqués de Távara, ya desaparecido, y a continuación la Casa del Sol y la iglesia de san Benito el Viejo.
Frente a la Diputación y en el solar donde hoy se alza el edificio de los antiguos juzgados –dice Urueña-, existió otro palacio que también pereció vergonzosamente ya en 1925 pese a estar en marcha su declaración como bien de interés artístico. Se trata del palacio del marqués de Távara (“Arquitectura y nobleza”, de Jesús Urrea pág. 317) y es una doble lástima, no sólo por su pérdida, sino porque además la plaza hubiera ganado aún más vistosidad y sabor renacentista si se hubiera conservado.
Urueña reconstruye con fotos antiguas el palacio del marqués de Távara, pero nada más añade sobre el mismo, y tampoco Vallisoletvm, así que busco en la red y tampoco encuentro nada sobre “Távara”, pero sí sobre el marqués de Tábara”, con “b”, y ha sido buena la pista. Un artículo de Wikipedia sobre la villa de Tábara, Zamora, explica que fue durante siglos señorío del Marquesado de Távara, título nobiliario español, creado en 1541. “A mediados del s. XV la villa pertenecía a la familia Almansa, cuyo dominio se extendía también a Alcañices y Mombuey. Comienza así lo que sería el «señorío de Tábara», que con el tiempo llegó a manos de la familia Pimentel. Así, en 1497 Pedro Pimentel Vigil de Quiñones -hijo del III Conde de Benavente, don Alfonso Pimentel- fundó mayorazgo sobre la villa de Tábara. En 1541 Bernardino Pimentel y Enríquez -hijo de Pedro Pimentel y doña Inés Enríquez- recibió de Carlos I el título de Marqués de Tábara, que al año siguiente se vería incrementado con la compra a la corona del señorío de Villafáfila, que a su vez, había pertenecido hasta el año anterior a la Orden de Santiago”.
Así que el nombre original del señorío era Távara, que evolucionó a Tábara. El apellido Pimentel que aparece, me lleva enseguida al que da nombre al palacio hoy sede de la Diputación de Valladolid, en la misma plaza de San Palo, así que he seguido leyendo: “Los Pimentel trataron de emular en la villa [seguimos en Tábara, Zamora] una corte aristocrática del Renacimiento. Construyeron su casa-palacio, con portada plateresca -cuyos restos permanecen aún en la actual plaza mayor, donde campean los escudos familiares-. Tras la residencia, el jardín con estanque y más allá, hacia el sureste, el bosque, espacios éstos para el recreo y la caza, al igual de los que disfrutaban sus parientes en Benavente. Pero también, al igual que estos últimos, residían principalmente en Valladolid, donde se encontraba su palacio principal”.

(La Casa del Sol, llamada así por el escudo de piedra que corona su fachada. En la superposición de la foto antigua, se ve sobre el arco de la puerta el rótulo que indicaba el uso que tuvo como convento de Oblatas y “centro de corrección y moralización de jóvenes”)(*)
De modo que además del palacio desaparecido, que Urueña reconstruye, en el solar que hoy es edificio noble de los Juzgados (de corte clásico, ampliado en la acera de enfrente por el de los nuevos Juzgados, moderno), parece que el marqués de Távara fue propietario también del Palacio de Pimentel. Dos palacios, según esto, tenía el marqués, uno frente a otro. Comprobar este extremo es más fácil, porque sobre el Palacio de Pimentel hay mucho en la red, como es lógico, tratándose de una de las joyas de la ciudad de Valladolid, donde naciera Felipe II, como ya vimos en el artículo anterior. Recurro a Wikipedia de nuevo:
“Aunque su construcción se iniciara en el siglo XV, ha ido incorporando paulatinamente elementos de épocas posteriores. Su construcción empieza por orden del Marqués de Astorga, para pasar a ser de Bernardino Pimentel, siendo él el propietario del palacio cuando Felipe II nació en su interior, al estar albergada en el palacio la familia real para asistir las Cortes celebradas en abril de 1527. En 1530, el edificio era propiedad de los condes de Rivadavia. Los herederos de estos lo venden en 1849 a Mariano Reinoso, quien a su vez lo vende a la Diputación Provincial de Valladolid en 1875, para instalar en él sus dependencias, donde aún continúan”. Y así ya tenemos completa la historia de los dos palacios de los Pimentel, o del marqués de Távara.
Continúa su recorrido Juan Carlos Urueña: “Junto a san Gregorio se erige la Casa del Sol y la iglesia de san Benito el viejo, fundaciones de Diego Sarmiento y Acuña, conde de Gondomar. Este noble poseyó una magnífica biblioteca. Escribió Sangrador: «Se cuenta que este caballero estando de embajador en Inglaterra, suplicó repetidas veces al rey le permitiese regresar… porque temía morir… entre protestantes… Habiendo vuelto a Valladolid, murió. Su cadáver fue primeramente depositado en la bóveda de la iglesia, con un hijo suyo de corta edad. Convertida la iglesia en almacén de utensilios de guerra, fue extraído el ataúd y trasladado a una panera; desde allí, después de algunas profanaciones, paso a ocupar el hueco de una chimenea, y por último desde este sitio pasó otra vez a la iglesia donde le vi no hace muchos años abandonado.
Es muy extraño que los Sres. Condes de Gondomar, sus sucesores, no hayan tratado de colocar estas dos momias en un sitio más decoroso. Si D. Diego Sarmiento hubiera muerto entre protestantes, sus cenizas hubieran sido indudablemente más respetadas.»
En la Casa del Sol, sobre el entablamento de las columnas dobles de la fachada que hay a cada lado de la puerta, había dos estatuillas que, por formar parte de una ornamentación renacentista simétrica, miraban a lados opuestos. Según cuenta Agapito y Revilla en su libro “Las calles de Valladolid”, la gente les sacó su copla como ocurrió con las figuras de la ventana del palacio de los Valverde, y las bautizó como `los mal casados´ ”.

( En la ilustración, los restos del conde de Gondomar en una foto tomada cuando se devolvieron a su tumba en 1991 tras la restauración de san Benito el Viejo, desde la iglesia de san Martín. A su lado en el ataúd se puede ver la parte inferior de la momia de un niño que, según la “Historia de Valladolid” de Sangrador, corresponde a un hijo suyo) (*)
En el pié de imagen explica Urueña que en la la foto antigua de la Casa del Sol, llamada así por el escudo de piedra que corona su fachada, se ve sobre el arco de la puerta el rótulo que indicaba el uso que tuvo como convento de Oblatas y “centro de corrección y moralización de jóvenes” (Lib. prd.“Valladolid, imágenes del ayer”, pag. 147). Y añade “Aquellas monjitas lo ocuparon hasta hace no mucho, y eran famosas por sus habilidades con la aguja, pues remendaban rotos y quemaduras como nadie”.
Sobre la historia de esta casa dice Vallisoletvm –citando como fuente “Monumentos civiles de la ciudad de Valladolid” de J. J.Martín González- en un artículo de Enero de 2010 sore “La Calle Cadenas de San Gregorio”, que la llamada «Casa del Sol» “fué construida en el año 1540 para el licenciado Don Sancho Díaz de Leguizamón, Alcalde de Corte y miembro del Consejo de S.M. A principios del siglo XVII fue adquirida por D. Diego Sarmiento de Acuña, embajador y Conde de Gondomar quien en 1612, encargó la conclusión del edificio bajo la supervisión del arquitecto Francisco de Práves, a la vez que concluyen el vecino templo de San Benito el Viejo, cuyo pratronazgo ostentaba su familia”.
Y en artículo de Ferero de 2011, “La Casa del Sol ( Palacio del Conde de Gondomar)”, amplía Vallisoletvm: “Situada en la calle de Cadenas de San Gregorio. Tras albergar a las religiosas Oblatas hoy es propiedad del Estado y está adscrita al Museo Nacional de Escultura. Se construyó por los años de 1539, como nos indican las cifras que figuran en la portada. La casa se hacía para Don Juan de Leguizamo, alcalde de Corte y miembro del consejo de S.M.
A finales del siglo XVI pasaba a pertenecer a Don Diego Sarmiento de Acuña, conde de Gondomar, quien en 1612 encargó la conclusión del edificio bajo la supervisión del arquitecto Francisco de Praves, a la vez que concluyen el vecino templo de San Benito el Viejo, cuyo patronazgo ostentaba su familia. El nuevo propietario mandó poner sobre el balcón principal sus blasones, con un sol por remate.
El escudo sabemos se estaba labrando en 1601, como nos lo indica una carta de 21 de abril que publicara Sánchez Cantón. El Conde de Gondomar fue diplomático de prestigio, sirviendo de embajador español en Francia e Inglaterra. Reunió en su casa una espléndida biblioteca, que fue muy alabada en su época. Canesi da extensas referencias.
De la casa se conserva completa la fachada. Se dispone de forma apaisada, con dos torreones en los extremos, de sobria figura. Está labrada esta fachada con piedra caliza de los páramos. Presenta numerosas ventanas y balcones.

(Foto de la agencia Ical publicada por El Diario de Valladolid con el siguiente pié: “La Iglesia de San Benito el Viejo fue durante muchos años almacén de las obras de madera policromada. Leticia Pérez”)(*)
La portada principal tiene arco de medio punto, y se flanquea por dobles columnas y ristras de frutos, de estilo muy burgalés. La decoración es del más puro estilo plateresco, repitiéndose en el balcón. En el interior, algunas habitaciones conservan frisos platerescos.
Además, Vallisoletvm de Enero de 2012 incluye un muy interesante artículo de José Delfín Val – que titula “Don Diego Sarmiento de Acuña (Conde de Gondomar)” – sobre la gran bilioteca que acumulara, como hemos visto. “En el Palacio del Conde de Gondomar hubo una gran biblioteca que el conde había reunido durante sus años de embajador de Felipe III en Alemania, Francia e Inglaterra. Los historiadores de Valladolid, que citaban esta biblioteca particular como un depósito cultural inmenso, valioso e irrepetible, coinciden en afirmar que el número de libros reunidos, en la que hoy conocemos como “Casa del Sol”, podría alcanzar la cifra de 15.000 ejemplares. Todos los fue adquiriendo y pagando de su bolsa (de la que cuentan que nunca se vaciaba) el culto Don Diego Sarmiento de Acuña, conde de Gondomar.
Debió ser el conde un hombre serio, de aplomo, conspicuo y circunspecto, a juzgar por el retrato suyo que se conserva en el Ministerio de Asuntos Exteriores, en Madrid. Fue nombrado regidor perpetuo de Valladolid después de haber sido Corregidor en el difícil año de 1602, año de implantación de la corte en nuestra ciudad. De aquella gran biblioteca desaparecida de Valladolid hicieron elogiosos comentarios dos de nuestros historiadores más serios, Antolinez de Burgos y Canesi. Recurro a Jesús Urrea, quien en su libro Arquitectura y Nobleza. Casas y Palacios de Valladolid reúne las opiniones de ambos historiadores en un significativo párrafo al que se nos van los ojos, llorosos, porque dejamos perder tan valioso tesoro.
En síntesis, la colección de libros del conde de Gondomar estaba formada por libros “de todas facultades y lenguas, recogidos por los más esmerados y eruditos de aquella edad en España, Flandes, Francia, Alemania e Inglaterra; en que gastó muchos reales, unos de materia de Estado y otros de observaciones para todo género de contingencias de paz y guerra y muchos papeles escogidos de grande discreción y doctrina, y todos están colocados en cuatro piezas dilatadas con diez hileras de estantes cada una, sin que se descubra blanco en las paredes con ser muy altas, la una se compone de libros manuscritos, de rara curiosidad de doctrinas y experiencias políticas, y las otras tres de todo género de libros, todo señal de su gran gusto, talento y universal inteligencia, joya de gran valor por ser de las más nuevas impresiones y mucha curiosidad…”
En 1785 el heredero del título y mayorazgo de los condes de Gondomar, marqués de Malpica, cedió la biblioteca a Carlos IV. Hoy los libros y manuscritos de la citada biblioteca se encuentran repartidos entre la Academia de la Historia, la Biblioteca Nacional y la Biblioteca del Palacio Real, sobre todo en esta última”.
En cuanto a la iglesia de San Benito el Viejo hemos tenido que acudir a “Monumentos y edificios” de valladolidweb.es, que explica: “Su construcción como ermita data del siglo XIII. En 1375 pasó a ser parroquia hasta 1812 en que se suprimió y se incorporó a la de San Martín. El calificativo de «Viejo» viene del siglo XIV y se debe al licenciado Sancho Díaz de Leguizamo, dueño de la Casa del Sol. En 1599 Don Diego Sarmiento de Acuña, Conde de Gondomar, adquirió su patronato y en 1601 comenzó la reconstrucción del templo y mandó realizar a los canteros Juan de Celaya y Martín de Uriarte el escudo nobiliario que se encuentra en el ábside exterior.
De 1276 data el primer testimonio que se refiere a la Iglesia vallisoletana de San Benito el Viejo. Será en el siglo XVI cuando el templo se vincule al palacio colindante a través de relaciones de patronazgo, en un primer momento con los propietarios iniciales que en 1540, piden permiso para rehacer la capilla del templo, con la intención de dedicarla a lugar de enterramiento.
La adquisición del palacio y de los derechos sobre el patronazgo de la iglesia por D. Diego Sarmiento de Acuña, sería el impulso definitivo para una transformación más profunda y general, convirtiendo a San Benito el Viejo en una auténtica capilla privada, integrada dentro del propio conjunto palaciego. A partir de la compra en 1599 se decora el exterior de la cabecera con un enorme escudo heráldico con las armas de los Acuña y se realiza un banco para asentar la reja de la capilla mayor.
En 1630, fallecido ya el primer conde pero conservado el patronazgo en la familia, el ensamblador Juan Velázquez y el escultor Manuel del Rincón están ocupados en la labor del retablo, que no se coloca en su lugar hasta 1635. El conjunto, perdido, se componía de seis pinturas en el pedestal narrando la vida de San Benito, un lienzo central con una imagen del santo y esculturas de San Pedro, San Pablo, y el Calvario como remate de su ático. Flanqueando la arquitectura, los escudos de los Gondomar.
Gracias a la documentación que lo describe se sabe que la cripta de la iglesia fue uno de los lugares más emblemáticos de cuantos se dedicaron a estos menesteres en Valladolid. Martí y Monsó transcribe en sus estudios el contrato suscrito para la decoración de la cripta, encargada por el señor de Gondomar en 1612 a los pintores Pedro Díez Minaya y a su hijo Diego Valentín Díaz. La escritura expresa a la perfección el sentimiento de la muerte, no sólo en la sociedad de su tiempo, sino en el entorno de un intelectual preclaro y de una figura política de la talla de D. Diego Sarmiento de Acuña.
El planteamiento simbólico de la ornamentación, hoy lamentablemente perdida, se centraba en el retablo pintado al óleo sobre lienzo y compuesto por tres escenas de fuerte carácter apocalíptico. La principal, el Juicio Final, presentaría a Cristo como juez supremo, rodeado por una serie de santos protectores de los condes también representados en lugar preferente. En uno de los lienzos laterales un ángel tañería la trompeta del Juicio con fragor de fondo, destrucción de arquitecturas, ríos desbordados y pánico. En el otro la resurrección de la carne mostraría con toda crudeza la apertura de los sepulcros y el levantamiento de los cadáveres. Este escenario barroco al servicio de la idea de la brevedad de la vida y de la vanidad, terminaba de completarse con la pintura de una serie de motivos alusivos a esta temática tan identificada con su tiempo (túmulos con despojos, apariciones teatrales de la muerte…).
Suprimida como parroquia en 1812, la mayor parte de su patrimonio se perdió tras los diversos usos a los que se dedicó, albergando a finales de ese siglo un taller de carpintería y carruajes.
En 1912, junto con el palacio adyacente de la Casa del Sol, fue adquirido por las madres Oblatas del Santísimo Redentor, reabriéndose la iglesia al culto en 1921.
A finales de 1999 ambos inmuebles, iglesia de San Benito el Viejo y Casa del Sol, fueron adquiridos por el Estado para integrarlos en el proyecto de ampliación del Museo Nacional de Escultura”.
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(*) Para ver la foto que ilustra este artículo en tamaño mayor (y Control/+):
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