La evaluación de estos últimos 50 años es muy positiva. Ha sido justo agradecer al Papa Francisco el haber repuesto a los católicos latinoamericanos en la senda del amor a los pobres y la de exigir cambios sociales estructurales y culturales
(Jorge Costadoat sj).- A lo largo de 2018 en diversas partes de América Latina y el Caribe se recordó y celebró la realización de la Segunda Conferencia General del Episcopado en Medellín hace exactamente 50 años. Uno de los congresos dedicados al tema, Santiago de Chile entre los días 5 al 8 de noviembre, acaba de terminar. La actividad fue organizada por teólogos y teólogas de algunas universidades del continente, y sesionó en la P. Universidad Católica de Chile y en la Universidad Alberto Hurtado.
Medellín, hasta hoy, representa un hecho mayor en la historia de la Iglesia de América Latina y el Caribe. Por una parte, la Conferencia fue vivida como un momento clave de recepción de la renovación producida por el Concilio Vaticano II en los diversos ámbitos de vida eclesial. Por otra, gracias a la atención puesta al proceso de transformación socio-cultural de nuestros pueblos, ha sido considerada como el nacimiento de la carta de identidad de una Iglesia que, progresivamente, adquirió un rostro teológico y pastoral propio en el marco de una iglesia mundial.
A lo largo del congreso se confirmó la intuición primera de la Teología latinoamericana de querer ser una reflexión creyente sobre la realidad histórica, particularmente sobre la experiencia de los cristianos en esta realidad y, sobre todo, de la praxis de liberación de los más sufridos e injustamente tratados del continente latinoamericano. El congreso hizo memoria, miró el presente y proyectó el futuro del catolicismo en la región.
Entre sus principales expositores estuvieron Carlos Schickendantz, María Clara L. Bingemer, Carlos Galli, Silvia Scatena, Bernardita Piedrabuena, Rolando Ibérico, Luis Bahamondes, Rodrigo Coppe-Caldeira, Rodrigo Polanco, Carlos Montaño, Mercedes García-Bachmann, Pablo Uribe, Élio Gasda, Marcela Mazzini, Arianne van Andel, José Legorreta, Francisco De Aquino Junior, Margit Ekholt, Carlos Mendoza, Consuelo Vélez, Eduardo Mattio, Roberto Tomichá, Ernestina López y Virginia Azcuy.
La evaluación que estos expertos hacen de estos últimos 50 años es, sumando y restando, muy positiva. Bien parece que la Iglesia en América Latina y el Caribe no tiene otro camino que el que Medellín le abrió. Ha sido justo agradecer al Papa Francisco el haber repuesto a los católicos latinoamericanos en la senda del amor a los pobres y la de exigir cambios sociales estructurales y culturales.
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