Leo Messi empleó buena parte del tiempo que va entre las 20:45 y las 22:30 horas del pasado miércoles jugando con su perro y su hijo Thiago en el jardín de su casa en Castelldefels. No vio el partido. Sabía cómo iba a acabar y no puso ningún interés en presenciar el desarrollo del juego que llevaría al Real Madrid a la final de la Champions League.
Messi era plenamente consciente de que el Manchester City era el bombón del sorteo de semifinales, el rival que todos querían y prefirió ahorrarse las imágenes de algo que ya daba por supuesto.