A primera hora de la mañana en San Sebastián, ya se siente un cambio palpable en el ambiente. Juan Carlos Iglesias Chouzas, conocido por todos como ‘Gadafi’, recorre las calles que lo vieron crecer y donde, durante años, sembró el terror.
Ahora, a sus 62 años y con el tercer grado penitenciario en su poder, este miserable terrorista de ETA se enfrenta a una libertad que sus víctimas jamás podrán recuperar. Su salida ha reabierto viejas heridas en la sociedad vasca y española, evocando un interminable rosario de atentados y muertes que le han conferido al personaje un estatus emblemático dentro de la faceta más cruel y deshumanizada de la banda terrorista.
El Ministerio del Interior le atribuye a Iglesias Chouzas un total de 15 asesinatos perpetrados entre 1987 y 1992.
Durante esos años, su nombre estuvo ligado a algunos de los crímenes más horrendos llevados a cabo por ETA, incluyendo la colocación de una bomba lapa en el vehículo de un guardia civil en Erandio, que acabó con la vida de su hijo de apenas dos años, Fabio Moreno.
La frialdad con la que llevó a cabo estos actos, incluso sabiendo que uno de los niños del agente ocupaba el asiento donde había colocado el artefacto explosivo, lo marcó para siempre ante los ojos del público y las autoridades: “el más cruel de todos los etarras”.
Un perfil marcado por la violencia y la falta de escrúpulos
Iglesias Chouzas nació en San Sebastián en 1963, hijo de inmigrantes. Los analistas especializados en movimientos radicales coinciden en que aquellos miembros de ETA provenientes de familias foráneas tendían a involucrarse con mayor ferocidad, buscando así una plena integración en la organización. En el caso de ‘Gadafi’, esta tendencia se tradujo en una trayectoria criminal despiadada y sin atisbo alguno de remordimiento. Ni siquiera tras el asesinato del pequeño Fabio mostró señal alguna de arrepentimiento. Además, no dudó en abandonar a su pareja, la también etarra Nagore Mújica, junto a su hija de dos años durante una operación policial en Francia; huyó para salvarse dejando atrás a su propia familia.
El apodo ‘Gadafi’ se convirtió rápidamente en sinónimo del terror más absoluto. Esto no solo se debe al número elevado de víctimas que dejó tras su paso, sino también por la frialdad y falta total de escrúpulos mostradas durante sus acciones. El colectivo de víctimas Covite ha denunciado reiteradamente que Iglesias Chouzas sigue sin mostrar ningún tipo de remordimiento. Su avance al tercer grado es percibido como una burla hacia la ley y especialmente hacia las familias que sufrieron sus crímenes.
Un tercer grado que indigna a las víctimas
La reciente concesión del tercer grado penitenciario permite a ‘Gadafi’ pasar las noches en casa durante los fines de semana y disfrutar del día fuera del centro penitenciario incluso entre semana. Esta medida resulta polémica; Covite la tilda como “fraudulenta”, dado que la legislación exige un arrepentimiento genuino como condición para poder ascender en grados penitenciarios. Consuelo Ordóñez, presidenta del colectivo Covite, sostiene que el Gobierno Vasco está llevando a cabo una amnistía encubierta para etarras, vaciando las cárceles sin exigir verdaderas responsabilidades a los condenados.
Esta política favorable no es algo nuevo para Iglesias Chouzas. Desde hace más de un año ya disfrutaba permisos similares gracias al artículo 100.2 del Régimen Penitenciario, lo cual le permitía salir diariamente pese a no cumplir con los requisitos legales para acceder al tercer grado. Ahora esta situación se formaliza y normaliza mientras crece la indignación entre familiares de las víctimas y buena parte del tejido social.
Vínculos familiares y apoyo del entorno abertzale
Lejos de distanciarse del entorno radical, ‘Gadafi’ mantiene conexiones directas con la izquierda abertzale gracias a su hija, quien es militante activa dentro del lobby pro-excarcelación de etarras denominado Sare. Ella ha estado presente en conferencias públicas organizadas por Etxerat y Sare donde no dudan en calificar a Iglesias Chouzas como “preso político”. Covite denuncia que estas acciones fortalecen una narrativa errónea sobre impunidad y heroísmo alrededor de quienes han sido condenados por terrorismo, complicando aún más el proceso hacia la reconciliación y una memoria compartida.
Anécdotas y curiosidades sobre ‘Gadafi’
- Durante una operación policial llevada a cabo en Francia, Iglesias Chouzas logró escapar dejando atrás a su pareja e hija pequeña, quienes fueron detenidas en el aeropuerto Roissy-Charles de Gaulle.
- En 2022 fue el único terrorista beneficiado por la llamada ‘doctrina Atristain’, que anuló una confesión obtenida sin asistencia legal; esto le permitió ser absuelto del asesinato cometido contra un guardia civil en 1991.
- Es habitual ver cómo la izquierda abertzale despliega pancartas y utiliza hashtags apoyando a ‘Juankar’ (su apodo familiar) durante manifestaciones y eventos públicos celebrados en el País Vasco.
- Su hija ha participado activamente en conferencias dentro del Parlamento Europeo sobre las condiciones carcelarias de los presos etarras; esto refuerza la idea errónea entre algunos sobre que su padre es una víctima política pese al oscuro historial criminal que arrastra.
- Nunca ha mostrado arrepentimiento ni ha colaborado con las autoridades para esclarecer otros crímenes pendientes cometidos por ETA.
La memoria de las víctimas y el debate social
Mientras Iglesias Chouzas disfruta ahora casi como si fuera un jubilado dorado, el sufrimiento causado entre las víctimas permanece invisible ante los ojos del relato conocido como Memoria Democrática. La situación actual reabre un intenso debate sobre si realmente debería otorgarse beneficios penitenciarios a terroristas carentes de arrepentimiento genuino; cuestiona también tanto la eficacia como la ética detrás de unas políticas que muchos consideran solo añaden dolor adicional a quienes ya han perdido tanto.
En un país marcado por décadas llenas de violencia e incertidumbre, ver caminando libremente a uno de los asesinos más notorios asociados con ETA es un recordatorio incómodo: tanto la justicia como la memoria colectiva siguen siendo asuntos pendientes para muchos.
