Un cáncer.
Persistente y contagioso.
La mañana del 15 de agosto de 2025, un hecho perturbador sacudió a Francia: el olivo plantado en París en memoria de Ilan Halimi, joven judío asesinado en 2006, fue talado.
El presidente Emmanuel Macron no tardó en condenar el acto como un “crimen de odio antisemita”, subrayando que “ningún crimen puede arrancar de raíz el recuerdo”.
El ataque, que tiene lugar en un contexto europeo marcado por el repunte de agresiones y discursos antijudíos, se convierte en un símbolo inquietante del clima actual.
El incidente de París no es un hecho aislado. En Europa, los datos muestran un alarmante aumento de incidentes antisemitas. Solo en 2024, países como Alemania, Francia y Reino Unido han visto duplicarse los ataques a escuelas, sinagogas, negocios y personas judías.
En Francia, los incidentes crecieron un 185% en dos años, mientras en Alemania aumentaron un 75%. La presidenta internacional de la Liga Antidifamación, Marina Rosenberg, advierte: “Muchos judíos de todo el mundo están ocultando sus símbolos. Algunos llegan incluso a cambiarse el nombre y ocultar la estrella de David”.
El caso Halimi: memoria, odio y símbolo
El olivo derribado en París no era solo un árbol: representaba la lucha contra el olvido del asesinato de Ilan Halimi, secuestrado y torturado por un grupo antisemita en 2006. Para Macron, el acto de vandalismo es un claro mensaje de odio, una “afrenta a la memoria y a la convivencia”.
Las reacciones políticas han sido contundentes en toda Francia, pero también han evidenciado la fragilidad de los consensos frente al antisemitismo.
El caso Halimi, que conmocionó a la sociedad francesa hace casi dos décadas, sigue siendo un referente en el debate sobre la violencia antijudía en Europa.
El ataque al árbol memorial coincide con el repunte de tensiones tras la última escalada bélica entre Israel y Hamás, que ha servido de catalizador para discursos antisemitas y para la normalización de expresiones de odio en la calle, en redes sociales y en ciertos sectores políticos y mediáticos.
España: del negacionismo a la evidencia del repunte
España no es ajena a esta tendencia. Según datos recientes del Observatorio del Antisemitismo en España, el número de incidentes antisemitas en 2024 aumentó un 321% respecto al año anterior, y un 567% si se compara con 2022.
El informe anual recoge 193 incidentes, más de uno cada dos días, con picos en octubre y noviembre, coincidiendo con el aniversario de la masacre de Hamás del 7 de octubre.
La gran mayoría de estos actos y expresiones antisemitas tienen su origen en el conflicto entre Israel y Gaza, pero los expertos advierten: “no solo generan un nuevo antisemitismo, sino que despiertan y dan excusas al de toda la vida”.
Una encuesta del Real Instituto Elcano de mayo de 2025 mostraba que el 82% de los españoles considera que la actuación de Israel en Gaza es genocidio, pero solo el 16% cree que el antisemitismo está extendido en el país.
Sin embargo, la Federación de Comunidades Judías de España y el Movimiento contra la Intolerancia señalan que esta percepción es errónea y que el antisemitismo ha aumentado en visibilidad, intensidad y normalización desde octubre de 2023. De hecho, han crecido las agresiones verbales, los ataques a personas e instituciones judías, las acusaciones colectivas y la proliferación de bulos y negacionismo del Holocausto.
En la prensa, el Gobierno y la calle
El papel de los medios de comunicación y de la clase política es clave en este fenómeno. Mientras algunos medios han tratado de separar el antisemitismo de la crítica legítima a la política israelí, otros han normalizado discursos ambiguos o han permitido la difusión de estereotipos y bulos.
El debate público, especialmente en redes sociales, ha servido de altavoz para mensajes de odio, muchas veces disfrazados de activismo político.
En el ámbito institucional, tanto la Oficina Nacional de Lucha contra los Delitos de Odio como el Observatorio Español del Racismo y la Xenofobia han registrado el mayor repunte de incidentes antisemitas en la historia reciente de España. El Gobierno español ha condenado los ataques, pero desde las comunidades judías se reclama una acción más decidida y una mayor vigilancia sobre los discursos de odio en la esfera pública y en la política.
En la calle, la realidad es inquietante.
El informe 2024 del Observatorio del Antisemitismo señala que muchas personas de la comunidad judía han optado por ocultar su identidad por miedo. El temor a la estigmatización y a la violencia ha cambiado hábitos cotidianos y ha incrementado la sensación de inseguridad.
Europa, en alerta ante el auge del antisemitismo
El fenómeno no es exclusivo de España. El informe del Grupo de Trabajo J7 y de la Liga Antidifamación confirma que el antisemitismo ha crecido en todos los países europeos con grandes comunidades judías. Los ataques a símbolos, memoriales y personas se han convertido en una constante. El aniversario del final de la Segunda Guerra Mundial, celebrado en mayo de 2025, estuvo marcado por la preocupación ante este auge del odio.
Las causas son complejas: la polarización política, la instrumentalización del conflicto en Oriente Medio, la difusión masiva de bulos en internet y el resurgir de viejos prejuicios. Pero el efecto es claro: crece el miedo, se normalizan discursos intolerantes y la convivencia democrática se resiente.
Perspectivas: memoria, reacción y desafíos
El ataque al árbol de Ilan Halimi es un recordatorio de que la memoria es frágil y que el odio puede materializarse en gestos concretos. A corto plazo, la reacción institucional ha sido firme en Francia y en otros países europeos. Pero los datos muestran que la tendencia al alza del antisemitismo no remite.
España y Europa enfrentan el reto de combatir no solo los delitos de odio, sino también la normalización del antisemitismo en la vida pública, en la prensa y en el debate político. Proteger la memoria y la dignidad de las víctimas, como Ilan Halimi, exige algo más que condenas simbólicas: requiere vigilancia, educación y un compromiso real de todos los actores sociales.
Frente a los intentos de “arrancar de raíz el recuerdo”, como denunciaba Macron, Europa se ve obligada a decidir si opta por la memoria activa o por la resignación. De esa elección depende buena parte de la calidad democrática y de la convivencia en el continente.
