¡MENUDA PESADILLA HE PADECIDO!
Ignoro si la pasada noche, mientras me hallaba descansando, durmiendo a pierna suelta, en los mullidos brazos de Hipnos o, en su defecto, en los de su hijo Morfeo, mi inconsciente me ha proporcionado un sueño placentero; lo que sí me consta y recuerdo, con total fidelidad, es haber sufrido una pesadilla (absurda; así la he catalogado, tras despertar), porque, aunque no estoy afiliado al PSOE (sí a la UGT, aun jubilado; otrora a mi fe en el partido fundado por Pablo Iglesias le ocurrió tres cuartos de lo propio que le había sucedido a mi fe en la religión católica, apostólica y romana, que se mantuvo en pie hasta que ese edificio, mero castillo de naipes, se vino abajo, con la primera ráfaga de viento, en un pispás), siempre me he reconocido y confesado socialista. Sigo creyendo en la igualdad de oportunidades, en la justicia social o redistribución de la riqueza y en la solidaridad.
Al parecer, Pedro Sánchez había hablado por teléfono con varios correligionarios suyos, sondeándoles, pero todos habían declinado la propuesta del secretario general del PSOE y presidente del Gobierno. Habían sido honestos al reconocer su escasa preparación y la inopia o falta de recursos intelectuales y procedimentales para culminar, de manera satisfactoria, las tereas propias del cargo, lo que les honraba y acaso eso les hacía también estupendos candidatos para el puesto, pero habían rehusado serlo; el miedo cerval a ser secretario de Organización del PSOE había cundido, como lluvia fina, entre la afiliación. El horizonte judicial que esperaba a los dos últimos compañeros que habían ocupado tan digno cargo no era el más halagüeño, ciertamente.
Mientras me hallaba cerveceando y conversando de lo divino y de lo humano con Diana y Pío, en la cafetería Montón, sita en la acera de los impares de la tudelana Avenida de Santa Ana, he recibido una llamada en mi móvil (no se trata de un smartphone o teléfono inteligente, sino del modernizado teléfono de casa). El comunicante me ha dicho que era el presidente del Gobierno de España, o sea, Pedro Sánchez, y que, al menos, dos personas le habían hablado estupendamente de mí, de mi honradez a prueba de bombas (a lo que le he replicado y/u objetado que no se fiara, que yo soy humano y, por ende, nada de lo humano me es ajeno, que se lee en “Heautontimorumenos”, o “El hombre que se castiga a sí mismo”, de Publio Terencio Africano), y que uno de ellos le había dado mi número de teléfono.
Como yo no me creía ni por el forro que estuviera hablando de veras con Pedro Sánchez, sino con alguien que imitaba a la perfección su voz, me ha dado por seguirle la corriente, el rollo. Ya veremos dónde y cómo termina la cosa, me he dicho a mí mismo.
Me ha referido cuanto le había ocurrido, que todas las personas, féminas, varones y no binarios, del partido con las que había contactado y les había propuesto el cargo de secretario de Organización del PSOE lo habían rechazado. Normal, le he aducido, el cargo, si hacemos caso a los dos últimos precedentes, parece gafado, maldito. Así que, mejor no tentar a la suerte.
Como el desconocimiento puede ser temerario, le he aducido que no le fallaría, si me propusiera ese cargo a mí. Me estaba divirtiendo de lo lindo hasta que me ha dicho que me citaba y esperaba para el día siguiente, domingo, en el palacio de La Moncloa, a las doce del mediodía. Bueno, pues, nada más escuchar La Moncloa, he identificado la residencia presidencial con una boa constrictora y me ha entrado un tembleque de piernas que ha faltado el canto de un euro para que me hiciera encima, amén de pipí, popó.
Le iba a replicar a Pedro Sánchez que pensaba que la conversación era una muestra de guasa, pero… ha cortado con un “entonces, mañana nos vemos, Ángel”.
Menos mal que, a renglón seguido, me he despertado, y todo había sido un mal sueño, porque ha sido abrir los ojos a un nuevo domingo y comprobar que la susodicha pesadilla me había provocado una nueva arritmia cardiaca y mi cuerpo estaba bañado en sudor. Así las cosas, he decidido darme una ducha fría y relajante para calmarme.
Ángel Sáez García
angelsaez.otramotro@gmail.com
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