QUIEN LA PRIMICIA DA QUÉ BIEN SE QUEDA
¿AL INVESTIDO SER DE ASAZ DECENCIA?
Ayer, A. C. E., el anónimo comunicante espontáneo, que, de vez en cuando, decide ponerse en contacto conmigo, volvió a mandarme un correo electrónico con las cuatro (en esta oportunidad, algunas más) letras o palabras de rigor:
“Otramotro, el otro día le escuché afirmar a un amigo tuyo (permíteme que te haga cavilar un rato, pues no te suministraré su verdadero nombre de pila; pretendo conseguir tres cuartos de lo propio que logró Cervantes, al ocultarle al atento y desocupado lector de su inmortal obra el nombre de la aldea donde residía don Quijote, en La Mancha; ergo, perdona que te haya empujado a indagar infructuosamente) que eres un cronista excepcional; que, en la cabal narración de hechos que llevas a cabo, no sueles olvidar un dato que sea distintivo, pertinente, relevante, significativo.
“¿Crees que eres fiel en cuanto narras?
“Dame las gracias (sé que lo harás, porque ‘De bien nacido es ser agradecido’; ignoro cuántos son los textos que he leído que portaban tu firma y habías titulado de esa guisa; que yo recuerde ahora, a bote pronto, me salen más de cinco, o sea, por lo menos, media docena, seis) por haberte dejado o dispuesto las bolas blancas sobre el tapete verde del billar para que hagas carambola hasta sin querer.
“A. C. E., el anónimo comunicante espontáneo, que ha heredado de uno de sus maestros el don o la virtud de devenir en camaleónico, proteico, versátil, de cambiar de piel en un pispás”.
Le he contestado lo mismo que cabe leer aquí, a continuación:
Procedo a culminar, en primer lugar, lo que tú, que barruntas o intuyes estupendamente, ya habías sospechado y dejado constancia en tu escrito. Muchas gracias, por tanto, por ponerme el balón en clara circunstancia favorable, a fin de poder rematar a gol a huevo.
Este menda, como cualquier otro contador de casos y cosas, ora sea o se sienta ella, él o no binario, si aspira a ser creíble y creído, habrá de esforzarse en ser fidedigno, y, por ende, narrar tal y como vio, oyó y vivió el decurso de los hechos. Ahora bien, como es honesto, reconoce que en numerosas ocasiones ha imaginado o fantaseado. ¿Que cómo ha hecho eso? Pues agregando a lo que ocurrió una cucharada, o dos, o tres, de miel, sarcasmo o tabasco, dependiendo, claro está, del asunto que tratara el abajo firmante en dicho relato.
Dilecto (aunque sé que prefieres el adjetivo querido) A. C. E., si hace mucho tiempo que me lees (han pasado ya dieciocho años, desde que publiqué aquí, en mi bitácora de Periodista Digital, el blog de Otramotro, los primeros textos; el pasado mes de febrero del presente año, por tanto, cumplí mi mayoridad), sabrás por quién se enteró mi profesor de matemáticas, física y química del seminario menor navarretano, Juan Antonio (si no marro estrepitosamente, diría que esa era su verdadera gracia), que un educador o formador camilo, profesor de religión, Juan Mari López, me había pillado dentro del cuarto que usaba él (me refiero a Juan Antonio) como despacho, mientras copiaba servidor un par de preguntas del examen final de física.
¡Eureka! Por mí. El mejor camino o método, para que empiece a correr cuanto antes la pena que mereces, es no malgastar el tiempo, no procrastinarlo con embelecos, sino asumir y reconocer la pura y dura verdad. Yo comprobé entonces, in situ, que eso te concede una autoridad moral, te inviste de una dignidad o una ejemplaridad inusitada, que deja al que te cogió in fraganti en fuera de juego.
Hoy hay una legión de psicólogos (que han invertido muchas horas en realizar sus concienzudos experimentos) que sostienen (tras extraer de ellos sus más contundentes conclusiones) que todos modificamos, queriendo o sin querer, el pasado, que lo acomodamos, lo moldeamos y lo remodelamos para que cuadre o encaje, como alianza en el dedo anular, con nuestro propósito, si lo tenemos. Yo no niego que eso sea verdad en un amplio porcentaje de los casos, en el grueso de los mismos, pero no he olvidado que, mientras en la puerta del edificio principal (había acudido allí para ser yo el primero que le narrara lo ocurrido) le contaba a Juan Antonio qué había acaecido una hora antes en su cuarto, miré hacia arriba y vi cómo, a través del límpido cristal de una de las ventanas de la última clase, la de la esquina, Juan Mari me miraba admirado, atónito, sin entender qué ocurría. Diré que estaba más epatado que yo. ¿Por qué? Acaso porque me había adelantado a su intención y le había chafado el placer de darle a su colega la primicia.
Nota bene
En los cuatro evangelios canónicos del Nuevo Testamento hay verdades que semejan puñetazos en pleno rostro, que te golpean, verbigracia, el mentón y, tras quedar grogui, caes sin remedio a la lona.
Y, como en el convento de Algaso sigue sin haber un miembro de la comunidad religiosa que aventaje a fray Ejemplo, tanto en saber teórico como práctico, pondré uno, que venga a cuento y sea clarificador. Esto es lo que cabe leer en los versículos 31-34 del capítulo 8 del Evangelio de Juan:
“Dijo entonces Jesús a los judíos que habían creído en él: Si vosotros permaneciereis en mi palabra, seréis verdaderamente mis discípulos; y conoceréis la verdad, y la verdad os hará libres. Le respondieron: Linaje de Abraham somos, y jamás hemos sido esclavos de nadie. ¿Cómo dices tú: Seréis libres?
“Jesús les respondió: De cierto, os digo que todo aquel que hace pecado esclavo es del pecado”.
Ángel Sáez García
angelsaez.otramotro@gmail.com
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