El periodismo español se ha despertado huérfano y conmocionado por la inesperada pérdida de Javier Cid, uno de sus cronistas más brillantes y polifacéticos, cuya voz crítica y talento narrativo han marcado a toda una generación de profesionales y lectores.
La noticia del fallecimiento de Cid, a los 46 años, ha sacudido redacciones y platós, dejando tras de sí un eco de tristeza y admiración en quienes tuvieron el privilegio de compartir con él redacción, micrófono o confidencias.
A día de hoy, 23 de agosto de 2025, se confirma que Javier Cid fue hallado sin vida en su domicilio del barrio madrileño de La Latina.
La causa exacta del fallecimiento no ha trascendido públicamente, pero el dolor por su marcha prematura se ha hecho palpable en mensajes y gestos que se repiten en todos los rincones del periodismo nacional.
En directo y entre lágrimas, la periodista Pepa Romero comunicaba la noticia al cierre del programa Y ahora Sonsoles, reflejo del impacto que su ausencia deja también en el ámbito televisivo.
Una trayectoria marcada por la pasión y la excelencia
Nacido en Zamora en 1979 y criado en Pamplona, ciudad donde completó sus estudios universitarios en Historia, Javier Cid encarnó desde joven la inquietud intelectual y el inconformismo que después le definirían como profesional. En 2001 se trasladó a Madrid para formar parte de la primera promoción del prestigioso Máster de Periodismo de El Mundo, publicación a la que quedaría ligado durante casi un cuarto de siglo.
La redacción de El Mundo era para él mucho más que un lugar de trabajo. Era un espacio familiar donde su risa contagiosa y su generosidad tejieron vínculos difíciles de describir. “No exagero si afirmo que era como alguien de la familia para toda la redacción. Era jefe, subordinado, colega… pero sobre todo amigo y cómplice”, escriben quienes compartieron con él largas jornadas de cierre y confidencias tras las bambalinas informativas.
En Unidad Editorial, Cid se ganó muy pronto el respeto y el cariño generalizados por su capacidad camaleónica: reportero incisivo, entrevistador imbatible, jefe meticuloso e impulsor incansable de suplementos especiales. Su último cometido fue como jefe de sección del suplemento Gran Madrid, donde coordinaba información local con esa mezcla única de frescura y rigor que caracterizaba su estilo.
El arte del reportaje: honestidad, humor y profundidad
Pocos periodistas han sabido conjugar como él la ironía afilada con la empatía sincera hacia sus protagonistas. Su prosa —salsona, gamberra y directa— convertía cada crónica en una experiencia literaria memorable. Fue descubridor precoz de voces mediáticas tan reconocidas como Carmen Lomana; sus entrevistas quedarán para siempre como ejemplos de periodismo honesto que no teme adentrarse en lo incómodo ni evitar lo humano.
Cid era “el primero en llegar y el último en marcharse” del periódico desde 2001. Su ilusión nunca decayó ni siquiera ante las tareas más ingratas si eso le permitía seguir escribiendo “con ese estilazo propio”, como recuerdan sus compañeros con nostalgia imborrable.
En televisión, su participación como tertuliano habitual en programas como Y ahora Sonsoles o La Sexta Xplica le granjeó popularidad entre el gran público. Allí desplegaba sentido del humor mordaz y espíritu crítico, convirtiéndose en una presencia imprescindible para entender la actualidad desde ángulos inéditos.
Compromiso con los derechos humanos y la diversidad
La biografía profesional de Javier Cid no puede desligarse jamás de su activismo social. Defensor a ultranza de los derechos LGTBIQ+, su labor fue reconocida en 2019 con el Premio Alan Turing, distinción reservada a quienes promueven con valentía la igualdad real y visibilidad del colectivo. Ese compromiso atravesaba tanto sus artículos como sus intervenciones públicas, haciendo bandera siempre del respeto a la diversidad e inclusión.
Faceta literaria: dos novelas para una generación inquieta
A su brillantez periodística sumó una faceta literaria relevante: firmó dos novelas que exploran los anhelos y contradicciones de una generación marcada por el paso del tiempo. La primera obra llegó bajo pseudónimo: Diario de Martín Lobo. Nueve años después publicó Llamarás un domingo por la tarde, un relato que profundiza en las preocupaciones vitales sin perder nunca el pulso narrativo ni la mirada crítica.
Homenaje colectivo: compañeros rotos y lectores fieles
Las muestras públicas de cariño se han sucedido sin pausa desde que se conoció su muerte. Pepa Romero no pudo contener las lágrimas al despedirlo ante millones: “Le teníamos un gran cariño… Un abrazo enorme a la familia y a ti Javier, allá donde estés”. Los mensajes se multiplican tanto desde platós como desde las redes sociales: todos coinciden en destacar su generosidad profesional, su humor arrollador y el vacío irremplazable que deja entre quienes aprendieron junto a él los secretos —y las miserias— del oficio periodístico.
En memoria del periodista zamorano están previstos diversos actos conmemorativos promovidos por colegas y medios afines; la redacción de El Mundo prepara ya un homenaje interno para celebrar su vida profesional y personal.
Datos biográficos esenciales
- Fecha y lugar de nacimiento: Zamora (1979)
- Crecimiento: Pamplona
- Formación: Licenciado en Historia (Pamplona), Máster en Periodismo (El Mundo, Madrid), primera promoción (2001)
- Trayectoria profesional: Más de 25 años vinculado a Unidad Editorial; jefe de sección Gran Madrid (El Mundo); colaborador habitual en televisión (Y ahora Sonsoles, La Sexta Xplica)
- Obras literarias: Diario de Martín Lobo (pseudónimo), Llamarás un domingo por la tarde
- Premios: Premio Alan Turing (2019) por su defensa activa del colectivo LGTBIQ+
- Reconocimientos: Referente indiscutible para compañeros y lectores; referente ético e intelectual
- Información familiar: Vida privada muy discreta; círculo íntimo reducido alejado siempre del foco mediático
El adiós a Javier Cid es también una invitación a celebrar esa manera única e intransferible que tuvo siempre para contar historias —las propias y las ajenas— sin perder nunca el asombro ni el compromiso con lo humano. El periodismo pierde hoy una voz necesaria; quienes le conocieron ganan para siempre el privilegio imborrable del recuerdo.
