La prensa de izquierdas se felicita de la victoria del proetarra Arnaldo Otegui en Estrasburgo
“Radiactividad fuera de control”, titula ‘Público’ en su primera, dando a entender que lo que está verdaderamente fuera de control en esta crisis es la prensa antinuclear, es decir, izquierdista (estas cosas vienen en el ‘pack’, aunque uno no entienda muy bien por qué hay que ser antinuclear si se es de izquierdas y pronuclear si se es de derechas). Es la hora de los ‘alternativos’, ahora que la crisis en los países árabes y el dogma del cambio climático empezaban a sembrar las primeras dudas entre los ecologistas sobre la conveniencia de tolerar la energía atómica. Pero eso se ha acabado: “La radiación alcanza la metrópoli de Tokio”. Y, por si alguien se pone a comparar víctimas del terremoto y el tsunami con las de la radiación: “Los efectos de la radiación llegarán a largo plazo”. Un día de victoria.
Lo del control debe ser consigna, porque también ‘El País’ titula: “Fukushima está fuera de control” y, en páginas interiores, vuelve a hacer el truco de la foto titulando “Japón lucha por evitar otro Chernóbil” bajo una enorme imagen a doble página de la devastada ciudad de Yamada, de modo que inevitablemente el lector asocia la desolación causada por el tsunami con el apocalipsis nuclear.
Cuestión de riesgo
La diferencia en el tratamiento de la crisis entre medios antinucleares y medios pronucleares, en realidad, no está en los hechos, iguales para todos, ni en los datos técnicos y científicos, que difieren algo más, pero no significativamente. Es decir, no es que la prensa de un lado crea que la energía atómica carezca absolutamente de riesgos y la otra piense que instalar una central equivale a sembrar la desolación en la zona; más bien, unos y otros no se ponen de acuerdo en qué constituye un riesgo asumible. Palabras como “apocalipsis”, “catástrofe nuclear” y otras por el estilo, tan poco específicas, difícilmente dan la idea del peligro real; Chernóbil, el peor accidente de la historia que sigue en nuestra memoria colectiva como una debacle de proporciones dantescas, mató a poco más de 50 personas, y los reactores no dañados de la planta reabrieron a los siete meses del evento. Un drama, en cualquier caso, pero incomparablemente menos grave que el propio tsunami.
No se trata tanto de que la energía nuclear carezca de riesgos como de preguntarse si existe algo benéfico para el hombre que presente una seguridad absoluta. Los combustibles fósiles contaminan, son finitos y tienen sus mayores yacimientos en las zonas más políticamente sensibles del planeta. Y las renovables, seamos serios, no podrían cubrir ni una fracción de la demanda energética actual y a un precio desproporcionadamente alto. Para que quede claro quiénes son los ‘malos’, después de haber dejado claro que los pronucleares son poco menos que genocidas, ‘Público’ informa: “Endesa y FAES desvela el programa oculto nuclear del PP”. ¿Por qué el PP podría mantener ‘oculto’ su programa energético, sino porque piensa organizar una masacre masiva?
Pero alejémonos de la onda expansiva. ‘Público’ saca a primera la sentencia por la que “Estrasburgo falla a favor de Otegui en sus críticas al rey”. ¿Qué lo hace tan noticioso, que se trate de una victoria para Otegui o que sea una derrota para la soberanía penal española, que castiga las injurias al Jefe del Estado? Sospechamos maliciosamente que no sería igual el entusiasmo periodístico de ‘Público’ si se tratase del presidente de la república.
Cura abortista y bueno
‘El País’ saca a su primera una de esas noticias que tienen intención ‘edificante’ más que informativa: “Excomunión para el cura que pagó dos abortos”.
Dado que el aborto, el asesinato de un ser humano indefenso a los ojos de la Iglesia, es materia de excomunión ‘latae sententia’ (sin necesidad de que nadie la proclame), la cosa no sería noticia. Pero el asunto da al diario de Prisa ocasión para tres maniobras de confusión a la que es muy aficionada, a saber: no todos los cristianos se oponen al aborto; la Iglesia católica es represiva y totalitaria; y los curas que más ‘molan’ se oponen a la jerarquía eclesiástica.
Esto último se explica en un cuadro adjunto titulado “Un sacerdote cerca de la tierra”, porque todo el mundo sabe que los curas ortodoxos caminan por las nubes y que no hay nada más realista que matar niños en el vientre de sus madres. El de este sacerdote es el ejemplo de un tipo de clérigos rojos y ‘poseurs’, de edad más que provecta, que pretendían ser la vanguardia del futuro y se extinguen más deprisa que el lince ibérico.
Pero ‘El País’ los exprime como limones en su labor apostólica.
Publicado originalmente en La Gaceta