Semana cargada de emociones intensas en lo político, económico y social. La palma de oro se la llevan dos temas que han marcado las aperturas de todos los informativos y las portadas de todos los periódicos: la dimisión de Francisco Camps y el rescate económico de Grecia.
Trajecillos y cuellos duros
La salida del Gobierno valenciano del ya ex presidente Camps tiene varias lecturas, pero casi todas coinciden en lo mismo: la dolorosa decisión beneficia al Partido Popular y perjudica a los socialistas porque pone el listón de la intolerancia frente a las sospechas judiciales muy alto. Jordi S. Berenguer desde Barcelona realiza un análisis contundente: «No parece que unos trajecillos de medio pelo que le regalaron a Camps puedan afectar a nuestros bolsillos, ni siquiera que los errores cometidos por el ya ex presidente de la Generalitat Valenciana hayan influido mucho en la enorme crisis que padecemos.
Pero lo vergonzoso es que ese acoso y derribo al que ha sido sometido con ferocidad inquisitorial haya sido promovido por quienes durante años nos han estado robando la cartera con sus despilfarros millonarios, a costa del contribuyente, y siguen ahí tan campantes, con su cuello duro… en combinación con la cara». No son pocos los que con la dimisión de Camps se han percatado de que el PSOE ha gritado mucho pidiendo responsabilidad política al presidente valenciano, pero no utiliza el mismo empeño y rigor a la hora de exigirla a los socialistas.
Y sin hacer un gran esfuerzo memorístico, todo el mundo se acuerda rápidamente de José Bono y su generoso patrimonio, que aún nadie sabe cómo ha crecido tanto ni cómo se puede permutar casas de valor muy distinto con un famoso constructor, sin que ello se vea como un trato de favor o un regalo impropio. También está Manuel Chaves y su sorprendente generosidad con las empresas en las que casualmente trabajaba su hija Paula, y mira que hay empresas para elegir; o los movimientos oscuros pero muy rentables de su intermediario hijo; sin olvidarnos de los ERE andaluces, que siguen impactando a la opinión pública por su gran nivel de corrupción, pero todavía ningún político andaluz -empezando por el presidente Griñán- se ha hecho responsable de este gran desfalco económico.
Los ciudadanos tienen las cosas bastante claras, si nos guiamos por la carta de Carlos Torralba, que llega desde Lugo, y que habla sobre el peso electoral que puede tener la dimisión de Camps, más allá de lo que digan la prensa y los portavoces de los partidos, con sus interesadas y capciosas opiniones: «Todo el mundo veía que Francisco Camps era un estorbo para la buena imagen del PP y una suerte para el PSOE, de cara a tener un argumento de ataque en las futuras elecciones generales. Si no hubiera dimitido, el candidato Pérez lo hubiera utilizado hasta la saciedad como arma arrojadiza contra Rajoy. Ahora, sin Camps en el horizonte, la cosa cambia mucho, y el PSOE y Alfredo P. deberán buscar nuevos puntos débiles del candidato popular, pero los ciudadanos tomamos nota y esperamos que el PSOE demuestre también su deseo de no transigir ni un ápice con la sombra de las sospechas de sus políticos».
La muerte de Carlos Sentís
Hay vida informativa más allá de la dimisión de Camps, y sobre todo hay otras cuestiones de actualidad que interesan mucho a nuestros lectores. El martes fallecía en Barcelona a los 99 años el periodista Carlos Sentís. Además de cubrir grandes acontecimientos como el juicio de Núremberg, fue diputado de UCD. Sobre el periodista catalán escribe desde Barcelona, José Gutiérrez Rodríguez: «Descanse en paz el veterano periodista y hombre de bien Carlos Sentís Anfruns. Ha sido un ejemplo de buen hacer y concordia en su dilatada vida durante un siglo agitado y lleno de feroces rivalidades.
Su actuación fue muy importante para el regreso de Josep Tarradellas, otro hombre de bien de esta reciente etapa democrática en la vida española. Carlos Sentís y Josep Tarradellas, con otros muchos pacificadores, son un ejemplo para la sociedad actual, tan manipulada por los sembradores del odio y explotadores del rencor de la desdichada historia que muchos no tuvimos la desgracia de vivir. Paz para los muertos y concordia para los vivos».
Quemados con el catalán
Sin duda, Cataluña es una de las regiones donde LA GACETA también triunfa; por ello son muchas las cartas que nos llegan de esa zona de España. Para Pilar González Rodríguez, lectora-escribidora de Barcelona, lo que en este caso desea denunciar son los comisarios lingüísticos que, según ella, están destruyendo el catalán: «Recuerdo que hace 30 años la lengua catalana contaba con un caudal de ilusión y simpatía. Muchos queríamos aprenderla y usarla. Lamentablemente ese caudal ha ido disminuyendo. Percibo que hay cada vez más gente ‘quemada’ con el tema del catalán. Se ha abandonado la vía de la persuasión y se ha sustituido por la de la imposición cuando no de la multa, como es el caso de los comerciantes. Y, para más inri, ahora Artur Mas anuncia la creación por decreto de una red de «comisarios lingüísticos». Con comisarios y multas sólo van a conseguir aumentar el resentimiento contra el catalán y que su ya menguante caudal de simpatía acabe secándose».
Los problemas de sus señorías
Terminamos este Juego de cartas con una cuestión surrealista, al menos desde el punto de vista de los lectores. Los protagonistas también son dos políticos bastante… surrealistas, al menos desde mi punto de vista: el ministro Miguel Sebastián y el presidente del Congreso, José Bono, que esta semana han mantenido a todo el país en vilo con su esencial debate de corbatas sí o no. «España en crisis, más de cuatro millones de desempleados; la prima de riesgo sobrepasando los 300 puntos básicos, familias a las que les cuesta llegar a final de mes, etc., pero en el Congreso el debate que polariza la atención es si es decoroso o no que un ministro prescinda de la corbata.
Eso sí, por una vez, y sin que sirva de precedente, tengo que darle la razón al señor Bono, aunque sea defender lo que muchas personas denostan como un gesto arcaico y que da la sensación de que aún estemos en pleno siglo XIX. El hecho de que un parlamentario vaya pertrechado con su corbata y su traje da la sensación de que, al menos de cara a la galería, la política es algo serio y riguroso.
Es verdad que el hábito no hace al monje, pero si los trabajadores del Congreso van con su uniforme en pleno verano, tampoco creo que sea una carga para ciertos políticos el ir con la indumentaria que está en el reglamento». Con la carta de Juan Antonio Alonso Velarde, de Madrid, que representa a otras muchas recibidas sobre este veraniego debate, nos quitamos la corbata y nos vamos a dar un chapuzón a la salud de Bono… o no.