Las mentiras que hieren la memoria: el impacto social de los falsos héroes.
La historia de Enric Marco no es única, personajes que construyeron relatos falsos o engañosos que nunca existieron. Se presentó durante años como superviviente de los campos nazis y portavoz de la Amical de Mauthausen. El historiador Benito Bermejo demostró que nunca estuvo en un campo de concentración. Su caso inspiró documentales y la novela El impostor de Javier Cercas.
Tania Head/Alicia Esteve, se hizo pasar por una de las supervivientes más emblemáticas del atentado del 11-S en Nueva York, afirmando que había estado en la Torre Sur y perdido a su prometido. Fue presidenta de la asociación de víctimas «World Trade Center Survivors’ Network». En 2007 se descubrió que nunca estuvo allí: todo era inventado.
Aunque mucho menos frecuente que los verdaderos supervivientes, han existido personas que se atribuyeron experiencias en el Holocausto que no vivieron, con fines de notoriedad o incluso económicos.
Falsos veteranos de guerra (EE.UU., Reino Unido), conocidos como Stolen Valor. Personas que fingen haber combatido en Vietnam, Irak o Afganistán, portando medallas falsas, para obtener beneficios (prestigio, ayudas económicas, atención social). Algunos han llegado a dar conferencias o escribir libros antes de ser desenmascarados.
Lo peculiar de nuestro «Marco», del número, en su acepción octava del diccionario de la RAE (haría bien la real academia en suprimir dicha acepción), es quien habiendo sido relevante en el activismo clandestino, sin necesidad de fantasear relato alguno lo haga. La rehabilitación de los guardias civiles (Morata, Rosa, Piñeiro, Linde) que fueron expulsados por promover el derecho asociativo y su menguante protagonismo significativo quizá ha influido en ello.
En la mayoría de estos casos, especialistas en psicología y psiquiatría han señalado patrones comunes: personalidad narcisista, necesidad de admiración, protagonismo y estatus moral. Uso del engaño para ser visto como héroe o víctima ejemplar.
Rasgos histriónicos: tendencia a exagerar y dramatizar. Encanto social inicial (capacidad de seducir con la historia). Búsqueda constante de atención. Algunos impostores parecen terminar creyéndose en parte su propio relato.
Lo que subyace suele ser un perfil narcisista-histriónico, donde la mentira sirve como un escenario vital que les da sentido y reconocimiento.
Para terminar Ya. El problema de estos impostores trasciende la anécdota personal: cada mentira erosiona la confianza pública, menosprecia el sufrimiento real y enturbia la memoria histórica. Al apropiarse de un dolor que no les pertenece, no solo buscan un pedestal, sino que socavan la credibilidad de quienes sí vivieron la tragedia. En tiempos donde la verdad ya compite con bulos y narrativas interesadas, desenmascarar a los falsos héroes no es un ajuste de cuentas individual, sino un deber colectivo para proteger la dignidad de las víctimas y la solidez de la memoria compartida.
