Fernando Jáuregui – Que vean el partido juntos.


MADRID, 24 (OTR/PRESS)

Llegó a Madrid en el tren procedente de Barcelona/Zaragoza. Curioso como soy, pongo el oído mientras camino hacia, y luego desde, el vagón-cafetería: ¿de qué hablan los viajeros? Previsible: una mayoría habla -más bien, grita_ de… pues de fútbol, hombre, de qué va a ser. De la final de la Copa del Rey entre el Athletic de Bilbao y el Barça. En este país nuestro, tan peculiar, encontramos siempre tiempo para una escapada hacia lo lúdico. O hacia lo tétrico. Ahora se combinan ambos aspectos. Y, en medio del incendio de las instituciones -Tribunal Constitucional, Tribunal Supremo-Consejo del Poder Judicial, Banco de España, Universidad versus ministro Wert, la propia Corona-, en medio de la escalada de las cifras del paro y de la prima de riesgo, mientras baja el valor de nuestras empresas, un buen (o mal) partido de fútbol sigue siendo lo que acapara la atención de las conversaciones. Acaloradas.

Algunos viajan ya con camisetas «ad hoc», reclamando una selección catalana (¿?). Otros parecen prepararse, por lo que vociferan, para ejercer lo que llaman su «derecho a gritar» (supongo que se refieren a abuchear lo que sabemos y a quien sabemos). Compruebo, tras tres días recorriendo otras ciudades españolas, que en Madrid también se sigue el tema con pasión, incluyendo, por supuesto, los cenáculos y mentideros políticos: que si la vicepresidenta irá al estadio, con el ministro de Educación (y Deporte) para «arropar» al Príncipe en este mal trago, que si se ha optado por la «versión abreviada» del himno para que el sapo a tragar sea menor… En fin.

Pregunto en La Moncloa si Mariano Rajoy, amante del fútbol pero no de las emociones fuertes, irá finalmente al partido. Me dicen que no, que lo prioritario es su encuentro con Rubalcaba, a las siete de la tarde, y que no hay que poner límites temporales a esta reunión: dado que el partido es a las diez, apenas habría poco más de dos horas para esta casi inédita «cumbre» entre el jefe del Gobierno y el líder de la oposición.

Se me ocurrió lanzar, yo pensaba que con algo de humor, una propuesta: ¿por qué no ven el partido juntos en La Moncloa? Creo recordar que Zapatero y el propio Rajoy, que acabaron llevándose muy bien, alguna vez lo hicieron. Al fin y al cabo, el televisor monclovita puede y debe servir también como elemento de distensión en este clima de crispación, y dos se entienden mejor si comparten sofá, gin-tonic e indignación por las cosas que puedan suceder en el campo en la noche de este viernes. No encuentro el mismo humor en mis interlocutores de La Moncloa y de Ferraz: no acaban, por lo visto, de encarar el lado amable de la cosa.

Así que hay que ponerse serios: y, en serio, espero lo mejor del encuentro entre Rajoy y Rubalcaba. No pueden, sencillamente no pueden, verse solamente para discutir si consensúan el nombre del presidente de RTVE o los de cuatro magistrados del Constitucional. Se da por supuesto que estos dos mínimos acuerdos se alcanzarán (o no…, que diría uno de los dos interlocutores). Les estamos, creo, pidiendo más: que lleguen a importantes pactos de Estado en temas económicos -incluyendo la reforma laboral-, en mostrar una cara común frente a Europa -por ahí ya parece que se camina-, incluso en la reforma educativa, en la territorial…

Una entrevista que, sin duda, requerirá, debe requerir, mucho más de dos horas y, si se tercia, prolongar luego la charla comentando luego el partido durante una cena informal. Casi seguro que uno y otro acabarán entendiéndose entre ellos mejor que con Angela Merkel, que habla en alemán. O no… que diría el mismo al que antes citaba. Pero yo soy optimista: en el Vicente Calderón, que gane el mejor; en La Moncloa, que empaten, en lo que debe ser un partido amistoso, por más que el del equipo visitante llegue acompañado de declaraciones acusando de «soberbia» al actual inquilino del palacio presidencial, donde se juega -es un decir_ el encuentro.

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